Lo que verdaderamente dice Ayn Rand (II)
República, Guatemala
Parte I
Mi artículo anterior fue debido a que noté algunas interpretaciones equivocadas de lo que dice Ayn Rand, las que se dan porque el lector sustituye los términos de la autora por los propios. Esta práctica, aunque equivocada, es muy común, y desvirtúa lo que el autor pretende comunicar. Por eso, en lugar de entablar un diálogo con el autor, lo que se tiene es dos monólogos, cada uno por su lado. El autor dice algo que el lector no lee, y el lector supone que el autor dice algo que en realidad éste no dice. Tendí en el escrito anterior un puente semiótico de los fundamentos del Objetivismo entre los lectores poco familiarizados con Rand y ella.
Ahora quiero hacer lo mismo con respecto a su teoría moral. El error de interpretación más frecuente se da con el título La Virtud del Egoísmo del libro de ética de Rand. La mayoría de los malentendidos consisten en suponer que lo que Rand dice con este título es que el egoísmo es una virtud. Y como tienen el prejuicio de que el egoísmo es malo, entonces sin leer más asumen que el sistema moral de Rand es malvado.
Para empezar el título no es una oración, es tan sólo el sujeto de una oración. Carece de verbo y predicado. A lo que invita es a preguntar: ¿Cuál es la virtud del egoísmo? Y la respuesta está dentro del libro. Y si uno quiere saber la contestación hay que leerlo para encontrarla.
El segundo problema se da porque muchos lectores omiten leer la introducción y saltan directamente al primer capítulo: “La Ética Objetivista”. Entonces se pierden cómo define Rand “egoísmo” y la explicación que da del término. Rand cita la definición y significado exacto del diccionario (en inglés – The Random House Dictionary – que es ligeramente diferente al de español) que reza: «preocupación con lo que es de interés propio.»
Este concepto, como indica ella, no incluye ninguna evaluación moral. No dice si ocuparse con lo que es de interés propio es bueno o malo ni que constituye lo que es de interés para uno. Además, reconoce, al igual que otros moralistas como Aristóteles, Epicuro e incluso Adam Smith, que todo organismo actúa para mantenerse con vida, y como la naturaleza no le provee al hombre con una forma automática de supervivencia, éste necesita, por ser un organismo que comprende el mundo de manera conceptual, un código ético que le sirva de guía para que su conducta lo lleve a vivir una buena vida como ser humano. Este código moral define los valores e intereses apropiados para alcanzar dicho fin. Es un principio que no difiere del que inculca una madre a sus hijos cuando dice «ponte un suéter porque hace frío no vaya a ser que te de un resfriado», o «maneja con prudencia no vaya a ser que tengas un accidente», o «cuídate mucho». Lo que la madre le está diciendo a sus hijos en ocasiones como esas es que se preocupen de lo que les es de interés, es decir de su bienestar y este es el sentido exacto en el que Rand usa el concepto “egoísmo”.
La respuesta a la interrogante ¿cuál es la virtud del egoísmo?, la da Rand en el primer capítulo de su libro. Aquí Rand observa que lo que da origen al concepto de bueno y malo es la vida del organismo mismo: bueno es lo que promueve la vida y malo lo que la destruye. Para contestar nuestra duda, define primero “valor” como aquello por lo que uno actúa para conseguir y/o conservar, y “virtud” como la acción para conseguir y/o conservar un valor. Ahora, ¿cómo sabe uno que aquello que uno valora es en realidad algo que beneficia la vida de uno y no algo que la perjudica?
Como vimos en mi artículo anterior, Rand define la razón como la facultad del hombre para identificar e integrar la información que le proveen los sentidos. Es ésta el único instrumento que poseemos para descubrir si algo es bueno o malo para uno.Sin ésta, uno está condenado a no poder distinguir aquello que lo beneficia de aquello que lo destruirá, es decir, a un curso ciego de auto destrucción.
Entonces, ¿cuál virtud me permite conservar mi razón sana y funcionando adecuadamente? La respuesta ya la podrás sospechar: la racionalidad. Constituye ésta la práctica de pensar con lógica, coherencia, cordura y sensatez, es decir, conforme a la razón. La virtud de la racionalidad significa, nos manifiesta Rand, reconocer y aceptar a la razón como única fuente de conocimiento, única juez de valores, y única guía para actuar. Significa el compromiso a mantener un total estado de consciencia, a mantener un enfoque completo en todo asunto, en toda elección, y en todo momento.
Significa el compromiso de identificar mediante el uso de la razón nuestras experiencias, tanto externas como internas, de ejercitar la mente, de estar en contacto con la realidad, de no evadir, ni tratar de conseguir valores fuera de contexto. Significa el compromiso de funcionar en el nivel conceptual de consciencia, es decir, conceptualizando. Sólo el nivel conceptual de conciencia permite prever el futuro, al comprender causa y efecto. Prever el futuro es necesario para actuar a largo plazo, para establecer fines últimos, y elegir nuestros valores, organizados jerárquicamente a partir del fin último.
Esencialmente la racionalidad consiste en identificar la realidad, en basar las convicciones y acciones en los hechos, en como son las cosas, tan bien como pueda uno discernirlos.
Botar el contexto, usar abstracciones flotantes, hacer afirmaciones arbitrarias, reescribir la realidad, son políticas mentales equivocadas, incompatibles con la práctica de la racionalidad pues consisten en evadir los hechos en lugar de identificarlos.
La racionalidad es la virtud del egoísmo, la virtud básica del Objetivismo. Es la virtud de ejercitar la mente, de estar en contacto con la realidad, de no evadir. Y todas las demás virtudes específicas son una forma de racionalidad.
La ética Objetivista es pues, la moralidad del interés propio racional o del egoísmo racional
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