El problema de bitcoin
Bitcoin, mediante la unión de tres tecnologías (función hash, árbol de Merkle y la prueba de trabajo) consigue eliminar el problema de la ausencia de custodios y la falta de confianza entre los participantes en el mantenimiento de un libro de contabilidad público compartido permanentemente. Mediante este sistema, se consigue lograr la colaboración de diferentes agentes llamados “mineros” cuya función es la de validar las transacciones antes de añadirlas al libro de contabilidad a través del esfuerzo, gasto computacional y energético requerido por la prueba de trabajo para su validación. Este método requiere cantidades mayores de energía para su funcionamiento.
Los anteriores mineros obtienen su remuneración tanto de la recompensa que obtienen al minar un bloque nuevo (señoreaje) como de las comisiones de las transacciones. En el futuro, como la cantidad de bitcoins está prefijada desde el nacimiento de la criptomoneda, las únicas recompensas que recibirán los mineros por su trabajo serán únicamente las recibidas por las comisiones de las transacciones. Todo esto hace completamente dependiente a Bitcoin de los mineros de manera indefinida. Esto es un problema.
Bitcoin necesita que exista a perpetuidad una gran cantidad de mineros para que se puedan seguir realizando transferencias a través de su blockchain, pero estos mineros en el futuro lejano puede que no sigan interesados en participar dado que dejarían de recibir Bitcoins. Es decir, si el mantenimiento de la red no les genera beneficios en Bitcoin perderán el incentivo a mantener una red en donde se hacen transferencias en una moneda que no poseen. Por tanto, en el momento que los mineros se extingan, el valor de Bitcoin valdrá cero. Si al menos este activo produjese dividendos recurrentes, su valor futuro al menos seria el de la suma de los descuentos de esos dividendos traídos al presente.
No podemos esperar que una anotación en un libro de contabilidad que requiere un mantenimiento activo por parte de personas interesadas e incentivadas mantenga su presencia física, una condición para su valor monetario, durante un periodo de tiempo tan largo.
Por el contrario, los metales preciosos no necesitan mantenimiento continuo. Una joya de oro no se va a pudrir, ni desgastar ni apenas oxidar. Esa joya producida hoy será la misma dentro de 1.000 años. Su mantenimiento es mínimo si no nulo. Incluso en el peor de los casos en el que el precio de los metales preciosos disminuya enormemente, esa joya ha servido de complemento durante años.
Por el momento, el interés en la red por parte de los mineros depende más de la revalorización de la criptomoneda que de el volumen de las transacciones subyacentes. Eso deberá cambiar en algún momento futuro si queremos que esta moneda sobreviva por mucho tiempo.
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