Luego de una conversación telefónica mantenida con el presidente electo Donald J. Trump, el presidente Javier Milei anunció que pretende firmar un tratado de libre comercio con los Estados Unidos. El mandatario argentino expresó que están dadas las condiciones para “avanzar en mayores acuerdos comerciales” con la potencia del norte.
La relacion entre Argentina y Estados Unidos es de extraordinaria relevancia: EEUU es el tercer mayor destino de nuestras exportaciones de bienes (unos 5.500 millones de dólares -se destacan los minerales, los metales y algunos alimentos-) pero es a la vez (por lejos) el mayor mercado para las exportaciones de servicios (unos 4.500 millones de dólares -28% del total exportado -), aunque nuestra balanza es deficitaria en ambas canastas (levemente en el caso de los bienes -le importamos mayormente químicos, máquinas y minerales- y más intensamente en los servicios).
Pero, a la vez, Estados Unidos es -por un lado- el mayor origen de inversión extranjera presente en Argentina (un stock de 28.500 millones de dólares, que supone 20% de del total de inversión extranjera en nuestro país) y -por el otro- es el centro en el que se decide la mayoría de los flujos financieros hacia nuestro país.
Los tratados de libre comercio (“regional trade agreements”, segun la Organización Mundial de Comercio) han venido proliferando en el planeta desde hace décadas y la tendencia no ha decaído: hay 373 vigentes en el mundo a la fecha (la mayoría se celebró en los últimos años, dado que a inicios de siglo XXI los vigentes eran solo 83).
Desde el inicio de la pandemia del COVID 19 hasta hoy en todo el planeta se celebraron 69 acuerdos nuevos de este tipo; entre los que se destacan los recientemente signados entre Corea del Sur e Israel, el Reino Unido y Australia e India y Emiratos Árabes Unidos.
Las relaciones comerciales entre los países han avanzado en los últimos años hacia asociaciones entre “amigos” (que discriminan contra los que no lo son) en un marco de lo que se conoce como “friendshoring”, que genera mayor flujo comercial entre aliados (para lo que estos tratados son de creciente relevancia). Dice la UNCTAD (en las Naciones Unidas) que en los últimos dos años medidos el comercio internacional entre países aliados creció 6% mientras que el comercio entre países adversarios decreció 5,5%.
La existencia de este tipo de pactos ha permitido que (según el Banco Mundial), en la actualidad, si se suma el comercio transfronterizo de bienes y de servicios, alrededor del 70% de todos los intercambios comerciales planetarios ocurren con el beneficio de arancel 0% en frontera.
Estos pactos, tradicionalmente, han consistido en reducciones arancelarias bilaterales reciprocas en frontera para el comercio entre los signatarios, pero en los últimos años han avanzado en sus contenidos e incluyen (además) confluencias regulativas en varios asuntos e instituciones comunes (como la propiedad intelectual, el comercio de servicios, pautas para compras gubernamentales, normas sobre competencia o requisitos técnicos no arancelarios).
Por eso, el Banco Mundial propone pasar de la nomenclatura de los “free trade agreements” hacia la de los “deep trade agreements”, que incluyen numerosas normas adicionales de confluencia regulativa.
Argentina ha celebrado muy pocos tratados de este tipo (el Mercosur es -amen de algún pacto bilateral adicional- el único acuerdo de relevancia con preferencias arancelarias del que participamos), aunque están en negociación y pendientes de definición en el bloque otros aun (los más avanzados, aunque con resultado incierto aun, los negociados con la Union Europea y el EFTA).
Dada la normativa del Mercosur, los miembros del bloque solo pueden celebrar este tipo de acuerdos con el concurso del propio Mercosur (que, por otro lado, tiene en negociaciones varios otros, aunque con menor grado de avance -entre ellos Canadá, Japón, India, Corea del Sur-).
Es conocida la visión crítica que la administración argentina tiene en relación con las rigideces de Mercosur y habrá que esperar movimientos de nuestro país en el marco de este bloque en el que, pronto, Argentina asumirá la presidencia pro-tempore).
El potencial del vínculo bilateral con EEUU es muy grande (es el mayor importador del mundo -más de 4 billones de dólares al año sumando bienes y servicios- y el mayor emisor de inversiones del globo). Y no solo en lo comercial (un tratado comercial atrae inversiones, acrecienta la participación de empresas en cadenas regionales de valor y alienta mejoras cualitativas para toda la economía).
Aunque habrá que esperar qué posición asume la administración entrante en EEUU: el presidente electo D. J. Trump ha anunciado en la campaña electoral su vocación de imponer aranceles en frontera a importaciones (los aranceles solo alcanzan a los bienes físicos y no a los servicios, en los que EEUU es el mayor actor económico global).
Pero no ha quedado claro si ello supone una decisión generalizada o solo de alcance a aquellos que no pertenezcan al grupo de países aliados (simultáneamente, la administración entrante en el país del norte anuncia un proceso de desregulaciones, baja de impuestos y reducción de la dimensión del aparato estatal que generaría mayor competitividad para numerosos sectores de la economía de los Estados Unidos, entre ellos los relativos a las nueva economía del conocimiento y las nuevas tecnologías y el capital intelectual).
Se inicia, por lo visto, un nuevo tiempo en el que nuevas relaciones bilaterales pueden deparar acercamientos institucionales significativos.
El autor es MBA (Master en Administración de Empresas) Universidad Politécnica de Madrid, especialista en negocios internacionales.
@MarceloElizondo