Las muy exageradas elecciones en Irak a finales de esta semana es probable que hagan un poco más profundo al agujero iraquí para la administración Bush. El Gran Ayatolá Ali al-Sistani, el clérigo musulmán más reverenciado en Irak, ha ordenado indirectamente a los conciudadanos chiitas votar por los representantes de los partidos religiosos chiitas que actualmente controlan el gobierno interino iraquí. Un gobierno chiita-kurdo permanente resultará probablemente ser aún más intransigente que el gobierno interino en el tratamiento de las preocupaciones sunnitas respecto de ser marginados de los ingresos petrolíferos de Irak-acelerando así la incipiente guerra civil en esa nación.
La siempre demasiado confiada administración Bush, controlando las palancas de la única hiperpotencia del globo, nunca se ha preocupado verdaderamente por comprender las características substanciales de las naciones que invade. En su anhelo por la retórica de «difundir la democracia,» la administración ha fallado en percatarse de que el termino significa algo distinto en aquellos países con poca experiencia democrática, tales como Afganistán e Irak, de lo que significa en los Estados Unidos. En Irak, al igual que en Afganistán, los votantes emiten sus sufragios según lo desean los dirigentes prominentes. En las elecciones afganas, la gente votó de conformidad con lo que ordenaron sus líderes tribales o jefes militares. En Irak, gran parte de la población mayoritaria chiita (el 60 por ciento de los iraquíes) votará de manera confiable del modo que lo desea al-Sistani. En contraste, los votantes estadounidenses-incluso los cristianos fundamentalistas-usualmente no votan exclusivamente sobre la base de los deseos políticos de sus líderes religiosos (si es que los mismos son expresados de alguna forma).
Los partidos religiosos chiitas en Irak, los cuales probablemente resultarán victoriosos, están fuertemente influenciados y financiados por el opresivo gobierno teocrático de Irán. Uno de los más prominentes partidos, el Consejo Supremo Para la Revolución Islámica en Irak, consistía originalmente de desertores, exiliados y refugiados iraquíes que pasaron dos décadas en Irán durante el gobierno de Saddam Hussein y que combatieron del lado iraní en la Guerra Irán-Irak durante los años 80. La milicia del partido, la despiadada organización Badr, ha sido acusada de asesinatos y de otros actos de violencia contra los sunnitas y la shi»»»»»»»»a secular. Según el analista de política exterior Gareth Porter, el partido Dawa, otro grupo chiita, está organizado sobre la base de métodos leninistas. Las milicias chiitas han infiltrado a las fuerzas de seguridad y al Ministerio del Interior de Irak, el cual ha estado recientemente implicado en la tortura de sunnitas en dos prisiones.
Resumiendo, el ahora desesperado intento de la administración Bush de alcanzar la “victoria en Irak” y la promesa de sacar de gira al experimento democrático iraquí hacia otros países árabes autocráticos verdaderamente implica permitir que los soldados estadounidenses mueran para hacer al mundo seguro para la teocracia. En verdad, tales futuras teocracias en Irak y en otras partes probablemente serán muy hostiles hacia los Estados Unidos e incluso podrían patrocinar ataques terroristas contra objetivos estadounidenses.
Por supuesto, la «victoria» de instalar una teocracia chiita en Irak deriva de la baja probabilidad de que los Estados Unidos derroten a la insurgencia sunnita y eviten así una guerra civil, la cual ya está comenzando. La guerra sanguinaria será posiblemente intensificada por la nueva constitución iraquí, que apenas escapó al veto sunnita en el referendo del 15 de octubre.
La constitución le otorga a los kurdos y a los chiitas una mayor proporción de los ingresos petroleros que a los sunnitas en razón de que la mayor parte del petróleo yace en el norte kurdo y en el sur chiita de Irak, respectivamente. Además de intentar desalojar al invasor extranjero de su territorio y de sentir angustia respecto de posibles represalias de parte del gobierno chiita-kurdo por lo excesos de los años de Saddam Hussein, los insurgentes sunnitas están luchando porque temen ser dejados en un área pobre de recursos. La constitución, fue sancionada únicamente debido a que el gobierno interino acordó renegociar partes de la misma tras la votación. Pero ahora que el documento ha sido aprobado, un recientemente electo y más fuerte gobierno chiita-kurdo tendrá poco incentivo para hacerlo. Por lo tanto, la contienda respecto de los ingresos petroleros posiblemente alimentará a la embrionaria guerra civil.
A fin de reducir las posibilidades de dicha conflagración, la constitución debería ser enmendada para permitir la partición de Irak en áreas chiitas, kurdas, y sunnitas (todos los territorios dentro de estas tres o más áreas no precisan ser contiguos) y para compartir proporcionalmente los ingresos petroleros o incluso los pozos petrolíferos con los sunnitas. Para ofrecerles a los chiitas y a los kurdos un incentivo para alcanzar un acuerdo para compartir el petróleo, los Estados Unidos les informarán que los militares estadounidenses, que son lo único que está apuntalando al gobierno iraquí, estarán partiendo rápidamente. La administración se ha enterrado tan profundamente en el agujero iraquí que no existe ninguna solución perfecta para evitar la inminente guerra civil. Pero esta solución al menos detiene la excavación y empieza a arrogar algo de tierra para volver a cubrirlo.
