Mercancías y economía de mercado
El papel central de la mercancía
Como decía, Serrano no se está enfocando en lo esencial, y es el papel que juega el concepto de mercancía dentro de la teoría del intercambio de Menger. La mercancía es el instrumento crucial a través del cual abandonamos las formas primitivas de economía y evolucionamos hacia la economía de mercado. No hay mercancías sin mercado ni mercado sin mercancías.
Por reducción al absurdo, una economía de supervivencia donde no hay nada más allá del valor de uso sería la “economía” del Ñú, si se me permite la expresión. La aparición del valor de cambio es lo que nos saca de la economía primitiva, por eso Menger elabora una Teoría de la Mercancía como elemento fundamental dentro de su Teoría del Intercambio, e insiste hasta la saciedad en que la esencia de la mercancía, lo que la caracteriza, es su valor de cambio.
Cuestiones irrelevantes
Menger denunció una y otra vez la profunda incomprensión de los intermediarios, tanto a nivel popular como a nivel académico. Si la incomprensión era preocupante cuando el intermediario es una persona o entidad, no digamos cuando el intermediario es una cosa como son las mercancías o el dinero. Pareciera que este debate sobre la teoría de la mercancía es anacrónico y fútil, pero nada más lejos de la realidad. Esta incomprensión sigue de rabiosa actualidad. Y prueba de ello son, por ejemplo, los ataques a Mercadona como intermediario-entidad y la calificación de Bitcoin, intermediario-cosa, como burbuja especulativa de valor cero por parte de reputados economistas como Steve Hanke o Xavier Sala y Martí, o financieros de gran prestigio como Charlie Munger.
En fin, insisto en que me parece una lástima perderse en cuestiones de poco fondo. Aun así, paso a analizar el último artículo de Serrano. Los argumentos que aporta sobre el hecho de que Satoshi o MicroStrategy no intercambien sus Bitcoins para negar que sea una mercancía ni se sostienen, ni son relevantes para el debate.
No son relevantes porque es una cuestión pacífica en el debate que una vez que un bien dejó atrás su primer intercambio y ya tiene valor de cambio, el propio valor de cambio, en el sentido de los servicios de intercambio que proporciona, puede ser ya razón suficiente para atesorarlo. Tal y como el propio Mises reconoce. Es decir, según Mises, una vez que un instrumento tiene valor de cambio, no hace falta ya ser más papista que el Papa, intentando suponer ningún valor de uso actual para encontrar justificación al atesoramiento o demanda de ese bien.
Un experimento mental
Al reconocimiento de Mises yo añado, que se puede especular o apostar con un potencial valor de cambio aunque la cosa no tenga valor de uso ni precios, tal y como hizo el propio Hal Finney el 11 de Enero de 2009, tan solo dos días después de que Satoshi minara el bloque génesis (traducción libre):
Un problema inmediato con cualquier nueva moneda es cómo valorarla. Incluso ignorando el problema de que prácticamente nadie la aceptará al principio, aún existe la dificultad de encontrar un argumento razonable a favor de un valor específico distinto de cero para esta moneda.
A modo de divertido experimento mental, imaginemos que Bitcoin tiene éxito y se convierte en el sistema de pago dominante utilizado en todo el mundo. Entonces, el valor total de la moneda debería ser igual al valor total de toda la riqueza en el mundo. Las estimaciones actuales de la riqueza total de los hogares en todo el mundo que he encontrado varían de $100 billones a $300 billones. Con 20 millones de monedas, eso le daría a cada moneda un valor de aproximadamente $10 millones.
Por lo tanto, la posibilidad de generar monedas hoy en día con unos pocos centavos de tiempo de cálculo puede ser una apuesta bastante buena, ¡con un beneficio de aproximadamente 100 millones a 1! Incluso si las probabilidades de que Bitcoin tenga éxito en este grado son escasas, ¿realmente son de 100 millones a uno en contra? Algo en qué pensar…
Hal Finney
Independientemente de que estemos de acuerdo o no con el dudoso cálculo que hace del posible valor de Bitcoin, podemos ver como Hal Finney enuncia inicialmente el supuesto problema que identifica Mises sobre el valor inicial, que luego refuta con total contundencia. Esos pocos céntimos son el precio inicial para Finney y el valor que estima como posible, aunque poco probable es de 10 millones.
