El ascenso global de la clase media patrimonial
Hace unos días, se publicó el famoso informe anual de Credit Suisse sobre distribución mundial de la riqueza. Quizás uno de los datos más destacados del documento sea el de que, por primera vez en la historia, más del 1% de la población adulta mundial (unos 56 millones de personas) posee un patrimonio neto personal superior al millón de dólares. En cambio, en 2010, los millonarios apenas alcanzaban el 0,5% de la población global, menos de 30 millones de personas. De ahí, por cierto, que estén acaparando una tarta mayor de la riqueza global: mientras que en 2010 amasaban el 38,5% de toda la riqueza existente, en 2020 controlaban el 45,8%.
Si atendiéramos al discurso habitual sobre los términos de distribución de la riqueza, deberíamos concluir que, si los ricos se han vuelto más ricos, entonces inevitablemente los pobres se han tenido que volver más pobres. Si una minoría se queda con un mayor porcentaje de la tarta total, entonces la mayoría tendrá, por necesidad, que recibir una menor porción de esa tarta. Pero la sabiduría convencional en esta materia yerra porque, como solemos repetir, la economía no es un juego de suma cero y el tamaño de la tarta no está dado sino que puede crecer.
Y es que, durante la última década, el tamaño de la tarta global de riqueza ha aumentado de manera muy sustancial: mientras que en 2010 el valor de toda la riqueza mundial —en realidad, de toda la riqueza mundial que es capaz de contabilizar el informe— ascendía a 230,8 billones de dólares, en 2020 ha sido de 418,3 billones. En una década, el patrimonio neto global se ha casi duplicado. Y si lo comparáramos con el año 2000, la riqueza se habría casi cuadruplicado, al partir entonces de un monto de 117,8 billones de dólares.
Pero, en contra de lo que intuitivamente podría pensarse, que cada vez haya más ricos no significa que cada vez haya más pobres, sino más bien al revés: durante la última década, el número global de pobres (en materia patrimonial) también ha caído apreciablemente. Si en el año 2010 había 3.054 millones de adultos con una riqueza inferior a los 10.000 dólares, en 2020 esa cifra se ha reducido hasta los 2.879 millones (a pesar de que el número total de adultos se ha incrementado desde 4.518 a 5.233 millones).
Dicho de otro modo, los individuos con patrimonio superior al millón de euros han crecido en 26 millones, pero aquellos con riqueza neta inferior a los 10.000 dólares han menguado en 175 millones de personas. ¿Y dónde han ido a parar todos los demás? Pues el resto ha pasado a integrar una expansiva categoría que podríamos denominar 'clase media patrimonial global'. Así, el número de adultos con un patrimonio entre 10.000 y 100.000 dólares se ha acrecentado desde 1.066 millones de personas a 1.715 millones: un aumento de 650 millones; asimismo, el número de adultos con un patrimonio entre 100.000 y un millón de dólares ha aumentado desde 369 millones de personas a 583 millones: un crecimiento de 215 millones de personas.
Visto desde otra perspectiva: en el año 2000, la riqueza mediana del planeta (que no media) era de apenas 1.575 dólares por adulto; en 2010, esta ya se había incrementado hasta los 4.891 dólares, y a cierre de 2020, era de 7.550 (en Europa, la riqueza mediana ha pasado de 7.023 dólares, a 18.920 y a 26.423 dólares).
En definitiva, durante la última década, más de 850 millones de personas han pasado a integrar la clase media patrimonial global. Los ricos se han vuelto más ricos y los pobres también se han vuelto más ricos. Creo que este es incuestionablemente el dato más relevante, y esperanzador, que se desprende del informe de Credit Suisse: el mundo no solo se está volviendo un lugar con menos pobres en términos de ingresos diarios, sino también un lugar con menos pobres en términos patrimoniales, porque los ciudadanos de todo el planeta se están capitalizando en términos reales y en términos financieros (y eso, aun dejando fuera el en ocasiones más relevante capital humano). Excelentes noticias para la humanidad.
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