La teoría del cierre categorial y la economía: VI Propiedad, violencia y Estado
Puede verse tambien la Parte I, II, III, IV y V de este trabajo
La base de la cultura es el relato. Y, por muy manoseada que esté hoy en día la palabra, lo cierto es que el poder del relato es casi absoluto. Lo que somos y lo que pensamos se basa en un recuento ordenado, y cargado de significado, de hechos. Por eso la Historia tiene ese papel predominante en la cultura y, en última instancia, en el ser de un país.
La Historia también tiene un papel muy importante en la construcción de la visión que tenemos de nosotros mismos. Lo que podemos llamar ideología, en términos muy generales, tiene un diálogo permanente con la reconstrucción del pasado.
En el caso de la escuela de Gustavo Bueno, como hemos visto, la Historia no es sólo el sparring de su concepción de las ciencias sociales, sino que juega un papel axial. Es la Historia la ciencia que va a proveer a las ciencias sociales, reconstruidas con el criterio de demarcación del cierre categorial, de las categorías sobre las que operar.
Pero como la historia no habla por sí sola, e incluso las categorías más asentadas, atrapadas en las palabras que utilizamos, tienen vida propia y mutan, el empeño es más complicado de lo que parece.
Ademas, Luis Carlos Martín ya ha decidido que va a seguir el camino (¡método!) de la dialéctica de los Estados. De modo que se sube a los tronos y palacios, y disecciona desde ahí la realidad económica para luego analizarla.
No tenemos más que ir a la página 44 y aprender que su punto de partida es que “la reordenación de las ideas económicas pasa por la ‘vuelta del revés’ de la metafísica humanista solidaria de la idea de dinero, y por tanto del propio marxismo. ¿Cómo? Partiendo de las necesidades de múltiples grupos o bandas de homínidas que en el ejercicio coactivo de sus derechos, es decir, en el ejercicio de su fuerza, se apropian de territorios formando Estados y posibilitando así la producción y distribución de riqueza. Tal es el fundamento materialista que exige una idea de conexiones materiales férreas como base de la fuerza de obligar de las relaciones jurídicas, políticas y económicas. No alcanzamos a ver ningún ejemplo histórico real (no ya antropológico) donde no se emplee la fuerza como última garantía de la propiedad, los contratos y la moneda. Partir de otros presupuestos es volver a la guerra de espíritus divinos o a la conciencia de seres humanos, buenos o malvados”.
Esto exige que nos detengamos un momento. La escasez suscita el problema económico, y la violencia es un modo de procurarse lo que el otro tiene y uno necesita. Pero la violencia es de resultado harto incierto, y es el instrumento de un juego de suma cero en el mejor de los casos; negativa en la práctica totalidad.
La propiedad delimita el ámbito de actuación de cada uno. Saber lo que yo poseo y lo que tú posees, por un lado parte del reconocimiento mutuo sobre esa delimitación de nuestro actuar, y por otro lo favorece. Bien, siempre podemos saltarnos ese reconocimiento mutuo y recurrir a los medios políticos para satisfacer nuestras necesidades (el robo, el asesinato, etc). Pero también podemos utilizar los medios económicos: la producción propia de nuestras necesidades, o la colaboración con otros (y su propiedad) por medio de la división del trabajo que, si es medianamente compleja, se acompañará de otras instituciones: el dinero, los precios, y demás.
Seamos más precisos. Hay dos caminos de procurarse los bienes: el criminal y el económico. El primero entra en la categoría de lo político (el expolio de una parte de la sociedad para reparto al propio Estado y a otra parte de la sociedad que le apoya) cuando el crimen adquiere un alto grado de complejidad y alcance, y se reviste de alguna ideología de lo justifique o revista de otra cosa.
Los tres modos de procura (no necesariamente de producción) conviven en la historia: el económico, el político y el criminal. El problema político consiste en plantear una relación entre los tres. Los anarquistas creen que hay una producción económica de limitar el crimen sin el concurso de los medios políticos. Desde el liberalismo o distintos grados de socialdemocracia se plantea someter la política (el latrocinio organizado) a otros fines que no le son propios. El conservadurismo cree que la política debe quedar sometida a los fines tradicionales. Y el socialismo somete todo a la política.
La producción económica, basada en la delimitación y defensa de la propiedad y en el acuerdo entre personas, tiene que vivir necesariamente con algún grado de criminalidad. Y la respuesta ante la violencia extractiva ha de ser también la violencia, centralizada y política (el monopolio de la violencia de Max Weber), o descentralizada y económica. Dicho de otro modo: El Estado no ha sido el único que garantiza la propiedad, y no es necesario que sea así. Y, lo que es más importante, no podemos partir de que el Estado realice una labor legítima, como es la defensa de la propiedad, para restarle legitimidad a ésta. ¡Es la defensa de la propiedad la que le da legitimidad al Estado, y no al revés! Y el hecho de que también el Estado defienda la propiedad, cuando lo hace, no le otorga un papel definidor de las categorías económicas.
Por eso su afirmación de la página 46 “no olvidemos nunca que la propiedad particular la garantiza cada Estado (en particular), no la naturaleza humana ni la diosa razón” queda colgada en el vacío. La razón puede llegar a la conclusión ética de que la propiedad es una institución adecuada a la naturaleza humana (a lo que el hombre es). Pero eso no empece que la defensa de los derechos concretos de propiedad deban defenderse, en ocasiones, de la violencia de otros con los medios propios o contratados, o que lo haga el Estado de forma vicaria. Ni esto último puede desmentir lo primero, como el hecho de que tenga que quitarme un bozal no desmiente que yo tenga el derecho a expresarme libremente.
Hemos visto en la cita de la página 44 cómo Luis Carlos, por un camino diferente (cabe aventurar), que el de Hegel, llega a la conclusión de que los Estados son el estadío final de una evolución que comenzó con el violento deambular de grupos de homínidos. Debemos al materialismo de Martín que nos ahorre metáforas como la del “desdoblamiento” o “aparición” (Entzweiung), y se limita a constatar al Estado como hecho, y no como manifestación del espíritu (¿de quién?) o realización de la razón universal (¿?). Y eso se lo tenemos que agradecer.
Serie La teoría del cierre categorial y la economía
- 28 de diciembre, 2009
- 23 de julio, 2015
- 14 de noviembre, 2014
- 5 de noviembre, 2015
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