Mercancías y dinero como bienes de capital
De este modo, para que un bien pueda considerarse como tal tiene que satisfacer una necesidad humana, que puede ser inmediata o no. Aunque yo creo que en la primera edición de Principios de Economía Política esto es bastante obvio, en la segunda edición Menger matizó su definición de bien para que quedara, más claro aún si cabe, este componente temporal añadiendo la palabra anticipación a la primera condición para que una cosa se pueda considerar un bien, quedando redactada de a la siguiente manera: “La percepción, o, la anticipación de una necesidad humana”.
El mero acto de almacenar o atesorar cosas ya implica que estamos anticipando una necesidad futura, pues si la necesidad fuera presente o inmediata, no almacenaríamos la cosa y la consumiríamos inmediatamente, o la utilizaríamos solo ahora para desecharla posteriormente. En este sentido la utilidad técnica de la cosa es irrelevante desde un punto de vista económico, lo relevante es que satisfaga efectivamente una necesidad.
Si inventamos un extintor, no tendría ningún sentido afirmar que no es tal hasta que de manera efectiva satisfaga la necesidad de apagar un incendio (no un fuego de prueba controlado), o afirmar que realmente nunca fue un extintor si, afortunadamente, nunca padecemos un incendio o si cuando llega el momento de usarlo no es eficaz porque el fuego tuvo origen eléctrico, y a la hora de inventar el extintor erramos al no tener en cuenta esa posibilidad. Insisto que el carácter de bien del extintor no reside en la apreciación de las propiedades objetivas para apagar un fuego (utilidad técnica), sino en la conexión causal de que la cosa será apta para satisfacer la necesidad futura de apagar un eventual incendio.
La utilidad del extintor no es distinta mientras transcurra el tiempo hasta que satisfaga esa necesidad. La utilidad es siempre esperada, incluso hasta en los bienes de consumo más inmediato. Una nuez nos puede parecer útil hoy para satisfacer nuestro hambre en el futuro cercano, y cuando la abramos mañana encontrarnos con la desagradable sorpresa de que está podrida y es incomible. La utilidad de un bien es siempre esperada y conlleva un menor o mayor grado de incertidumbre.
En el capitulo 2.1 sobre La Necesidad Humana, donde Menger en su análisis comienza a poner en relación las cantidades de bienes con las necesidades humanas, el factor tiempo cobra un protagonismo total, explicando con detalle como las cantidades necesarias de un bien dependen totalmente de nuestra previsión futura de la necesidad de dicho bien a lo largo del tiempo.
Aquí comienza a dibujarse ya el concepto de utilidad marginal de Menger, donde la relación entre la cantidad de un bien y el tiempo es esencial. Las unidades de un bien que necesitamos de manera inmediata son más necesarias que las unidades de un bien que prevemos necesitar en un futuro lejano. Valga el clásico ejemplo de los vasos de agua, el vaso de agua n es más valioso que el vaso de agua n+1, porque el vaso n es el que utilizamos antes en el tiempo para satisfacer nuestra sed.
Las mercancías son bienes destinados a un eventual intercambio. En una economía moderna altamente especializada es muy habitual que los bienes y servicios que producimos no tengan ningún valor de uso para nosotros, y por tanto tenemos una enorme necesidad de intercambiar. Las mercancías son los bienes que posibilitan el intercambio en primera instancia, el primer eslabón en esa cadena. Las producimos por su valor de cambio y la utilidad de la mercancía es poder intercambiarla obteniendo el mayor valor posible.
De la misma forma que el extintor, la posibilidad de que una mercancía finalmente satisfaga la necesidad esperada, en este caso la de intercambiar, es incierta y se producirá en un futuro más o menos mediato, pero futuro en todo caso. Y la incertidumbre no solo existe en el sentido del mayor o menor valor que consigamos obtener de dicho intercambio, incluso existe la posibilidad de no obtener ningún valor en absoluto. Esto es muy habitual en aquellas mercancías que se producen en exceso, o las mercancías de nueva invención.
Sobre la conexión causal de los bienes, Menger acaba concluyendo lo siguiente:
Por consiguiente, lo primordial no está en los números ordinales de los bienes de que hemos venido hablando en esta sección y de los que se hablará en la siguiente, a propósito de las leyes que rigen estos bienes, aunque no es menos cierto que tales números constituyen, a condición de ser bien entendidos, un medio auxiliar provechoso para la exposición de un tema tan difícil como importante. Lo primordial, a nuestro entender, es la comprensión de la conexión causal entre los bienes y la satisfacción de las necesidades humanas y de la relación causal más o menos directa de los primeros respecto de las segundas.
Carl Menger. Capítulo 1.2 de los Principios de Economía Política)
Dado que la mercancía es un medio para obtener otros bienes, cabe la posibilidad de plantear que sea un bien de orden superior, pues no satisface nuestras necesidades finales de forma inmediata, sino de manera mediata o indirecta. De la misma manera que vamos con trigo a un molino para obtener harina a cambio, se podría decir que el carácter de mercancía de un bien cumple la misma función que el molino si producimos trigo para intercambiarlo interpersonalmente por harina. La mercancía, el trigo, en este caso actúa de intermediario que sirve para intercambiar nuestro tiempo y esfuerzo por harina. Puede ser trigo o cualquier cosa de valor suficiente para obtener la harina que necesitamos.
Considerando que en todo intercambio se crea nuevo valor, pues ambas partes valoran más lo que reciben que lo que entregan, todo lo anterior nos permite plantear, a su vez, y al igual que para cualquier bien de capital, que el valor de la mercancía proviene del valor añadido proporcionado por los intercambios que la mercancía se espera que facilite. Así que, por ejemplo, cuanto más duradera sea la mercancía más intercambios puede facilitar pasando de mano en mano, y mayor será su valor como medio para el intercambio.
Las mercancías que no abandonan nunca su carácter de mercancía son aquellas que el mercado reputa como más valiosas para el fin de intercambiar, y serían bienes de capital permanentes. Este es el caso de la moneda, el bien de capital permanente más importante de una economía tal y como expone aquí Carlos Alberto Bondone.
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