Los Athletics evitan “la ciudad”: Lo que las ciudades pueden aprender de Oakland y Los Ángeles
El tiempo del equipo profesional de béisbol Athletics, o simplemente los “A’s”, en Oakland ha concluido. Después de múltiples intentos de trasladarse desde 2006, los “A’s” finalmente dejarán la ciudad que ha sido su hogar durante 57 años.
El conflicto entre ciudades y equipos no es algo nuevo. No obstante, los aficionados pueden encontrar algo de consuelo en la historia de Los Ángeles, que rechazó el uso de fondos públicos para el deporte profesional. Los responsables políticos deberían prestar atención a este ejemplo.
Durante un tiempo, los “A’s” fueron una de las principales marcas del béisbol. La franquicia fue sin duda el segundo equipo más exitoso de la Liga Estadounidense, por detrás de los Yankees. Los “A’s” ganaron la segunda mayor cantidad de banderines de la Liga Estadounidense y empatan en el tercer puesto por el número de victorias en las Series Mundiales de las Grandes Ligas de Béisbol (MLB es su sigla en inglés), con múltiples premios MVP ( jugador mejor valorado) y Cy Youngs (mejor lanzador). Los “Swingin’ A’s”, según su popular apodo, de la década de 1970, que obtuvieron tres títulos consecutivos de la Serie Mundial, se encuentran en la lista de las mejores dinastías de béisbol de la historia.
A pesar de su ilustre historia en el lado este de la Bahía de San Francisco, la franquicia buscó un nuevo estadio. La «joya brutalista» que es el Oakland Coliseum ya no era suficiente tras años de abandono. Así, los “A’s” consideraron la posibilidad de trasladarse a la cercana Fremont. Tras el fracaso de esa opción, la ciudad de San José intentó atraer al equipo. Sin embargo, el traslado al sur de la Bahía fue rechazado porque los Giants de San Francisco argumentaron que San José era su territorio exclusivo. (Las normas de la MLB “prohíben generalmente” que los equipos operen en el territorio exclusivo de otro).
Irónicamente, el único motivo por el cual los Giants tenían algún derecho sobre San José era que el legendario propietario de los “A’s” y ex CEO de Levi Strauss, Walter Haas Jr., accedió a concederles derechos territoriales para que pudieran construir un estadio en el condado de Santa Clara en lugar de trasladarse a Florida. La ciudad de San José demandó a la MLB, pero seis años después, el caso fue abandonado tras la negativa de la Corte Suprema de EE.UU. a intervenir. En última instancia, los “A’s” y Oakland no lograron llegar a un acuerdo, a pesar de que la ciudad y el Condado de Alameda obtuvieron fondos públicos por un monto superior a los 495 millones de dólares que los “A’s” solicitaban.
En el otro extremo se encuentra Los Ángeles, que ha destacado por su negativa a utilizar fondos públicos para estadios de deportes profesionales. A pesar de ser uno de los mayores mercados mediáticos del país, Los Ángeles estuvo sin equipo profesional de fútbol americano durante más de dos décadas tras la marcha de los Raiders y los Rams en 1995. Esta ausencia no fue por falta de interés o posibles compradores, sino por una postura principista en contra de subvencionar a los propietarios de los equipos.
El ex gobernador de California, Gray Davis, comentó: “Después de hayan solicitado un rescate monetario a todas las demás ciudades, puede que regresen a Los Ángeles. Si no pagamos un rescate para conseguir un equipo de la NFL, no pueden ir a la siguiente ciudad a pedirlo, así que debemos ser la última ciudad en su lista”.
Las investigaciones han demostrado de manera consistente que subvencionar estadios no es beneficioso para las ciudades. En lugar de ceder a las demandas de las franquicias deportivas profesionales, Los Ángeles dejó claro que, si los equipos querían formar parte del lucrativo mercado de la ciudad, tendrían que cubrir ellos mismos los costos. Esta postura fue puesta a prueba cuando los Raiders, los Rams y los Chargers mostraron interés en trasladarse a Los Ángeles. Finalmente, los Chargers y los Rams se mudaron y regresaron a su sede original en Los Ángeles (los Chargers solo jugaron su temporada inaugural allí antes de trasladarse a San Diego en 1961). Ahora, ambos equipos comparten el moderno SoFi Stadium de Inglewood, que fue financiado con fondos privados.
Los Raiders se adelantarían al traslado de los “A’s” a Las Vegas, después de que la legislatura de Nevada aprobara un impuesto sobre las habitaciones de hotel que proporcionaba a los Raiders 750 millones de dólares.
¿Qué hay que hacer? Scott Semet me planteó una cuestión interesante en un reciente intercambio de correos electrónicos. Mencionó que, en términos de la teoría de juegos, las ciudades se encuentran frente al escenario de un enorme dilema del prisionero. Colectivamente, lo óptimo sería que todas las ciudades acordaran no financiar estadios. Sin embargo, cada ciudad intentará mejorar su posición rompiendo ese acuerdo e intentando atraer a un equipo profesional de otra ciudad. En teoría, las ciudades tendrían más posibilidades de ponerse de acuerdo y formar un “cártel de compradores” que los prisioneros del clásico juego, quienes no pueden comunicarse entre sí. En la práctica, sin embargo, este tipo de problema de acción colectiva no funcionaría y podría ser de dudosa legalidad.
Una reforma más efectiva podría lograrse mediante la reducción de los bonos municipales. En la década de 1980, el Congreso implementó una serie de reformas en este ámbito. En primer lugar, se modificaron las normas sobre la deuda exenta de impuestos a fin de aumentar los ingresos fiscales federales. Esto también se suponía que limitaría la emisión de bonos de desarrollo industrial utilizados para construir estadios, aunque tuvo como consecuencia que estados y ciudades recurrieran a la expropiación forzosa. Además, un efecto no querido de la Ley de Reforma Fiscal de 1986 llevó a un aumento en la emisión de bonos exentos de impuestos para estadios deportivos. Desde entonces, poco se ha hecho para abordar este problema, aunque eliminar la subvención federal de los bonos exentos de impuestos para estadios deportivos o establecer un límite en la emisión de estos bonos sería un buen comienzo.
La partida de los Athletics es angustiante, pero podría ser un llamado de atención para las ciudades de todo el país, mostrando que las costosas guerras de ofertas y las promesas vacías de prosperidad económica no son una buena estrategia a largo plazo. La valiosa lección de Los Ángeles es que las ciudades tienen el poder de decir no. Es hora de que otras ciudades sigan su ejemplo y pongan fin, de una vez por todas, a la era de los estadios financiados por los contribuyentes, para que los residentes no tengan que cargar con el peso de estas decisiones.
Traducido por Gabriel Gasave
- 28 de diciembre, 2009
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