¿La economía o la vida?
¿La economía o la vida? Como no recordar aquella frase del presidente de la Nación, Alberto Fernández, el 23 de marzo de 2020, explicando la necesidad de la cuarentena: “Muchos me decían que iba a destruir la economía con la cuarentena. Si el dilema es la economía o la vida, yo elijo la vida. Después veremos cómo ordenar la economía. Efectivamente yo elegí preservar la salud y la vida de la gente. Cuando la crisis de la salud pase, veremos como todo empieza a ordenarse”. El tiempo ha demostrado lo incorrecta de esta apreciación. Vivir es más que no contraer el coronavirus; vivir, para empezar, es también poder llevar el pan a la mesa familiar. No es la economía, son los seres humanos cuyas vidas y las de sus familias han sido destruidas.
¿La economía o la vida? Por entonces, una incorrecta dicotomía, hoy no lo es. Veamos un par de ejemplos. La posibilidad de acceder a una rápida vacunación, frente al lento proceso que se llevaba a cabo en la Argentina, motivó, hace un par de meses, un aumento de la demanda de vuelos a Miami y, dado el fuerte incremento para viajar en forma inmediata, también en el precio de los pasajes. Una obviedad, pero no de utilizarse nuestra aerolínea de bandera.
A modo de ilustración, un vuelo de ida y vuelta por Aerolíneas Argentinas para el 7 de mayo, comprado con pocos días de anticipación, costaba alrededor de 282.000 pesos. Para las semanas siguientes podía ascender, por lo menos, a $ 482.000, según la fecha disponible. ¿No hubiese sido lógico, si se desea privilegiar la vida, que Aerolíneas Argentinas no hubiese incrementado el precio de sus pasajes? Cada vacunado en el exterior salva vidas en nuestro país, no solamente la suya. El beneficio para la sociedad de su vacunación es claramente más alto que para el individuo. ¿Para qué tener una aerolínea de bandera? De no haberse incrementado el precio de los pasajes, de haberse intentado incrementar las frecuencias, tendríamos una razonable justificación, pero sucedió exactamente lo contrario. Aerolíneas Argentinas subió los precios, no se privilegió la vida.
Hoy, la realidad nos brinda otro ejemplo, en el cual aún estamos a tiempo de privilegiar la vida sobre la economía. Como reporta una nota de Infobae del 4 de julio, para el primer fin de semana del mes “sumaban 6.168.340 las personas que esperaban la segunda dosis de la Sputnik V. De esta cifra, 885.822 tenían el plazo vencido para la aplicación del segundo componente”. En total, habían recibido la primer dosis 7.597.622 personas, pero solamente 1.429.282 el segundo componente.
Conforme pasan los días la situación se agrava. Al 22 de junio eran 218.648 los que habían cumplido los 90 días, menos de un tercio que hay en la actualidad. Por cierto, la mayoría de quienes tienen vencido el plazo de tres meses pertenecen a la población de mayor riesgo, en virtud de su edad, quienes fueron los primeros grupos vacunados, luego del personal de salud.
Este hecho y el potencial arribo a nuestro país de la variante Delta del virus, son los disparadores de los estudios que están realizando tanto la Nación como la Ciudad de Buenos Aires con el fin de determinar que vacuna podría ser complementaria de la Sputnik.
¿La economía o la vida? Podríamos estar nuevamente frente a esa disyuntiva, pues una forma potencialmente más rápida de enfrentar el fracaso de la negociación con el gobierno ruso por la provisión del segundo componente de la vacuna y, por ende, de reducir el riesgo que enfrentan quienes pertenecen a la población más susceptible frente al Covid-19, es admitirlo y considerar la posibilidad, de no existir contraindicaciones, de comenzar la administración de dos dosis de cualquier otra de las vacunas disponibles en forma inmediata. Con ello, no sería necesario evaluar la efectividad de intercambiar vacunas, tan sólo su seguridad. Es una posibilidad, ¿por qué no evaluarla?
Costos y beneficios, nada es gratis, las vacunas tampoco. Cada día que eventualmente se gane, salvaría vidas. Vale la pena considerarlo. La economía o la vida una vez más, pero esta vez podría no ser una falsa dicotomía.
El autor es rector de la Universidad del CEMA y miembro de la Academia Nacional de Educación.
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