Bastiat, lo que se ve y no se ve
Hace poco me preguntaron por qué decidí escribir una columna de opinión. También me preguntaron con qué libro se inició mi interés en la corriente de pensamiento del liberalismo clásico. En ambos casos la respuesta tiene que ver con un librito que reunía algunas obras del periodista económico francés Frédéric Bastiat (1801-1850). En el prólogo de este libro, Francisco Cabrillo señala:
“Bastiat no fue nunca un profesor universitario; pero tampoco fue un empresario o comerciante relevante, el otro grupo importante del que solían formar parte quienes se ocupaban de los problemas económicos en el siglo XIX. No tuvo responsabilidades de gobierno y su papel en la vida parlamentaria fue limitado. Fue, eso sí, un escritor de prestigio y un periodista muy conocido; pero solo durante algunos años… su vida pública duró apenas seis años. Sin embargo, su influencia en la política económica de Francia, y en la de otros países, como España, fue grande”.
Tampoco fue un teórico original, era más bien un excelente intermediario de ideas complejas entre la élite de expertos y los lectores ávidos de entender principios básicos de economía.
La Francia de Bastiat, quien vivió escasos 49 años, se asemeja a no pocas sociedades en América Latina:
“… una economía en la que las empresas industriales eran, en la gran mayoría de los casos, empresas familiares, que rara vez acudían al mercado de capitales para su financiación. El sector financiero, por su parte, tenía un bajo nivel de desarrollo y los instrumentos que se utilizaban en las operaciones mercantiles eran muy limitados… La agricultura, en cambio, había alcanzado un grado de prosperidad bastante elevado para los niveles de la época; y la influencia de sus grupos de interés había conseguido un nivel de protección elevado…”.
El estilo de Bastiat consistía en llevar una idea hasta sus últimas consecuencias, método que además de ser eficaz en resaltar incoherencias, puede ser cómico. En la “Petición de los fabricantes de velas a los señores diputados” Bastiat argumentó que si el sol nos ofrece luz gratuita y de excelente calidad, lo que realmente está haciendo es competir de manera injusta con los fabricantes franceses de velas. Además, el estilo de Bastiat comprendía señalar “lo que se ve y lo que no se ve”, esto es, considerando las consecuencias secundarias del intervencionismo, que suelen ser adversas y, por su naturaleza dispersa, menos evidentes.
En “El cristal roto” combate de manera anticipada el keynesianismo. En “El Estado” aporta su célebre definición: “El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de todo el mundo”.
Las obras de Bastiat en España suscitaron gran interés, entre 1846 y 1870 se publicaron al menos 14 ediciones de sus obras, otras en Hispanoamérica. Por cierto, una de estas se encuentra en la biblioteca abandonada de Vicente Rocafuerte en el colegio que lleva su nombre.
Pero tal vez su influencia más duradera ha sido en todos aquellos individuos que fuimos llevados a intentar aprender enseñando a través estos artículos. Algunos de ellos, a su vez, utilizaron su método con gran destreza, como el periodista económico estadounidense Henry Hazlitt (La economía en una lección), Leonard Read (Yo, el lápiz), entre otros.
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