Últimamente, las noticias están plagadas de guerras extranjeras, crisis y tensiones políticas consideradas peligrosas para los Estados Unidos. ¿Cuál es la más amenazante para la seguridad estadounidense? ¿Respecto de cuál deberíamos estar más preocupados? Quizás la mayor amenaza para la república estadounidense se encuentra más cerca de casa.
Muchos en la escuela realista de la política exterior dirían que incluso considerando una gran guerra en Ucrania y una más pequeña en Oriente Medio, una China en ascenso es una amenaza mucho mayor para la seguridad estadounidense. Algunos analistas temen que China esté juzgando el incierto esfuerzo estadounidense por ayudar a Ucrania a defenderse como un indicador del alcance de su ambiguo compromiso de asistir a Taiwán en caso de un ataque chino.
Sin embargo, la fallida invasión rusa de Ucrania debería hacer reflexionar a Xi Jinping, el autócrata chino, antes de invadir Taiwán. Con Anterioridad a que el dictador ruso Vladimir Putin quedase atrapado en el atolladero ucraniano, se creía que había logrado resucitar exitosamente a las fuerzas armadas rusas de su desasosiego postsoviético. Pero este mito feneció rápidamente cuando el combate en Ucrania demostró que la corrupción endémica en el establishment ruso de la defensa había hecho ilusoria la renovación militar de Putin. Esencialmente, todo el mundo estaba demasiado asustado como para decirle a Putin que sus reformas no marchaban bien y que el dinero estaba siendo desviado a los bolsillos de los altos oficiales militares. De manera similar, el despótico Xi tiene que preocuparse de que la corrupción rampante en China haya infectado a los militares chinos. De hecho, acaba de despedir a su ministro de Asuntos Exteriores y a varios oficiales militares de alto rango, lo que indica que puede encontrarse inquieto acerca de que sus fuerzas armadas también hayan sido vaciadas por la corrupción.
Otra lección importante que Xi debería aprender de la guerra de Ucrania puede deducirse de un importante logro ucraniano no anunciado. Aunque la Armada ucraniana carece de navíos, ha alejado a la Flota rusa del Mar Negro de la costa ucraniana mediante el uso de drones y misiles antibuques de fabricación casera. Hundió al Moskva, buque insignia de la Flota del Mar Negro, con uno de esos misiles y dañó otras embarcaciones rusas en ataques posteriores. La Segunda Guerra Mundial evidenció la vulnerabilidad de los navíos de guerra de superficie a los ataques aéreos, y la Guerra de Malvinas de 1983 confirmó la amenaza aérea. No obstante, al igual que la Armada estadounidense, la rusa siguió construyendo demasiados buques de superficie en lugar de más submarinos. La guerra de Ucrania ha demostrado que la tecnología moderna utilizada desde tierra, incluso por un país sin barcos, puede amenazar a una poderosa flota de superficie. Pero a diferencia de Ucrania, Taiwán cuenta con una armada, la cual puede ser mejorada mediante la adquisición de más submarinos, misiles antibuques, minas marinas y buques lanzaminas.
Para invadir Taiwán, China necesitaría llevar a cabo un asalto anfibio -uno de los tipos de operaciones militares más delicados- a lo largo de unas 100 millas de aguas abiertas, empleando buques de transporte de superficie anfibios. El asalto anfibio de 1944 a través del Canal de la Mancha, de aproximadamente la misma anchura, estuvo a punto de ser rechazado por las fuerzas alemanas desprovistas de equipamiento militar que tuvo que ser enviado al frente alemán contra los rusos. Alternativamente, cualquier bloqueo naval chino de Taiwán se basaría en esos mismos buques de guerra de superficie vulnerables.
Una amenaza más fantasiosa es la de que si los militares ucranianos no expulsan al ejército ruso de todo el territorio ucraniano ocupado, Ucrania habrá perdido la guerra y Rusia se verá envalentonada para atacar a otros países europeos, como los países bálticos o Polonia. Sin embargo, el desempeño manifiestamente incompetente de las fuerzas armadas rusas y las enormes pérdidas en material bélico y bajas (se estiman más de 500.000 muertos) deberían hacer que Putin se torne cauteloso y probablemente incapaz de futuras aventuras militares. En cuanto al futuro de Ucrania, la exitosa repulsa de Finlandia a una invasión rusa en 1940 resulta ilustrativa. Los finlandeses lucharon sorprendentemente bien y les fue bien en el largo plazo en la frontera rusa tras ceder un poco de territorio y aceptar una política exterior con restricciones a cambio de autonomía y prosperidad internas.
