La irracionalidad de las armas
Hay un parte de este debate que se intenta realizar de forma racional. Aquí aparecen cifras, argumentos legales, derechos, etc. Después de años de poner atención a todo, uno no puede más que afirmar que son meros intentos de racionalizar sentimientos.
Y hay cuatro tipos de sentimientos en la sociedad sobre las armas:
- La desconfianza de los individuos, hasta el punto de que ninguno pueda tener ninguna herramienta que le permita escapar de la voluntad colectiva.
- El que te hace concebir la defensa propia como algo que no está a tu alcance, y, por tanto, se la niegas al conjunto de la sociedad.
- Aquel que te hace desconfiar del Estado, hasta el punto de que consideras ilegitimo que éste prive a un individuo de permanecer armado.
- El que nace de la familiaridad con objetos, que no dejan de ser herramientas, y cuyo uso te permite desmitificarla y poner el foco en la persona que la utiliza.
En Europa, y concretamente en España, los dos primeros sentimientos son comunes en casi toda la izquierda, y una buena parte de la derecha. El tercero, solo es frecuente en la derecha liberal, y no en toda. Y por desgracia, el cuarto es cada vez menos común, según se van limitando las pocas actividades que permiten familiarizarse con las armas de fuego. A los que hay que sumar que la regulación de su uso es tan estricta, que desencadena una indefensión aprendida en sus usuarios.
Por lo tanto, estamos ante un escenario donde la defensa del derecho a la tenencia de armas, no ya a su porte, es un ejercicio fútil. Eso no quiere decir que se tenga que abandonar, pero sí que habría que intentar no abordarlo desde el punto de vista racional, algo que no va a llevar a ninguna parte.
Atendiendo a los sentimientos que hay en juego en este tema se puede tener una estrategia más inteligente para abordar este reto:
Aquellos que desconfían del individuo y solo quieren un ente que lo dirija todo son un caso perdido. No habría que perderse en sus racionalizaciones y apuntar a la causa de fondo que las provoca.
Para disminuir la percepción absurda de la incapacidad de defensa propia solo hay un camino: entrenar la capacidad de defenderse. Una sociedad que no lee porque otros, el Estado, ya lee por ellos, es obvio que está condenada. Pasa lo mismo con la defensa propia. Pero por algún motivo, son precisamente aquellos que pasan mucho tiempo leyendo los que más rechazan la idea de tener que entrenar ciertas destrezas físicas.
Difundir una sana desconfianza en el Estado. Tanto de sus intenciones, como de su eficacia. Aquí toda la filosofía liberal juega un papel fundamental, así que es un punto que ya estamos cumpliendo.
Y, por último, hay que mantener como sea la utilización civil actual de armas de fuego en España. La caza y el tiro deportivo son la única razón por la cual aún podemos escapar de la intención estatal de monopolizar totalmente las armas. Por lo tanto, son activades a defender y proteger.
Puede parecer una tarea titánica, pero por desgracia, vamos a tener un aliado en esta labor: el aumento de la inseguridad que nos va a acompañar en los próximos lustros. Lo que hace más necesario que nunca empezar a revertir la manipulación social que nos ha llevado a donde estamos. Y como toda manipulación, no va de razones, sino de sentimientos.
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