Libertad de Expresión
Es difícil darse cuenta de lo que está pasando hasta que uno empieza a ver lo que ocurre como parte de algo más grande. Esto pensaba hace un par de semanas ante la noticia de la detención del creador de Telegram. Es muy pronto para saber qué es lo que ha ocurrido con la detención de Pavel Durov, dueño de Telegram, por parte de los servicios de inteligencia francesa. Es preocupante que dicho servicio de comunicación estaría expuesto a que las autoridades tengan acceso ilimitado al mismo al tener a quien tiene las llaves de encriptación o quién sabe qué accesos privilegiados se encuentren disponibles a las autoridades con esta detención.
En Brasil, la red X ha tenido que cerrar sus oficinas ante la amenaza de penas económicas y penales para sus directivos y finalmente se ha ordenado su bloqueo por parte de los proveedores de Internet por órdenes del juez De Moraes ante la negativa de X de bloquear cuentas que este personaje considera en su edicto contrarias a las leyes de este país. El hecho no se queda ahí, pues la orden prohíbe el uso de VPN (redes encriptadas que redirigen el tráfico a otros países o regiones para evitar la censura y acceder a contenidos que han sido bloqueados) a riesgo de ser multado en miles de dólares por violar esa disposición. Compañías como Starlink, al proveer acceso a internet de manera gratuita e inmediata a través de su servicio satelital, sirvieron en Brasil muchísimo cuando todo el sur de dicho país sufrió inundaciones históricas. Ahora se ven amenazadas por no acatar las órdenes de no bloquear el acceso a X, pero fundamentalmente por ser una empresa más de Elon Musk.
En Venezuela vimos la semana pasada apagones nacionales que dejaron sin energía eléctrica a gran parte del país y por lo tanto con acceso limitado a medios externos o a denunciar afuera del país lo que está ocurriendo internamente con la dictadura de Maduro. Ya vimos también cómo, hace unas semanas, el dictador Maduro invitaba a una pelea en términos ridículos a Elon Musk, que por supuesto nadie lo tomó en serio y fue más bien fuente de toda clase de bromas y memes.
En Nicaragua sigue aumentando la presión contra cualquier disidencia, ya no solo política, pero la religiosa y la de conciencia, y ahora van a por las ONGs religiosas que nada tienen que ver con la política, pues cualquier voz disidente es incómoda para el gobierno, que parece cada día más empecinado a encerrarse en sí mismo tal como Corea del Norte lo hizo hace ya 70 años, mucho más que lo que sufre la tan maltrecha población cubana.
Un poco más al norte tenemos a México, donde el presidente López Obrador pretende de regalo de despedida de su mandato alterar el sistema judicial, y hacer los jueces cargos de elección popular sujetos al populismo que invade otras esferas de la política y de esta manera tomar control absoluto del poder, independientemente de quien gobierne.
Para no quedarse atrás, hace unas semanas en Estados Unidos, el presidente Biden dijo que una de sus últimas reformas para cerrar su mandato sería alterar la composición de la Corte Suprema, y aunque está poco claro cómo lo haría, se sospecha que se buscaría poner límites de edad a los jueces, lo cual no suena mal en principio, pero también buscaría alterar la cantidad de jueces y quién sabe qué otras reformas al estilo mexicano pretenden implementar. Es de suponer que si la vicepresidenta Harris fuera reelecta, o una vez pasada la elección si esta fuera adversa, se trataría de negociar reformas en apariencia consensuadas para dejar sembrada la semilla de la discordia y la perversión del sistema judicial americano, que tan bien ha funcionado durante todo este tiempo pero que ha resultado incómodo para aquellos que buscan cambiar la constitución, pues aunque parezca increíble, es considerada por algunos progresistas “progressives” obsoleta pues bloquea muchos de los cambios que buscan.
La temática en común es que la libertad, y en específico la libertad de expresión, se ha vuelto incómoda para muchos gobiernos. La excusa por supuesto es que estas redes de comunicaciones son usadas por actores buenos y malos. Por el lado de los malos tenemos a los sospechosos usuales, traficantes de drogas, armas, delincuentes, mafiosos, auténticos delincuentes. Sin embargo, del lado de los buenos hay personajes en situación de vulnerabilidad, tales como disidentes políticos, activistas de derechos humanos, gente que solo busca proteger sus comunicaciones o sus bienes de la mano violenta y abusiva de las autoridades o incluso de otros actores privados que pretenden tomar ventaja de todo aquello que no esté protegido por la libertad de expresión de conciencia.
En una sociedad libre y moderna la libertad de expresión es un derecho que debe de estar disponible para todos sin importar su condición. Tratar de regularla o acotarla solo lleva a su anulación. La libertad de expresión y la libertad en general puede llegar a ser incomoda, desagradable, puede hacer daño, pero es absolutamente necesaria para el florecimiento humano. Sin ella no podemos vivir en una sociedad libre, no podemos expresarnos o desarrollarnos y estamos expuestos al abuso de las autoridades de turno, sean de derechas o izquierdas, y si bien puede ser incómodo lo que otros digan, tarde o temprano, todos y cada uno de nosotros necesitamos de la libertad de expresión para poder lograr nuestros objetivos y, si es necesario, desafiar el orden establecido.