Traducido por Gabriel Gasave
Volviendo al mundo seguro para la teocracia
Las muy exageradas elecciones en Irak a finales de esta semana es probable que hagan un poco más profundo al agujero iraquí para la administración Bush. El Gran Ayatolá Ali al-Sistani, el clérigo musulmán más reverenciado en Irak, ha ordenado indirectamente a los conciudadanos chiitas votar por los representantes de los partidos religiosos chiitas que actualmente controlan el gobierno interino iraquí. Un gobierno chiita-kurdo permanente resultará probablemente ser aún más intransigente que el gobierno interino en el tratamiento de las preocupaciones sunnitas respecto de ser marginados de los ingresos petrolíferos de Irak-acelerando así la incipiente guerra civil en esa nación.
La siempre demasiado confiada administración Bush, controlando las palancas de la única hiperpotencia del globo, nunca se ha preocupado verdaderamente por comprender las características substanciales de las naciones que invade. En su anhelo por la retórica de «difundir la democracia,» la administración ha fallado en percatarse de que el termino significa algo distinto en aquellos países con poca experiencia democrática, tales como Afganistán e Irak, de lo que significa en los Estados Unidos. En Irak, al igual que en Afganistán, los votantes emiten sus sufragios según lo desean los dirigentes prominentes. En las elecciones afganas, la gente votó de conformidad con lo que ordenaron sus líderes tribales o jefes militares. En Irak, gran parte de la población mayoritaria chiita (el 60 por ciento de los iraquíes) votará de manera confiable del modo que lo desea al-Sistani. En contraste, los votantes estadounidenses-incluso los cristianos fundamentalistas-usualmente no votan exclusivamente sobre la base de los deseos políticos de sus líderes religiosos (si es que los mismos son expresados de alguna forma).
Los partidos religiosos chiitas en Irak, los cuales probablemente resultarán victoriosos, están fuertemente influenciados y financiados por el opresivo gobierno teocrático de Irán. Uno de los más prominentes partidos, el Consejo Supremo Para la Revolución Islámica en Irak, consistía originalmente de desertores, exiliados y refugiados iraquíes que pasaron dos décadas en Irán durante el gobierno de Saddam Hussein y que combatieron del lado iraní en la Guerra Irán-Irak durante los años 80. La milicia del partido, la despiadada organización Badr, ha sido acusada de asesinatos y de otros actos de violencia contra los sunnitas y la shi»»»»»»»»a secular. Según el analista de política exterior Gareth Porter, el partido Dawa, otro grupo chiita, está organizado sobre la base de métodos leninistas. Las milicias chiitas han infiltrado a las fuerzas de seguridad y al Ministerio del Interior de Irak, el cual ha estado recientemente implicado en la tortura de sunnitas en dos prisiones.
Resumiendo, el ahora desesperado intento de la administración Bush de alcanzar la “victoria en Irak” y la promesa de sacar de gira al experimento democrático iraquí hacia otros países árabes autocráticos verdaderamente implica permitir que los soldados estadounidenses mueran para hacer al mundo seguro para la teocracia. En verdad, tales futuras teocracias en Irak y en otras partes probablemente serán muy hostiles hacia los Estados Unidos e incluso podrían patrocinar ataques terroristas contra objetivos estadounidenses.
Por supuesto, la «victoria» de instalar una teocracia chiita en Irak deriva de la baja probabilidad de que los Estados Unidos derroten a la insurgencia sunnita y eviten así una guerra civil, la cual ya está comenzando. La guerra sanguinaria será posiblemente intensificada por la nueva constitución iraquí, que apenas escapó al veto sunnita en el referendo del 15 de octubre.
La constitución le otorga a los kurdos y a los chiitas una mayor proporción de los ingresos petroleros que a los sunnitas en razón de que la mayor parte del petróleo yace en el norte kurdo y en el sur chiita de Irak, respectivamente. Además de intentar desalojar al invasor extranjero de su territorio y de sentir angustia respecto de posibles represalias de parte del gobierno chiita-kurdo por lo excesos de los años de Saddam Hussein, los insurgentes sunnitas están luchando porque temen ser dejados en un área pobre de recursos. La constitución, fue sancionada únicamente debido a que el gobierno interino acordó renegociar partes de la misma tras la votación. Pero ahora que el documento ha sido aprobado, un recientemente electo y más fuerte gobierno chiita-kurdo tendrá poco incentivo para hacerlo. Por lo tanto, la contienda respecto de los ingresos petroleros posiblemente alimentará a la embrionaria guerra civil.
A fin de reducir las posibilidades de dicha conflagración, la constitución debería ser enmendada para permitir la partición de Irak en áreas chiitas, kurdas, y sunnitas (todos los territorios dentro de estas tres o más áreas no precisan ser contiguos) y para compartir proporcionalmente los ingresos petroleros o incluso los pozos petrolíferos con los sunnitas. Para ofrecerles a los chiitas y a los kurdos un incentivo para alcanzar un acuerdo para compartir el petróleo, los Estados Unidos les informarán que los militares estadounidenses, que son lo único que está apuntalando al gobierno iraquí, estarán partiendo rápidamente. La administración se ha enterrado tan profundamente en el agujero iraquí que no existe ninguna solución perfecta para evitar la inminente guerra civil. Pero esta solución al menos detiene la excavación y empieza a arrogar algo de tierra para volver a cubrirlo.
Traducido por Gabriel Gasave
Defensa y política exteriorIrak
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