Bitcoin: ¿arrogancia liberal?
Publicado originalmente el 24 de febrero de 2013
Identificar oportunidades de negocio en un ambiente económico generalmente adverso como el de la Gran Recesión iniciada en 2007 y 2008 es siempre una tarea cuanto menos dificultosa, tanto como para los economistas tradicionales ha sido tratar de explicar qué es lo que desde al menos los últimos ochenta años ha estado sucediendo en la Ciencia Económica como para no poder advertir las causas y consecuencias de las recurrentes recesiones económicas.
No obstante, para economistas que en determinado momento incluso fueron calificados de intransigentes, la Ciencia Económica se había adelantado a la misma Gran Depresión con Ludwig von Mises, con mucho el economista más brillante del siglo pasado, cuando ya en 1912 sostuvo que estos problemas tenían que ver con dos elementos fundamentales de la economía de entonces y la actual que no ha cambiado de manera sustancial: la producción de un tipo particular de dinero por los bancos centrales, y la moneda y el control monopólico de los gobiernos sobre la misma (1912; p. 338):
[L]legará un momento en que ya no será posible seguir aumentando la circulación de medios fiduciarios. Entonces se producirá la catástrofe, con las peores consecuencias, y la reacción contra la tendencia alcista del mercado será tanto más fuerte cuanto más largo haya sido el período durante el cual el tipo de interés de los préstamos estuvo por debajo del tipo natural de interés y cuanto mayor haya sido el alargamiento de los procesos indirectos de producción no justificados por la situación del mercado de capital.
Con un correcto diagnóstico, en el intento de buscar una alternativa a las monedas nacionales cuyo valor los gobiernos controlan, al menos desde 2009, año en que la Reserva Federal inicia sus programas de masiva monetización de deuda, nacieron iniciativas empresariales que identifican oportunidades de negocio que de alguna manera u otra reflotarían la economía, como es el caso de las monedas electrónicas Freicoin y ahora la nueva Amazon Coin.
Es cierto que el progresivo descontento hacia el actual sistema monetario está llevando a muchos a plantearse nuevos sistemas de intercambio que escapen al inflacionismo y a la manipulación de los gobiernos. Sin embargo, algún liberal desprevenido podría presuponer que las Bitcoin constituyen una verdadera respuesta espontánea de los mercados en este sentido, y particularmente frente al dólar estadounidense, pero las monedas electrónicas en realidad tienen muchos problemas por los cuales se podría guardar al menos cierto escepticismo en relación a que sea lo más recomendable como inversión.
Carl Menger hizo un aporte verdaderamente importante y fundamental para entender el principal problema de las Bitcoin. Cuando Menger sostuvo ya en 1871 que el dinero, al igual que el derecho y el lenguaje, es una institución evolutiva que nace espontáneamente como fruto de la participación de los seres humanos para vivir en sociedad, al mismo tiempo decía que el dinero no había nacido como fruto del diseño deliberado de una persona para realizar intercambios indirectos que superasen el trueque.
Más importante aún, lo que hizo Mises siguiendo la línea de su predecesor Menger, fue aplicar la teoría evolutiva de éste último en reversa. Con el teorema regresivo del dinero, no se sólo resolvía el razonamiento circular de la determinación del precio o poder adquisitivo del dinero (aquel que estaría determinado por la oferta y demanda de dinero, y que al mismo tiempo lo que determina la demanda de dinero es su precio o poder adquisitivo), sino para explicar que la adquisición de dinero sirve no para consumir o como factor de producción, sino para adquirir algo en el futuro en función de su precio o capacidad adquisitiva (1949; pp. 491 y 492):
Tal poder adquisitivo depende del que el dinero tuvo en el pasado inmediato, en el instante que acaba de transcurrir. Ese proceso regresivo no prosigue sin fin. Si recorremos hacia atrás, paso a paso, ese proceso seguido por el poder adquisitivo, llegamos finalmente a aquel instante en que el bien en cuestión comenzó a utilizarse como medio de intercambio.
O como afirmaría Hülsmann más recientemente (2008; p. 23):
It would be extremely risky to buy a commodity for indirect exchange without knowing its past prices; as a consequence, the spontaneous emergence of a medium of exchange is virtually impossible whenever such knowledge is lacking.
De esta manera, cabe preguntarse entonces, ¿cuál es el material de valor previo de los Bitcoin? Peor aún, ¿cómo se determinó la cantidad tope de 21 millones de bitcoins necesarios en el mercado? Difícilmente podrá encontrarse una respuesta satisfactoria. Parece ser, aunque derivados de una legítima perspicacia empresarial, que estos diseños virtuales que buscan ser dinero son en sí mismos víctima del constructivismo, un error propio del racionalismo cartesiano más consabido que observa al hombre como simplemente capaz porque está dotado de razón sin necesidad de interacción mutua con otros individuos; esto es, por tanto, cuestionable.
Sostendrían los hayekianos que en tanto no se experimente no se hace ciencia. Pues, así como sucedió con el oro y la plata por antonomasia durante más de dos mil años de civilización, serán los empresarios quienes se encarguen de encontrar espontáneamente un commodity superior a aquellos metales que respalden la moneda frente al oxígeno que respalda a las bitcoin y que no dista demasiado de la simple promesa gubernamental detrás del dólar estadounidense, y que el público, aunque de manera ingenua, se ha visto resignado a aceptar.
Por otro lado, no obstante de que frente al oro y la plata los bitcoin reflejan una carencia absoluta como depósito de valor, de que las discusiones sobre su practicidad son secundarias y que por tanto no distan mucho de las que ofrece el dinero fiduciario actual, resulta importante destacar el hecho de que el lenguaje de los precios en el que este dinero electrónico busca expresarse, es decir, la inflación, responda a un diseño algorítmico controlado. Esto significa que, al igual que sucedió con el esperanto que pretendía ser una planificada lengua auxiliar internacional destinada a cambiar el mundo, y que solamente resultó en un rotundo y vergonzoso fracaso, el bitcoin podría fracasar por el simple hecho de ser también un ingenuo diseño deliberado. Pretender reemplazar el lenguaje de los precios por un mecanismo diseñado de manera tan elemental y deliberada -habrá que insistir- como un algoritmo es cuanto menos intelectualmente arrogante y pretencioso.
Finalmente y como corolario, ¿los liberales defensores de las criptomonedas habrán advertido si aquellas guardan alguna diferencia significativa con aquella moneda de cobre que Krugman propuso acuñar para saldar el estratosférico déficit público estadounidense, añadiéndole una relación precio-valor arbitraria de un billón de dólares? Antes que diseñar una moneda electrónica, ¿no sería incomparablemente mejor primero eliminar el curso forzoso del dinero fiduciario actual y traer de vuelta la verdadera moneda electrónica que fue la e-gold y que la Reserva Federal suspendió por la vigente legislación confiscatoria del oro a sus ciudadanos?
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