Pero lo relevante aquí no es el hecho histórico o anecdótico de que Finney inmediatamente pasase a la acción minando Bitcoin por la expectativa de que pudiera ser dinero cuando aún no existían precios interpersonales (si, Finney esperaba que fuera dinero, no un objeto de coleccionismo ni ninguna otra utilidad peregrina). Podía no haber minado ni un solo Bitcoin y haberse olvidado del invento para siempre, y aun así el hecho de haber realizado esta reflexión refutaría el Teorema de Regresión de Mises igualmente.
Traigo aquí a Finney porque es evidente que él no es ningún capitán posteriori. Hizo esta reflexión en aquel momento y no a toro pasado cuando Bitcoin ya tenía precios interpersonales. Cualquiera puede comprender esta sencilla reflexión de Finney por mera introspección individual y, por tanto, deducir que es perfectamente racional, dentro de la categoría de la acción humana, invertir unos cuantos céntimos en obtener una cosa si tienes la única y exclusiva expectativa de que esa cosa pudiera convertirse en medio de cambio en el futuro. Y ya de paso, esos pocos céntimos serían el precio inicial que tanto preocupa a Mises.
¿Bien a coste cero?
Es decir, en el marco metodológico de Mises no solo es irrelevante la acción de Satoshi o Finney demandando Bitcoin, también es irrelevante que empíricamente podamos demostrar que esta reflexión de Finney existió. La lógica nos dice que aunque Finney no la hubiera documentado o ni siquiera la hubiera realizado, esta reflexión es perfectamente posible y racional.
Como ya he expuesto en artículos anteriores, el problema que identifica Mises simplemente no existe. Yo defiendo que cualquier precio inicial o pasado es totalmente innecesario para demandar una cosa que crees que puede convertirse en medio de cambio. Pero es que si fuera necesario, que no lo es, no es posible obtener ningún bien a coste cero. No hay nada gratis.
Dedicar aunque sea una parte de tu tiempo a recolectar, fabricar, atesorar o crear una cosa ya implica valorar esa cosa más que tu tiempo, y todos tenemos una idea aproximada de cómo valorar nuestro tiempo. Siempre hay un intercambio aunque sea autístico, y los intercambios generan precios que se pueden utilizar como referencia.
Todavía el valor objetivo
Por tanto, la siguiente afirmación de Mises es insostenible:
Ni el comprador ni el vendedor pueden estimar determinada unidad monetaria si no conocen su valor de cambio —su poder adquisitivo— en el inmediato pasado.
Ludwig von Mises. La Acción Humana, capítulo XVII, sección 4
La anterior afirmación denota que Mises no fue capaz de abandonar totalmente la teoría del valor objetivo (costes) en lo que respecta a los medios de intercambio. Pero es que además incluso en el contexto equivocado de la teoría del valor objetivo, tal afirmación no tiene ningún sentido porque es imposible que no exista un precio de referencia aunque proceda de un intercambio autístico. Como ya expliqué, si la cosa no tiene valor de uso ni valor de cambio conocido, el incentivo para demandarla por parte del comprador racional es de hecho ¡mayor! porque el coste de obtener dicha cosa no será cero, pero casi seguro será ínfimo precisamente porque no tiene valor de uso ni tampoco aún valor de cambio. ¡La cosa es inútil a ojos del resto del mundo!
El primer precio de Bitcoin
En el caso de Satoshi, pretender que para él Bitcoin no era un medio de cambio me parece surrealista teniendo en cuenta lo que escribe en el whitepaper y en los diversos foros. En una ocasión, por cierto, negando explícitamente el teorema de regresión al describir como un objeto que no tuviera ningún valor de uso podría tener un valor inicial “circular” porque la gente apreciara su potencial utilidad para el intercambio. Afirmar que la satisfacción de que pueda funcionar como medio de cambio es un valor de uso distinto a ser medio de cambio es una pirueta ridícula.
