Cómo la censura, la propaganda y el miedo implantaron la pseudociencia de las mascarillas
Es más fácil engañar a alguien que convencerle de que ha sido engañado
Mark Twain
Era el 4 de marzo de 2020 cuando la autoridad reguladora de publicidad en Reino Unido, la ASA, prohibió dos anuncios de fabricantes de máscaras por decir que prevenían la propagación de virus. En efecto, es lo que decía toda la ciencia y evidencia existentes, pues uno tras otro todos los estudios controlados sobre gripe y virus respiratorios habían fracasado siempre en hallar utilidad a llevar una máscara (ver 1 y 2 artículos detallados). En 2013 la OMS en su Twitter oficial confirmaba que no eran útiles contra gripe y otros virus, e incluso fue más allá afirmando que “su mal uso podría aumentar el riesgo”. Recientemente, el Dr Jha, asesor sanitario de la Casa Blanca reconocía que no hay estudio que muestre que las máscaras -refiriéndose a las de tela y quirúrgicas- funcionan contra virus, y veremos más adelante cómo el primer estudio controlado de máscara quirúrgica vs FPP2 frente a covid no halló diferencias estadísticas. También recientemente vimos cómo las muchedumbres de fans sin máscaras en el Mundial de Qatar indignaron a los chinos, igual que aquí pasaba unos meses antes, y eso sin embargo a que de nuevo no hay correlación: Qatar durante y tras el mundial tuvo contagios a la baja sin usar máscaras, al mismo tiempo que la enmascarada al 100% Hong Kong experimentó un ascenso de los mismos de modo semejante a Corea del Norte. Otro pretendido argumento curioso (por lo simple que es desmontar) es que en 2021 la gripe se desvaneció por el uso de máscaras, argumento chocante al menos por dos razones evidentes:
- ¿Si tan útiles eran esas máscaras por qué hubo en 2021 diversos repuntes de contagios de covid y niveles de transmisión importantes?
- ¿Si tan buenas eran esas máscaras contra la gripe por qué en 2021 tampoco hubo gripe en los países que no usaron máscaras? Veamos cómo Suecia, el país sin máscaras, vio desvanecerse la gripe al mismo tiempo que EEUU y poco después de por ejemplo Australia en el otro hemisferio.
Como más de dos años nos han mostrado, todas las olas y repuntes en todo el mundo observando regiones, estados, condados, países van y vienen sin la más mínima influencia del uso o no de máscaras.
A pesar de la evidencia, por desgracia sigue habiendo autoridades que la niegan como el departamento de salud del estado de Colorado, aunque incluso sus propios datos muestran nula diferencia entre condados con y sin máscaras. El nivel de negación de la realidad puede ser realmente preocupante por las propias autoridades sanitarias que se presumen informadas.
Rastreando el punto en que se empezó a negar la evidencia y crearse una ciencia creencia paralela, todo cambió en algún punto entre marzo y abril de 2020. En marzo de 2020, Anthony Fauci en EEUU decía en público que las máscaras no tenían sentido para el común de la población (aquí en el programa de máxima audiencia 60 Minutes), lo mismo que decía Fernando Simón en España. Es más, el propio Fauci reconocía que las máscaras no tenían utilidad cuando el 31 de marzo de 2020 dijo en correos electrónicos -revelados tiempo después- a gente de su confianza y departamento que no la usaran en su vida diaria. Era lo que en efecto decía la evidencia.
Antes de regresar a Fauci y su cambiante opinión, merece la pena saber que en verano de 2022 se publicó el probablemente mejor estudio observacional sobre máscaras y covid. Probablemente el mejor porque compara durante meses dos distritos escolares cercanos en Dakota del Norte con una política y uso real de máscaras diametralmente opuestas en escuelas, con casi idéntica población escolar (12.000 estudiantes por distrito) y misma distribución socio-económica y racial-cultural (80% blancos, 80% clase media y alta), incluso mismos alumnos promedio por clase (entre 19 y 23 según el curso). Hablamos de los distritos de Fargo y West Fargo. Es más, todas las demás posibles ‘medidas covid’ fueron idénticas en cuanto a tests, limpieza, reuniones y aglomeraciones, ventilación, cuarentenas…etc La única variable distinta, y radicalmente distinta, fue el uso de máscaras. En un distrito los escolares estaban obligados a usarlas, en el otro no. La Dra Tracy Hoeg y el profesor de políticas de salud pública Neeraj Stood de la U. de California del Sur junto con el analista de datos Josh Stevenson establecieron el uso real de máscaras por prácticamente el 100% en el distrito con obligación y no superior al 5% en el distrito sin obligación, entre inicio septiembre 2021 y final enero 2022. Recordemos que toda medida fue idéntica en distritos escolares perfectamente intercambiables, excepto el uso de máscaras. Parece el estudio observacional definitivo sobre máscaras ¿Cuál fue la diferencia entre que el 100% la usara versus que el 95% como mínimo nunca la usara? Éstos son los resultados brutos gráficamente.