De manera similar, después de que Ucrania resistiera la invasión inicial de Rusia en 2022, los desaventajados superaron las expectativas. Como solución a largo plazo que permita a ambos combatientes salvar el honor, podrían celebrarse referendos libres, justos y supervisados internacionalmente en las zonas ocupadas, algunas de las cuales, o todas ellas, podrían elegir formar parte de Rusia. Hasta que sea alcanzada una solución del conflicto actualmente estancado, la financiación de cualquier nuevo combate por parte de Ucrania debería ser transferida por completo a los países ricos de Europa Occidental; mantener a Ucrania fuera de las manos rusas es mucho más estratégico para ellos que para la seguridad estadounidense.
Por lo tanto, deberíamos concluir que estas supuestas amenazas externas han sido exageradas. En comentarios recientes, el ex presidente y candidato para 2024 Donald Trump evaluó correctamente las amenazas a los Estados Unidos al afirmar: «La amenaza de fuerzas externas es mucho menos siniestra, peligrosa y grave que la amenaza interna«. El problema es que no reconoció que la principal amenaza para la república estadounidense ¡es él! En cambio, apodó a sus oponentes políticos «alimañas» y amenazó con utilizar el sistema de justicia penal para enjuiciarlos. Afirmó grandilocuente y erróneamente que el Artículo II de la Constitución, que trata de los poderes del poder ejecutivo, le otorgan «el derecho a hacer lo que me dé la gana«. Abogó por acabar con la Constitución estadounidense -el fundamento de la república- en su propio beneficio. Lo más inquietante es que Trump incitó a una insurrección como parte de un autogolpe más amplio para permanecer en el poder ilegalmente. Cuando ya sabemos lo que Trump probablemente hará si es nuevamente electo, los estadounidenses no pueden permitirse distraerse con guerras y «crisis» extranjeras, ya que la república se encuentra más amenazada internamente por un demagogo potente y peligroso que será restaurado en los comicios de 2024.
Traducido por Gabriel Gasave
¿Cuál es la mayor amenaza para la seguridad de los Estados Unidos?
Últimamente, las noticias están plagadas de guerras extranjeras, crisis y tensiones políticas consideradas peligrosas para los Estados Unidos. ¿Cuál es la más amenazante para la seguridad estadounidense? ¿Respecto de cuál deberíamos estar más preocupados? Quizás la mayor amenaza para la república estadounidense se encuentra más cerca de casa.
Muchos en la escuela realista de la política exterior dirían que incluso considerando una gran guerra en Ucrania y una más pequeña en Oriente Medio, una China en ascenso es una amenaza mucho mayor para la seguridad estadounidense. Algunos analistas temen que China esté juzgando el incierto esfuerzo estadounidense por ayudar a Ucrania a defenderse como un indicador del alcance de su ambiguo compromiso de asistir a Taiwán en caso de un ataque chino.
Sin embargo, la fallida invasión rusa de Ucrania debería hacer reflexionar a Xi Jinping, el autócrata chino, antes de invadir Taiwán. Con Anterioridad a que el dictador ruso Vladimir Putin quedase atrapado en el atolladero ucraniano, se creía que había logrado resucitar exitosamente a las fuerzas armadas rusas de su desasosiego postsoviético. Pero este mito feneció rápidamente cuando el combate en Ucrania demostró que la corrupción endémica en el establishment ruso de la defensa había hecho ilusoria la renovación militar de Putin. Esencialmente, todo el mundo estaba demasiado asustado como para decirle a Putin que sus reformas no marchaban bien y que el dinero estaba siendo desviado a los bolsillos de los altos oficiales militares. De manera similar, el despótico Xi tiene que preocuparse de que la corrupción rampante en China haya infectado a los militares chinos. De hecho, acaba de despedir a su ministro de Asuntos Exteriores y a varios oficiales militares de alto rango, lo que indica que puede encontrarse inquieto acerca de que sus fuerzas armadas también hayan sido vaciadas por la corrupción.