Dice Serrano que Satoshi no intercambió uno solo de sus Bitcoin. Esto no solo es irrelevante, sino también rotundamente falso. Desconoce lo elemental de la historia temprana de Bitcoin. El primer intercambio interpersonal de Bitcoin fue de 10 bitcoins de Satoshi a Finney el 12 de enero de 2009 (asumiendo que no fueran la misma persona). Ya tiene Serrano el intercambio de esa parte “por pequeña que fuera” de los bitcoins de Satoshi. También hizo algunos pagos, que se sepa, a Dustin Trammell, Nicholas Bohm o Mike Hearn. Se ha analizado que gastó como mínimo 900 bitcoins en los primeros meses.
Las estimaciones de los bitcoins de Satoshi varían entre 700.000 y 1.100.000. Hay 500.000 bitcoins sobre los que existen dudas. Y da igual si los intercambios fueron a título lucrativo, a cambio de ayuda en la programación, o a modo de simple prueba. Si Serrano quiere entrar en el barro del empirismo (allá él), los hechos son que Satoshi demandó bitcoins para posteriormente intercambiarlos, y sabemos que el primer receptor conocido, Finney, valoró expresamente la posibilidad de que fuera dinero un día antes de recibirlos.
Teorema de regresión
Además, es patente que Satoshi lo planificó todo con sumo cuidado ¿Cómo sabe Serrano que Satoshi no minó bitcoins con un equipo distinto y posteriormente vendió esos bitcoins con su identidad real? También sabemos que Finney vendió unidades de Bitcoin ¿Cómo puede estar n seguro de que Finney no era Satoshi?, y por tanto Finney fue el primer demandante que posteriormente vendió, y además demandó única y exclusivamente por su potencial como medio de cambio tal y como explicó el 11 de Enero de 2009, ¿Cómo encaja esto en el teorema de regresión?
Como digo, Serrano hace afirmaciones sin documentarse debidamente, pero sobre todo se pierde en lo anecdótico. Porque si entramos en lo empírico las razones por las que Satoshi y los primeros mineros no vendieran sus bitcoins pueden ser muchas sin que esto implique que tengan valor de uso para ellos: Porque pueden haber fallecido, porque a día de hoy creen que aún valdrán más, porque ya no tienen las claves privadas para gastar esas monedas, porque viendo lo que les pasó a otros que intentaron lanzar dinero privado, valoran más su anonimato, libertad e integridad física que la riqueza que pudieran obtener a cambio de sus Bitcoin, etc. Pero con tal de aferrarse al teorema de regresión, Serrano pretende negar lo que Satoshi o Finney afirmaron de manera expresa. Serrano está convencido de conocer mejor que ellos mismos la razón por la que demandaban Bitcoin. En cuanto a Microstrategy ¿Cómo van a plantearse vender si aún no ha terminado de pagar las que está comprando y en estos precios aún creen que están baratas?
New Liberty Standard
Serrano menciona el caso de New Liberty Standard que yo ya cité en mi artículo anterior. No comprendo cómo puede pensar que estos hechos apoyan su argumento. Entiendo que Serrano recurre a él porque cree erróneamente que Satoshi nunca intercambió y que, atención, ¡el creador de un “Peer-to-Peer Electronic Cash System“ no consideraba que su creación fuera un bien destinado al intercambio!, y pasa a analizar el supuesto de que el primer intercambio de Bitcoin lo protagonizaran otras personas en la página web de New Liberty Standard.
Pero, ¿Qué referencia a ningún valor de uso por parte del vendedor o del comprador existió en el primer intercambio de esta página web? Qué Martin Malmi venda una pequeña fracción de sus Bitcoin para ayudar al propietario de un exchange que expresamente publicita Bitcoin como moneda (”Bitcoin is the gold standard of digital ¡¡currency!!”), va en favor de promocionar la demanda de Bitcoin como moneda y su valor de cambio, porque Malmi tenía muchos. Aquí la labor de Malmi es claramente la de market maker o proveedor de liquidez, todo un señor valor de uso, claro que sí. Serrano se vuelve a refutar a sí mismo.
