Flexibilidad para la educación
No celebramos la política exterior imperial, ni mucho menos muchas de las políticas domésticas que ese país tiene hoy. Sí celebramos ese gran documento, la Declaración de Independencia de EE.UU., y el progreso en libertades y prosperidad que las ideas plasmadas ahí han permitido. Los liberales las celebramos, ya que las ideas no tienen nacionalidad y estas siguen teniendo relevancia a nivel mundial.
A los líderes latinoamericanos con complejo de redentores les convendría leer el segundo párrafo del documento mencionado, donde se dice que los seres humanos somos creados todos iguales –y con esto los autores no pretendían darle poder al Estado para que todos tengamos igualdad de resultados o de oportunidades sino limitarlo para que todos seamos iguales ante la ley– con ciertos “derechos inalienables” como “la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad”. Inalienables significa que cada uno de nosotros nace con esos derechos y que la razón de ser del Estado es protegerlos, no darlos.
Para proteger esos derechos, dice este párrafo, es necesario que exista el derecho (y el deber) del pueblo a rebelarse contra aquellos que atentan contra el orden constitucional que se ha establecido para proteger esos derechos: “…cuando una larga Sucesión de Abusos y Usurpaciones, todos ellos encaminados de manera invariable hacia el mismo Objetivo, revelan la Intención de someter a dicho Pueblo al absoluto Despotismo, es su Derecho, es su Deber, derrocar a tal gobierno y nombrar nuevos Guardianes de su futura Seguridad”. El resto de la Declaración es una lista de quejas de los colonos acerca de los abusos de poder del Rey de Gran Bretaña.
Luego de que declararan su independencia basándose en las ideas del Segundo Tratado de Gobierno de John Locke, demoraron más de una década en plasmar esas ideas en su Constitución. Pasarían décadas antes de que esas ideas derivaran en la eliminación de la esclavitud y casi dos siglos antes de que resultaran en la eliminación de la discriminación racial por parte del Estado. Martin Luther King Jr. citaría este documento en su famoso discurso “Tengo un sueño”, diciendo “[La Declaración de la Independencia] fue una promesa de que a todos los hombres, sí, a los blancos y a los negros, se les garantizarían los ‘derechos inalienables’ a ‘la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad’”.
Nótese que en ninguna parte en este documento que promueve la libertad individual se incluye la palabra democracia. Esa palabra tampoco se encuentra en la Constitución de EE.UU. Esto se debe a que sus autores temían a todo tipo de tiranía, incluso aquella de la mayoría. Los “Padres Fundadores” se esforzaron mucho para diseñar un sistema en el que el poder esté fraccionado: ninguna rama del gobierno estaba por encima de otra, cada una estaba diseñada para limitar el poder de la otra. El economista Steve Hanke lo resume así: “La Constitución fue diseñada para gobernar al Estado, no a la gente”.
En América Latina se ha llegado a pensar que “democracia” es sinónimo de libertad, sin tener en cuenta aquello que temían los Padres Fundadores de EE.UU.: que las democracias fácilmente podían convertirse en tiranías electas. Hay que recordar esto especialmente en países con elecciones donde los ciudadanos tenemos muy buenas razones para temerle a quienes nos gobiernan.
- 28 de diciembre, 2009
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