En números acumulados totales, en un distrito hubo un 12,9% de contagios entre escolares, en otro un 13,0%. Es casi imposible números más iguales. Podemos ir un paso más allá que corrobora de nuevo el impacto e influencia cero de usar o no máscaras a la hora de contagiarse o no. A finales de enero el distrito escolar con máscaras obligatorias dejó de hacerla obligatoria. ¿Qué ocurrió? Pues los contagios empezaron a caer, exactamente igual que cayeron también en el distrito que nunca uso máscaras. Los autores, en las conclusiones, afirman: “Esto es consistente con la literatura científica”.
Así es, pues de hecho Journal of Infection publica en diciembre de 2022 un estudio sobre la ausencia de correlación entre uso de máscaras en escuelas y contagios. Más gráficamente aún, vemos incluso como en promedio todos los distritos escolares con máscaras obligatorias en EEUU tuvieron más contagios en 2020 y 2021, y no menos según la recopilación de datos de la doctora en economía Emily Oster de la Universidad de Brown.
En noviembre de 2022 se publicó otro estudio, éste de referencia al ser controlado y el primero que se hizo de este tipo sobre efectividad de máscaras FPP2/N95 versus máscaras quirúrgicas frente al covid. Se intentó refrendar con un estudio de la mayor calidad posible en la vida real la creencia de que las FPP2 aportan una protección significativa superior a las quirúrgicas, tal como numerosas autoridades desde 2021 especialmente han asegurado. Aparecido en el Annals of Internal Medicine, el estudio llevado a cabo en 29 centros sanitarios de países como Canadá, Israel o Egipto entrenó a sanitarios para llevar o bien sólo y constantemente una máscara quirúrgica o bien sólo y constantemente una FPP2 perfectamente ajustada, controlándose cada grupo de sujetos durante 10 semanas con tests rutinarios de covid para evaluar incidencias de contagios. En total se controlaron a unos 500 sujetos con máscara quirúrgica y a unos 500 con FPP2. ¿El resultado final? 47 versus 52 contagios, es decir, ‘sin diferencia estadística’. En realidad, el resultado no debería sorprender ya que los mandatos de máscaras FFP2 que hubo en Baviera en Alemania y en Austria durante 2020-2021 nunca produjeron niveles de transmisión/contagios inferiores a regiones vecinas. Tampoco debería sorprendernos cuando al menos un estudio controlado en enfermeras halló incluso que no había diferencias de contagios de gripe entre usar FFP2 ajustada o no ajustada. Esto es, el ajuste es importante cuando el dispositivo puede filtrar virus, pero una FFP2 no puede hacerlo.
Volviendo a Fauci, recordábamos que afirmaba la inutilidad de las máscaras el 31 de marzo de 2020. Pues bien, la primera recomendación de Fauci para el enmascaramiento fue el 3 de abril, 72 horas después de decir lo contrario a gente de su entorno. ¿Qué cambió en esos 3 días? Precisamente el 23 de noviembre de 2022 Fauci testificó a puerta cerrada durante 7 horas en un caso abierto en los tribunales por los fiscales generales de los estados de Missouri y Luisiana a cuenta de la colisión de las tecnológicas como correas de transmisión de la administración Biden para suprimir la libertad de expresión. Y digo precisamente porque, aun siendo a puerta cerrada, tenemos la transcripción del testimonio de Fauci donde se le pregunta también sobre la política de máscaras.
Específicamente en el interrogatorio se le pregunta sobre su cambio de 180 grados con las máscaras casi en horas. Dice que habló con distintas personas. Pero no recuerda con quién. Se le pregunta si algún estudio le hizo cambiar de opinión. No puede citar ningún estudio en la respuesta. Ninguno. En este testimonio judicial Fauci estaba obligado a no mentir. Uno de los fiscales remarca el hecho de que no es capaz de citar ni un estudio para acabar recomendando a la gente a usar máscaras, y de que EEUU empezó luego a obligar a su uso sin un estudio claro de su utilidad. Aún más irracional todo, el 5 de abril de 2020, dos días después de iniciar su apoyo público a las máscaras, seguía recomendando no usarlas a su entorno, pues ese día se lo dijo por email a Sylvia Burwell, ex secretaria de Salud con Obama, información que hoy sabemos gracias a la desclasificación de sus mails en 2021. En una aún no censurada entrevista en Bloomberg meses antes, en 2019, Fauci afirmó sin dudarlo que usar máscaras no evita enfermedades de transmisión viral, y dijo literalmente: “hay que evitar estas cosas paranoicas” (aquí el extracto).
Para entender la inoculación en la sociedad de la post-verdad de las máscaras hay que entender el escenario de censura y miedo que se propició y alentó desde las instituciones.