Especula Serrano que podría darse el caso de que Bitcoin no fuese una mercancía porque para algunos tuviera algún valor de uso. Si, y también podríamos afirmar que para muchos Bitcoin era una simple cosa y no tendría absolutamente ningún valor, que no era un bien para ellos. ¿Y?. La teoría del valor subjetivo es así, el valor lo otorga el sujeto. Esto no es más que enunciar la definición de mercancía de Menger: El carácter de mercancía es una relación con el sujeto. Además, ¿Qué tiene que ver esto con el teorema de regresión de Mises? Nada. El teorema de regresión de Mises afirma de manera concreta y tajante que el primer precio de una mercancía debe ser consecuencia del valor de uso. En el marco metodológico de Mises no vale especular de manera inespecífica. Hay que demostrar de manera concreta, por la vía de la lógica y no por empirismo, que el primer precio de Bitcoin solo pudo tener origen en un valor de uso.
Confusión entre bien entregado y bien obtenido
Aludir a que la “satisfacción” de que el sistema funcione es un bien de uso, a pesar de ser un argumento ridículo no me sorprende en absoluto. Desde la irrupción de Bitcoin, este tipo de argumentos son toda una tradición entre aquellos Miseanos que no están dispuestos a cuestionar una coma de Mises. Para empezar no es lo mismo el sistema Bitcoin, el software que es un bien libre (no económico), que las unidades de Bitcoin. No son el mismo bien. Además, ¿Qué tendrá que ver el atesoramiento de unidades de Bitcoin con esa satisfacción? La satisfacción de que el sistema funcione en todo caso te la proporcionará el tiempo que le dediques a crear, mejorar y ejecutar el sistema, no las unidades en si. No es necesario en absoluto atesorar unidades. Y si contribuyes minando, puedes obviar las unidades que obtengas despositándolas en direcciones de las que no tengas las claves.
En cuanto al subsidio a los demás propietarios, Serrano se refuta de nuevo a sí mismo, pues estamos hablando de transmitir valor utilizando Bitcoin como medio de intercambio, y los intercambios son intercambios sean lucrativos o no. Sería como decir que una cantidad de Euros no son medio de cambio sino “satisfacción” cuando se utilizan como medio de pago en una donación. El refrito que hace aquí Serrano es antológico, confundiendo el bien entregado con el bien obtenido.
Confusión entre utilidad y costes
Serrano también confunde gravemente utilidad con costes. Esto es básico. Vender un bien siempre tiene fricción, implica costes de oportunidad, puede tener consecuencia negativas, etc. Resumiendo: Vender tiene costes. Estos costes no son la inversa de la utilidad del bien. Si por ejemplo concluyo que vender bitcoins pone en riesgo mi libertad física, de ninguna manera cabe afirmar que la utilidad de atesorarlos sea proporcionarme libertad. Al contrario, si considero que nunca podré venderlos sin correr ese riesgo, seré más libre si no los atesoro o nunca los hubiera atesorado.
Mercancías y atesoramiento
Como decía al principio, los argumentos de Serrano no se sostienen porque se puede atesorar un bien únicamente por su valor de cambio, y tal y como explica Menger puedes acabar por no intercambiarlo jamás (“Pero no a cualquier precio”). Concluir que una mercancía ha de tener algún valor de uso por el hecho de no ponerla a la venta es insostenible.
Es perfectamente posible y racional no poner a la venta una mercancía si crees que su valor presente es menor que el valor de cambio futuro que tú estimas, y no por ello se puede concluir que se le esté asignando ningún valor de uso o consumo. Circunstancia que puede darse durante muchos años o indefinidamente si se trata de un bien en proceso de adopción o demanda creciente, que es lo que creen (equivocados o no) los hodlers que dicen que nunca van a vender sus bitcoins.
También es perfectamente racional no vender una mercancía si en tu patrimonio dispones de otros medios de cambio líquidos que poder vender y que crees que se van a comportar relativamente peor que esa mercancía en el futuro, y esto en absoluto implica asignar ningún valor de uso o consumo a esa mercancía. Se puede atesorar una mercancía como reserva patrimonial y también como activo que poder vender en el mercado en caso de necesitarlo y que esa necesidad resulte por no llegar, y de nuevo esto no implica asignar ningún valor de uso o consumo a esta mercancía.
