¿Por qué cerrar jardines de infantes y escuelas primarias?
Frente a la grave situación epidemiológica que estamos transitando puede parecer una pregunta menor, hasta impertinente, pero a mi entender, por demás relevante, preguntarnos si el cierre de jardines de infantes y escuelas primarias contribuye realmente a reducir el número de contagios y muertes producidos por el Covid.
A esta altura, la evidencia científica internacional, no la opinión de expertos, ha demostrado que mantenerlos abiertos implica un riesgo muy reducido para los niños, e indistinguible del que sufrirían en otras profesiones el personal docente y administrativo, asumiendo que se siguen las prácticas llevadas a cabo con éxito en otras latitudes.
Sin embargo, es claro que ello es tan sólo una cara de la moneda, cómo trasladarse de las casas a las escuelas en forma segura es la otra cara y el argumento que debe reducirse la movilidad al máximo, en este momento en que la llamada segunda ola de este tsunami sanitario ha llegado con toda su fuerza, encontrando una población escasamente vacunada, es absolutamente razonable y merece ser considerado.
Comencemos por la educación universitaria. La mayoría de los estudiantes, en esa etapa de su formación, utilizan medios de transporte públicos para concurrir a las casas de altos estudios donde llevan a cabo los mismos. Por ende, frente a la necesidad de un confinamiento más estricto, como el que actualmente se ha decretado, resulta totalmente razonable la no presencialidad.
Es claro que respecto a las escuelas secundarias podríamos discutirlo, pero asumamos que muchos estudiantes concurren a escuelas lejanas a sus domicilios, por lo que también puede resultar razonable la no presencialidad, por un período acotado de tiempo.
Pero, ¿quién puede pensar que un número significativo de chicos que concurren a escuelas primarias, y ni que hablar a jardines de infantes, utilizan medios de transporte públicos para concurrir a colegios y jardines lejanos a sus domicilios? Definitivamente, no es una foto razonable de la realidad.
Por ello, mantener los jardines de infantes y las escuelas primarias abiertas, evitando el inmenso daño que se les está haciendo a los chicos, como innumerables estudios científicos lo atestiguan, no incrementaría significativamente la movilidad y, por ende, no atentaría contra las restricciones llevadas a cabo para enfrentar el actual pico de la pandemia.
Por supuesto, de mantenerlas abiertas se deberían trasladar los maestros y el personal administrativo, pero, ¿no es un maestro personal tan esencial como muchas de aquellas categorías que están autorizadas a utilizar el transporte público?
¿Por qué cerrar los jardines de infantes y las escuelas primarias? No hay forma de justificarlo. Afortunadamente para muchos de los hoy llamados expertos, su edad los protegerá de contemplar las consecuencias que han generado sobre la vida que habrán de llevar en su adultez estos niños que sencillamente no van a la escuela.
Ellos son pequeños, indefensos. Si nuestra sociedad no privilegia su derecho a aprender, no tendrán futuro alguno en la sociedad del conocimiento en la cual les tocará desarrollarse y nosotros, los adultos, seremos los únicos responsables. No hagamos como el avestruz, aceptémoslo y no cerremos los jardines de infantes ni las escuelas primarias un solo día más.
El autor es miembro de la Academia Nacional de Educación y rector de UCEMA.
- 28 de diciembre, 2009
- 28 de marzo, 2016
- 29 de mayo, 2015
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