Lamentablemente la libertad de expresión es limitada bajo la excusa de que atenta contra las leyes del país, de que no hay limitación a los que piensan diferente, y esto viene por parte de quienes son autoridad. La izquierda, que tradicionalmente jugó el papel de ser defensores de los derechos de expresión cuando no gobernaban, ahora que lo hacen y son el gobierno no solo en Hispanoamérica, pero en gobiernos occidentales como Estados Unidos, Canadá o gran parte de la Unión Europea, se han convertido en los fariseos de nuestro tiempo. Solo actúan y siguen las tradiciones al defender los derechos humanos, pero en realidad no creen en estos, más aún si no son afines a su ideario político o no son convenientes a sus objetivos. Es evidente cuando defienden a los que son afines a sus ideas, no importa si estamos hablando de terroristas que han cometido crímenes de lesa humanidad y cegado la vida de otros. Sin embargo, cuando se trata de liberales que defienden el derecho a discrepar, a operar libremente en el mercado y exigen libertad de acción; o si son conservadores que buscan proteger su libertad religiosa para ejercer sus creencias en paz, estos estos no tienen derechos. La izquierda moraliza y juzga, pero es incapaz de aplicar la misma regla a quienes no son funcionales a su ideario político.
Los fariseos en apariencia cumplían con la ley, iban vestidos con unos cinturones del cual colgaban tiras cosidas donde estaban escritas las leyes para no olvidarlas y no dejarlas de cumplir y recitarlas y echárselas en cara a quien quiera que ellos consideraban que estaba contra la ley. Eran conocidos por su estricta adhesión a las costumbres judías y se dedicaban a envilecer y criticar a aquellos judíos que no seguían con estricto apego estas costumbres. Esta estricta adhesión era una actuación teatral, pues detrás de la aparente fidelidad a las costumbres y a la moral de aquella época, muchas veces escondían un absoluto aborrecimiento a la dignidad de los otros judíos no tan estrictos en la observancia de la ley y las costumbres. En el Evangelio de Marcos (7 1-8) (del día de ayer) al ver que los discípulos que eran judíos no cumplían con el precepto judío de purificarse (lavarse) las manos hasta la altura del codo le preguntan a Jesús si es que sus discípulos no eran judíos pues no cumplían con la tradición. Este les responde: “Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, como está escrito: “ESTE PUEBLO CON LOS LABIOS ME HONRA, PERO SU CORAZÓN ESTÁ MUY LEJOS DE MI, MAS EN VANO ME RINDEN CULTO, ENSEÑANDO COMO DOCTRINAS PRECEPTOS DE HOMBRES. Dejando el mandamiento de Dios, ustedes se aferran a la tradición de los hombres.»
O para aquellos incómodos con estas referencias evangélicas o bíblicas, recordemos la novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451. Para los que no hayan visto la película del 2018 o leído la novela, el título hace alusión a la temperatura (451) en grados Fahrenheit en la cual se queman los libros completamente.
El argumento es básicamente una extraña sociedad post apocalíptica en la cual los bomberos tal como los conocemos, tienen una función diferente a la de apagar el fuego. Más bien se dedican a quemar todo el grafiti que las anguilas consumen y que los hace infelices. No hemos nacido iguales entonces debemos ser iguales por el fuego y por lo tanto quemamos y luego podremos ser felices. La felicidad es la verdad y por lo tanto la verdad tiene que ser controlada. Y se controla destruyendo este grafiti que infecta la mente de las anguilas. Anguilas, para el que no haya captado aún su significado, es como se les llama Bradbury en su novela a las masas humanas que leen y tienen que ser liberadas de este grafiti que en esta sociedad leer es considerado una enfermedad mental. Las anguilas son perseguidas por leer muchos grafitis, en vocabulario moderno no de los 50’s, cuando fue escrita esta novela, sería equivalente a leer muchos tweets, comentarios en redes y lecturas no aprobadas. En aquella época la televisión era lo único que las anguilas podían ver y consumir. En nuestra época sería una versión modificada de las redes sociales controladas por el gobierno que a su vez controlaría a las grandes corporaciones y decidiría cuál es la versión de la verdad que las anguilas pueden leer o ver. Si no cumplen con estos dictámenes, entonces serían objeto de censura o cierre por violar la moral pública e infectar la mente de las anguilas. Pues las palabras son el terror y el conocimiento es peligroso.
Esperemos que este final distópico no se haga realidad y se siga luchando por una auténtica libertad de expresión. Y que esta no sea acotada, cooptada o limitada. Y que el internet y las redes sociales sean fuente de libertad y no fuente de adoctrinamiento como se creía que sería la televisión. Tal vez sea momento de coleccionar libros físicos, pues estos, aunque voluminosos e incómodos de mantener, son más perdurables que los medios electrónicos o los audiolibros que pueden ser editados y cambiados a distancia sin que nos demos cuenta. De lo contrario, tendremos que buscar un Omnis para permitir que el caos del conocimiento se escape. Despertemos y reflexionemos un poco sobre estas violaciones a los derechos de expresión y no seamos como el bombero de la novela, que le preguntan por qué quema libros y su respuesta es simple y sorprendente: porque es lo único que ha sabido a hacer toda su vida.
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