El oro atesorado
Hay muchos otros motivos para atesorar una mercancía únicamente por su valor de cambio y acabar por no intercambiarla. Por ejemplo, que los pagos que finalmente tengas que realizar con ella acaben por resultar en una fiscalidad, divisibilidad o proceso de verificación que en ese momento hagan más conveniente utilizar otra mercancía menos gravosa fiscalmente, más divisible o más fácil de verificar, atesorando la mercancía original para otros intercambios más adecuados a sus características, sin que ello implique que la mercancía original tenga menor valor para tí. Estas y otras circunstancias podrían encadenarse indefinidamente, de manera que no vendas la mercancía en mucho tiempo o incluso nunca (pase a tus herederos).
Nótese que según el razonamiento de Serrano llegaríamos al absurdo de que el oro no sería mercancía o dinero cuando se atesora indefinidamente al no querer venderlo en favor de intercambiar otros bienes que valoremos menos como puedan ser plata, dólares, euros o pesos argentinos. El concepto de mercancía lleva implícito el atesoramiento por más o menos tiempo, y solo dejará de ser mercancía en el momento que se use o consuma.
Para cerrar esta cuestión, el propio Serrano apunta correctamente a la explicación de Menger de que una mercancía sigue siendo una mercancía aunque no esté puesta a la venta, y es que simplemente o el mercado no ofrece lo suficiente, o no resulta económico por los costes (“no a cualquier precio”). Las valoraciones son siempre dinámicas y cambian con el tiempo, por tanto esta situación puede prolongarse indefinidamente incluso si el mercado actualiza lo que ofrece, y a su vez el propietario mantiene o actualiza el valor que le otorga a su mercancía por encima del ofrecido por el mercado.
Mercancías y medios de cambio
Insisto en que la polémica de los medios de cambio es prescindible en este debate. Pero como, por otro lado, de lo que se trata es de interpretar correctamente a Menger, retomo la polémica. Dice Joel Serrano que he cercenado a propósito la segunda parte del párrafo donde Menger expone la definición de medio de cambio porque contradice la primera parte. Esta segunda parte dice así:
Pero como, en el lenguaje de la ciencia, para ambos conceptos se emplea la expresión «medio de cambio», y resulta difícil repetir continuamente la expresión «intermediario en el intercambio», en la exposición que sigue nos hemos atenido a la expresión usada hasta ahora, siempre que la rigurosa distinción en los mencionados conceptos no da lugar a dudas
Carl Menger
De ninguna manera este fragmento contradice ni matiza la primera parte. Al contrario, la corrobora. Que Menger aclare que va a utilizar medios de cambio en lugar de intermediarios del intercambio no niega la definición: “medio de cambio que en alemán se utiliza también para dar a entender cualquier otro bien destinado al intercambio”. Tampoco aprecia Serrano el adverbio “también”. Es decir, explica Menger que medio de cambio se utiliza para referirse no sólo a los intermediarios del intercambio, sino ¡también! a cualquier otro bien destinado al intercambio. Y esta definición “cualquier otro bien destinado al intercambio” es esencialmente idéntica a la definición de mercancía: “Bienes (económicos) de todo tipo destinados al intercambio”.
Medios de (inter)cambio
Tampoco aprecia Serrano que en el texto que supuestamente no me venía bien, Menger habla de “ambos conceptos” y “rigurosa distinción de los mencionados conceptos” ¿Qué dos conceptos? Pues el de intermediario del intercambio, por un lado, y el de cualquier otro bien destinado al intercambio por otro. Es decir, es totalmente falso que en este párrafo Menger se esté refiriendo al único concepto de intermediario del intercambio. Lo que está aclarando aquí Menger es que por claridad expositiva a veces va a sustituir el concepto específico y preciso (intermediarios del intercambio), por otro concepto ¡distinto!, y más amplio (medios de cambio) que incluye al específico.