Otra lección importante que Xi debería aprender de la guerra de Ucrania puede deducirse de un importante logro ucraniano no anunciado. Aunque la Armada ucraniana carece de navíos, ha alejado a la Flota rusa del Mar Negro de la costa ucraniana mediante el uso de drones y misiles antibuques de fabricación casera. Hundió al Moskva, buque insignia de la Flota del Mar Negro, con uno de esos misiles y dañó otras embarcaciones rusas en ataques posteriores. La Segunda Guerra Mundial evidenció la vulnerabilidad de los navíos de guerra de superficie a los ataques aéreos, y la Guerra de Malvinas de 1983 confirmó la amenaza aérea. No obstante, al igual que la Armada estadounidense, la rusa siguió construyendo demasiados buques de superficie en lugar de más submarinos. La guerra de Ucrania ha demostrado que la tecnología moderna utilizada desde tierra, incluso por un país sin barcos, puede amenazar a una poderosa flota de superficie. Pero a diferencia de Ucrania, Taiwán cuenta con una armada, la cual puede ser mejorada mediante la adquisición de más submarinos, misiles antibuques, minas marinas y buques lanzaminas.
Para invadir Taiwán, China necesitaría llevar a cabo un asalto anfibio -uno de los tipos de operaciones militares más delicados- a lo largo de unas 100 millas de aguas abiertas, empleando buques de transporte de superficie anfibios. El asalto anfibio de 1944 a través del Canal de la Mancha, de aproximadamente la misma anchura, estuvo a punto de ser rechazado por las fuerzas alemanas desprovistas de equipamiento militar que tuvo que ser enviado al frente alemán contra los rusos. Alternativamente, cualquier bloqueo naval chino de Taiwán se basaría en esos mismos buques de guerra de superficie vulnerables.
Una amenaza más fantasiosa es la de que si los militares ucranianos no expulsan al ejército ruso de todo el territorio ucraniano ocupado, Ucrania habrá perdido la guerra y Rusia se verá envalentonada para atacar a otros países europeos, como los países bálticos o Polonia. Sin embargo, el desempeño manifiestamente incompetente de las fuerzas armadas rusas y las enormes pérdidas en material bélico y bajas (se estiman más de 500.000 muertos) deberían hacer que Putin se torne cauteloso y probablemente incapaz de futuras aventuras militares. En cuanto al futuro de Ucrania, la exitosa repulsa de Finlandia a una invasión rusa en 1940 resulta ilustrativa. Los finlandeses lucharon sorprendentemente bien y les fue bien en el largo plazo en la frontera rusa tras ceder un poco de territorio y aceptar una política exterior con restricciones a cambio de autonomía y prosperidad internas.
De manera similar, después de que Ucrania resistiera la invasión inicial de Rusia en 2022, los desaventajados superaron las expectativas. Como solución a largo plazo que permita a ambos combatientes salvar el honor, podrían celebrarse referendos libres, justos y supervisados internacionalmente en las zonas ocupadas, algunas de las cuales, o todas ellas, podrían elegir formar parte de Rusia. Hasta que sea alcanzada una solución del conflicto actualmente estancado, la financiación de cualquier nuevo combate por parte de Ucrania debería ser transferida por completo a los países ricos de Europa Occidental; mantener a Ucrania fuera de las manos rusas es mucho más estratégico para ellos que para la seguridad estadounidense.
Por lo tanto, deberíamos concluir que estas supuestas amenazas externas han sido exageradas. En comentarios recientes, el ex presidente y candidato para 2024 Donald Trump evaluó correctamente las amenazas a los Estados Unidos al afirmar: «La amenaza de fuerzas externas es mucho menos siniestra, peligrosa y grave que la amenaza interna«. El problema es que no reconoció que la principal amenaza para la república estadounidense ¡es él! En cambio, apodó a sus oponentes políticos «alimañas» y amenazó con utilizar el sistema de justicia penal para enjuiciarlos. Afirmó grandilocuente y erróneamente que el Artículo II de la Constitución, que trata de los poderes del poder ejecutivo, le otorgan «el derecho a hacer lo que me dé la gana«. Abogó por acabar con la Constitución estadounidense -el fundamento de la república- en su propio beneficio. Lo más inquietante es que Trump incitó a una insurrección como parte de un autogolpe más amplio para permanecer en el poder ilegalmente. Cuando ya sabemos lo que Trump probablemente hará si es nuevamente electo, los estadounidenses no pueden permitirse distraerse con guerras y «crisis» extranjeras, ya que la república se encuentra más amenazada internamente por un demagogo potente y peligroso que será restaurado en los comicios de 2024.
Traducido por Gabriel Gasave
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