La Inteligencia Artificial no hackeó al lenguaje
Hoy, tras la abrupta expansión planetaria de ChatGPT y el impacto que generan los modelos de lenguaje, junto con su capacidad de conversación y escritura automatizadas, se despertaron múltiples temores acerca del daño cultural que podría generar este nuevo escenario.
Autores destacados como Yuval Harari sugirieron que la Inteligencia Artificial tiene la capacidad de “hackear y manipular el sistema operativo de la civilización”; es decir el lenguaje, al tiempo que anunciaron consecuencias apocalípticas.
Es razonable que la aparición de una máquina que escribe “a demanda” trabajos, que solían requerir horas de esfuerzo intelectual y años de formación, dispare la pesadilla de una próxima obsolescencia de esta habilidad humana y de su enseñanza. Si la máquina escribe por nosotros, ¿pierde sentido el aprendizaje de la escritura? ¿Habrá llegado a su fin el proyecto milenario iniciado por las civilizaciones linderas al Tigris y el Éufrates?
Lo que parece un fascinante argumento para un dramático guión de ciencia ficción, en la realidad, puede devenir en algo muy distinto.
Es que los modelos como ChatGPT o incluso los generadores de imágenes artificiales no prescinden del lenguaje, ni de la escritura, para producir contenidos. Debemos escribir, al menos, un “prompt” para que el modelo empiece a funcionar. Es así como operan estas máquinas que predicen la sintaxis de la conversación, a través de indicaciones o “prompts” que necesitan escribirse.
Claro que pedir instrucciones para hacer una tortilla de papas no requiere de una gran habilidad léxica. Pero la redacción de un prompt de mayor complejidad, como el diseño de una estrategia publicitaria, la emisión de un diagnóstico médico, el análisis del perfil de un futuro empleado para la empresa o la definición de la mejor opción para invertir en la bolsa, supone ser bien preciso en las expresiones y consultas, criterios que ameritan un uso complejo del lenguaje.
De acuerdo con una reciente guía de prompts de OpenAI, empresa madre del ChatGPT, en lugar de pedirle al chatbot “Haz un resumen de las notas de la reunión”, un pedido más eficiente sería: “Resuma las notas de la reunión en un solo párrafo. Luego, escriba una lista de los oradores y cada uno de sus puntos clave. Finalmente, enumere las acciones sugeridas por los oradores, si corresponde”.
Sin dudas, no se requiere una habilidad shakespeariana para lograr esto, pero sí un uso correcto de la redacción y de la organización previa de las ideas, dotes que (los profesores de lengua lo saben bien) no son innatos.
Claro, se argumentará que hoy existen generadores de prompts y listas estandarizadas con los “100 mejores prompts” que prometen ahorrarnos, todavía más, el trabajo de hablar con las máquinas. Un prompt estándar puede ser un buen punto de partida, pero es muy probable que requiera una edición, un “tuneo” para adaptarlo a los fines subjetivos de cada proyecto. Este requerimiento revaloriza, nuevamente, el dominio humano del lenguaje.
En esta línea, los modelos del lenguaje como ChatGPT traerán muchos cambios en la manera en que nos comunicamos, aprendemos, enseñamos y buscamos información. Pero lejos de hackear al lenguaje, por el contrario, exigirán a las personas un dominio del idioma más o menos sofisticado, como requisito para sacarle provecho a las máquinas. Una curiosa forma de celebrar el legado de los antiguos sumerios.
El autor es periodista, consultor en comunicación digital y profesor universitario (UBA/UADE).
- 16 de diciembre, 2024
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