Dice Serrano que cualquiera que lea con atención el capítulo I de El Dinero podrá darse cuenta de que Menger utiliza siempre medios de cambio en el sentido de “intermediario del intercambio”. Falso. Igual que no conoce el ABC de la historia temprana de Bitcoin, tampoco ha leído con atención el primer capítulo de El Dinero. En la nota al pie 11 (p.99), Menger utiliza los términos medio de cambio y mercancía indistintamente explicando cómo unos mismos medios de cambio pueden ser en su mayor parte protagonistas de intercambios directos, y en menor medida para menos gente, medios de cambio indirectos:
Cuando solo una parte de la población de un territorio se sirve de los medios de cambio, utilizándolos como intermediarios para vender sus bienes, mientras la otra, normalmente la parte más numerosa, los emplea simplemente como bienes de consumo a voluntad, los medios de cambio de ese territorio están aún tan poco evolucionados que hacen dudar que puedan definirse ya como dinero.
Carl Menger
Mercancías y dinero
En el anterior pasaje la mayoría de los intercambios son directos. Menger no daba puntada sin hilo, y si no quisiera utilizar medios de cambio para este tipo de intercambios podría haber utilizado el término mercancía, pero no lo hace. Y no será porque no tuviera el término mercancía presente, pues lo utiliza en el párrafo inmediatamente siguiente, donde continúa desarrollando la misma idea:
Quien en el mercado cambia sus propias mercancías por abalorios, panecillos de té prensado, tabletas de sal u otras cosas parecidas, de modo que adquiere por esta vía intermedia los bienes de que tiene necesidad inmediata de manera más fácil, más económica y más segura que cambiando directamente sus propias mercancías por aquellos bienes, esas mercancías intermediarias de sus transacciones se puede decir que son su dinero. Pero cuando una gran parte, o incluso la mayor parte de la población, acepta de buena gana estas mercancías a cambio de los bienes que lleva al mercado, pero las emplea solo para su propio uso y consumo, utilizando como adorno los abalorios, consumiendo el té y la sal adquiridos, etc, estas podrán ser también las mercancías más queridas y preferidas por esta porción de la población, pero jamás serán dinero.
Carl Menger
Dinero y consumo
Después, Menger explica en qué circunstancias los medios de cambio pueden empezar a considerarse dinero. Utiliza el término mercancía para referirse a los medios de intercambio indirecto, y luego utiliza el término medio de cambio para referirse a aquel bien que por lo general se utiliza como medio indirecto. Es decir, que en algún caso aunque no sea el general acaban en el consumo, pudiéndose utilizar dichos medios de cambio en intercambios directos:
Del dinero en este sentido específico se puede hablar exclusivamente cuando no solo las clases de población que participan activamente en el desarrollo de las actividades económicas, sino también las que permanecen sustancialmente pasivas en el plano económico, utilizan una mercancía —por imitación y costumbre— como intermediario del cambio, o sea la aceptan a cambio de sus mercancías y de sus prestaciones, aunque de tales bienes no tienen necesidad o están ya provistas abundantemente; en tales circunstancias, por lo general, los medios de cambio no acaban en el consumo, sino que permanecen en circulación.
Carl Menger
De nuevo el cambio (in)directo
Por último, Menger también afirma que al poseedor de una mercancía no sólo le trae sin cuidado si el comprador la va a consumir o la va a revender, también explica que el hecho de que una mercancía se pueda llegar a consumir es una circunstancia incierta. Es decir, toda mercancía es de entrada un medio de cambio directo y al mismo tiempo un potencial medio de cambio indirecto, y esto es así porque si, para el vendedor era una mercancía, nada impide que también pueda serlo para el comprador:
También el comerciante, el especulador, etc., adquieren los bienes que luego ponen en venta, únicamente en la «confianza» de que estarán después en condiciones de cederlos a otros, y para ellos es absolutamente indiferente (en el aspecto que es aquí decisivo) el que quienes en el futuro adquieran sus mercancías se propongan luego consumirlas o revenderlas.
