Cinco falacias sobre los vouchers educativos
Pocos temas han generado tantas falacias como los denominados vouchers educativos. Esta nota analiza cinco de ellas; las primeras las he señalado en diversas oportunidades, la última reviste vital importancia pues afecta directamente al concepto de libertad educativa.
a) Los vouchers educativos, mediante los cuales el Estado pueda financiar la demanda de servicios educativos; es decir, a las familias, en lugar de hacerlo a las escuelas, conllevan a convertir la educación primaria y secundaria en voluntaria, ya no obligatoria.
Es claro que no existe relación causal alguna al respecto. Un sistema de vouchers es tan consistente con la obligatoriedad de la educación como lo es el sistema actual. La obligatoriedad de la educación y la forma de financiar el Estado la misma no se encuentran relacionadas.
b) Un sistema de vouchers educativos beneficiará a las familias de clase media y alta, no así a las pertenecientes a los estratos más pobres de la población.
¿Cómo podría alguien estar peor por tener la posibilidad de elegir? Todo padre que desease una educación distinta para sus hijos, a la que hoy no tiene acceso justamente por su realidad económica, podría hacerlo y quien prefiriese que concurriesen a la escuela pública a la que asisten actualmente también podría hacerlo.
c) Un sistema de vouchers educativos generará segregación, pues las escuelas podrán elegir los alumnos en función de diversos atributos.
La pregunta relevante no es si un sistema de vouchers produce o no segregación, sino si produce una mayor o menor segregación que la que existe en la actualidad. Hoy los chicos pobres no tienen otra alternativa que asistir a una escuela de gestión pública, generándose una estratificación de la sociedad en función del ingreso de las familias. Un sistema de vouchers no eliminará la segregación, pero definitivamente habrá de reducirla.
d) Un sistema de vouchers educativos es fiscalmente insostenible.
Esta falacia parte del supuesto que el único sistema factible consiste en asignar un voucher a cada niño. Ello, por supuesto, no es correcto; el gobierno puede fijar criterios para asignarlos según las condiciones económicas de las familias. Evidencia reciente lo constituye el subsidio establecido por el gobierno en marzo pasado, frente a la imposibilidad de muchas familias de continuar abonando las cuotas de colegios de gestión privada, en virtud de la crisis económica.
e) Finalmente, la más importante de las falacias, consiste en afirmar que establecer un sistema de vouchers es condición suficiente para lograr la libertad educativa.
Un sistema de vouchers educativos constituye una condición necesaria para permitir a las familias determinar cuál es la educación más adecuada para sus hijos, pero no es condición suficiente; es indispensable que el Estado no exija planes de estudio comunes a las escuelas privadas, sino que ellas puedan diferenciar su oferta libremente.
La libertad de los padres para decidir la escuela a la que concurrirán sus hijos, de permitirse independencia en los planes de estudio de las escuelas privadas, restringiría al gobierno de tomar partido entre los múltiples de intereses y/o valores de las distintas familias que conforman la sociedad, en temas tan sensibles, por ejemplo, como la ideología de género o la ley de educación sexual integral.
He aquí cinco falacias, algunas de ellas utilizadas por quienes ven en la libertad educativa el fin de sus privilegios; la última de ellas ni siquiera considerada en la discusión pública.
El autor es Rector de la Universidad del CEMA y Miembro de la Academia Nacional de Educación.
- 28 de diciembre, 2009
- 23 de julio, 2015
- 16 de junio, 2012
- 25 de noviembre, 2013
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