En diciembre de 2022, la prestigiosa revista liberal-conservadora británica The Spectator publicó un artículo de investigación de alcance sobre Matt Hancock, el secretario de Salud de Reino Unido en marzo de 2020, que ha llegado a ser de los artículos recientes más leídos de esta revista. En él se expone negro sobre blanco cómo la imposición de máscaras fue una decisión exclusivamente política, nunca científica. Literalmente dice: “La gente tenía que llevar máscaras porque Cummings (asesor político de Boris Johnson) estaba obsesionado con ellas; porque a Nicola Sturgeon (ministra de Escocia) estaba a favor; y por encima de todo por el simbolismo que daba de una emergencia pública”. En febrero, se dijo a los ministros británicos que las máscaras no eran útiles y en abril de 2020 el Nervtag, un grupo asesor sobre virus respiratorios, les reiteraba lo mismo sin modificar semanas después dicho consejo científico. Como desvela The Spectator, fue la obsesión enfermiza del estratega de confianza de Boris Johnson, Cummings, quien logró inicialmente imponer su uso en espacios hospitalarios y posteriormente en locales cerrados. Incluso Chris Whitty, epidemiólogo en jefe del gobierno británico, seguía a final de primavera reiterándole en comunicaciones privadas al secretario de Salud Hancock que no tenía sentido obligar a todo el mundo a ponerse una máscara. La respuesta de Hancock fue francamente reveladora e inquietante: “No veo razón para no usar la fuerza del Estado para obligarla”.
Como en 2021 reveló el diario de referencia The Telegraph, la imposición de máscaras fue, según denunciaron decenas de psicólogos, parte de una estrategia de inoculación de miedo y pánico a la población para manipular su comportamiento e incrementar su obediencia a normas y restricciones. Como hizo público este diario en esa pieza, a final de marzo de 2020, el SPI-B, un grupo británico asesor sobre respuesta al covid escribió en un informe: “Un substancial número de personas no se sienten suficientemente amenazadas…necesitamos incrementar la sensación de amenaza entre aquellos que aún siguen relajados usando mensajes agresivamente emocionales.” Un miembro anónimo del SAGE (Grupo Científico Asesor para Emergencias del gobierno anglosajón) admitió al diario: “Los británicos han sido sometidos a un experimento psicológico no evaluado sin decírselo. Todo ha tratado sobre manipular el comportamiento en la dirección que unas élites han decidido, en lugar de decidir primero si eso era o no lo correcto”. Gary Sidley, psicólogo clínico retirado del británico Servicio Nacional de Salud, escribió junto con 46 colegas a la Bristish Phsychological Society preocupados por “las actividades de psicólogos contratados por el gobierno con la misión de obtener obediencia social”.
Que los noticieros y telediarios durante literalmente meses y meses ocuparan más del 70% de su tiempo con noticias del covid con imágenes y mensajes cada día más tremendos, más aterradores y con más camas y UCIs que curiosamente nunca habíamos visto por ejemplo para los miles de fallecidos de gripe cada año parece que no fue algo precisamente espontáneo de los medios, sino parte de una estrategia de comunicación pretendida por las instituciones y poderes políticos y fácticos. Hoy por ejemplo también sabemos gracias a la compra de Twitter por Elon Musk que esta red social censuró y bloqueó a médicos y doctores expresamente señalados por el gobierno de EEUU por no adherirse a una narrativa concreta respecto al covid. Es más, el gobierno llegó a pagar millones de dólares a las redes sociales para hacer efectiva dicha censura. Relea la última frase porque por impensable que parezca así fue.
En España, la ex portavoz parlamentaria de Sanidad en tiempos de Julio Anguita Ángeles Maestro en 2021 reveló cómo el Comité Asesor liderado por Fernando Simón fue desde marzo de 2020 informado que el carácter de toda decisión sobre el covid en España sería política antes que científica.
Hoy, gracias a la acción legal de ciudadanos, se han desvelado informaciones y datos también por ejemplo de las autoridades canadienses a la hora de imponer en 2020 el uso de máscaras. El grueso del debate interno entre los burócratas canadienses fue entre el 11 de abril y el 16 de mayo. Lo más llamativo de ese debate, ya no debería ser sorpresa, es que éste no trató de ciencia ni evidencias, sino fue puramente político. Barbara Raymond confirmó en abril de 2020 en mails con miembros del gobierno canadiense que “la evidencia sobre el uso de máscaras en espacios no hospitalarios es limitada en calidad y cantidad”. Es francamente difícil exagerar lo pseudocientífico, o podríamos decir más propiamente anticientífico, del uso de máscaras frente a virus. Lo más preocupante no es ya el hecho en sí de la imposición social y psicológica de estos artilugios sino la capacidad de la imposición de cualquier imaginable cosa por falsa o absurda que sea mediante el uso de la propaganda, la censura y el miedo.
- 23 de julio, 2015
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