El Dinero, Menger 2013, p. 103
Así, recientemente un destacado comentarista sobre el dinero y la acuñación niega el carácter de mercancía del dinero, especialmente porque una ‘mercancía’, para cumplir su propósito, es decir, para ser usada y consumida, debe desaparecer del mercado, pero el dinero, como medio de cambio, presta sus servicios permaneciendo en el mercado. Esto es un error, porque la circunstancia de que una mercancía finalmente se llegue a consumir es incierta y, por lo tanto, no es una característica esencial del concepto de mercancía.
Geld – Menger, 1892, p.46 traducción libre. Énfasis mío
¿Un cambio retrospectivo?
La tableta de sal, que Menger califica indistintamente como “medio de cambio” o “mercancía”, cumple exactamente la misma función para su productor tanto si el comprador las revende como si las consume. ¿Qué función? La de medio de cambio. Pero es que si hubiera dos funciones distintas, que no las hay, ¿Qué sentido tendría afirmar que la función que desempeñó para el productor mutará dependiendo de lo que posteriormente haga el comprador con la tableta de sal? ¿Acaso si el comprador la consume o la revende, la función que cumplió en el pasado para el productor cambia retroactivamente? Absurdo.
Que una mercancía deje de serlo tras un solo intercambio, tras varios, o que nunca deje de serlo es una cuestión de grado, no de concepto. Y la enorme aportación de Menger es que el hecho de que una mercancía se utilice más o menos como tal, encuentra su causa en las propiedades que facilitan su vendibilidad.
No seré yo el que niegue que por lo general con medios de cambio nos solemos referir más a los indirectos y no tanto a los directos, pues en teoría monetaria los indirectos son más relevantes. Un medio de cambio es “más medio de cambio” en tanto en cuanto se utilice más para intercambios indirectos. Pero es que en la teoría de Menger esto es exactamente igual para las mercancías. Una mercancía es “más mercancía” en tanto en cuanto se utiliza para más intercambios indirectos, siendo el dinero la mercancía por excelencia. Otra corroboración más del mismo significado de estos dos términos en la teoría de Menger.
Conclusión
He mostrado que las definiciones que aporta Menger para mercancía y medio de cambio son exactamente las mismas. He mostrado cómo utiliza expresamente el término medios de cambio para referirse a intercambios directos, y mercancías para los indirectos (y viceversa). También he mostrado como Menger deja claro que para el vendedor es irrelevante si el comprador consume o revende la mercancía. En fin, esta polémica sobre los medios de cambio me demuestra que erre que erre la cabra tira al monte: Vuelta otra vez a gravitar el concepto de mercancía hacia el valor de uso, en este caso el (incierto y circunstancial) valor de uso por parte del comprador.
Cuando sostengo que Bitcoin es un medio de cambio o mercancía, me estoy refiriendo a que encaja como un guante en la definición de mercancía de Menger, pues se inventó expresamente para el intercambio y se utiliza para el intercambio, teniendo en cuenta además que el atesoramiento, ya sea temporal o indefinido, es inseparable de este concepto de mercancía. Cabe señalar, además, que el atesoramiento no es otra cosa que un intercambio intrapersonal-intertemporal.
Pero fuera de debates meramente semánticos, lo más importante es que, tal y como nos muestra la reflexión de Finney el 11 de Enero de 2009, es perfectamente posible dentro del marco de la acción humana valorar que una cosa pudiera utilizarse como un instrumento para el intercambio en el futuro sin que le asignemos ningún otro tipo de utilidad presente o futura, y para demandarla basta con que la estimación futura de su valor como medio de cambio sea superior al valor de aquello a lo que tenemos que renunciar para obtener esa cosa. No es necesario que un bien deba tener un precio previo para que un sujeto le asigne valor. El precio es siempre una consecuencia de la utilidad, y facilitar el intercambio es una utilidad como cualquier otra.
El debate sobre las mercancías
Manuel Polavieja
Mises no comprendió a Menger (I)
Mises no comprendió a Menger (II)
Mises no comprendió a Menger (III)
Mises no comprendió a Menger (IV)
Joel Serrano
Manuel Polavieja no comprendió a Mises; tampoco a Menger (I)
Manuel Polavieja
Refutación del teorema regresivo de Mises
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