El poderoso brazo económico de China pone a Zoom de rodillas
En el periodo de confinamiento que produjo el estallido de la pandemia hubo un auge de plataformas para encuentros virtuales. Durante los casi tres meses en los que resultó imposible ver a familiares y amigos, las pantallas de los ordenadores y teléfonos móviles sirvieron de escenarios para celebrar cumpleaños, tertulias y hasta graduaciones universitarias.
Una de las aplicaciones que se ha impuesto durante la crisis ha sido Zoom. Hoy en día no hay empresa, clases o convocatorias profesionales que no se coordinen por medio de una invitación de esta app de videoconferencia que compite en Bolsa con las más grandes compañías tecnológicas.
Zoom está de moda y ahora forma parte de la vida diaria de millones de usuarios que continúan trabajando desde sus casas, al menos mientras no haya visos de que la propagación del coronavirus pueda controlarse con una vacuna.
Pero si bien Zoom ha servido para continuar las conversaciones que ya no se pueden mantener sin precauciones en oficinas o restaurantes, este servicio de conferencias web también se ha prestado para silenciar a disidentes chinos que han intentado alzar sus voces en esta plataforma.
El pasado 4 de junio, con motivo del 30 aniversario de la matanza de la plaza de Tiananmen, un grupo de opositores establecidos en Estados Unidos organizó un encuentro virtual para conmemorar a quienes murieron bajo la feroz represión del régimen chino. De inmediato, el gobierno de Xi Jingping tiró de las orejas a la dirección de Zoom y, mansamente, la compañía desactivó las cuentas de tan incómodos usuarios para la dictadura china.
Una vez más, los genios de la tecnología punta que se han hecho millonarios en la costa Oeste de Estados Unidos (Zoom tiene su sede en San José, California), doblan el espinazo ante el régimen despótico de Pekín con tal de no perder las cuantiosas ganancias que genera el colosal mercado que representa China.
Google, Facebook y Apple han pasado por el aro de la censura, dejando en el aire la posibilidad de que jóvenes desafectos en busca de un cambio puedan ampararse en las libertades que estas empresas sí defienden en Occidente.
En un momento en el que los activistas en Hong Kong luchan por defender el espacio de democracia que conservan a diferencia de China continental, cualquier gesto colaboracionista por parte de plataformas que los podrían ayudar pone en peligro las vidas de quienes salen a las calles para luchar por la libertad.
Zoom ha dado marcha atrás tras la lluvia de críticas, asegurando que las cuentas de los opositores dentro y fuera de China han sido reestablecidas. Pero ha quedado en evidencia que sus intereses económicos son más sólidos que su compromiso con la libertad de expresión. Con el récord nefasto del gobierno chino en relación a los derechos humanos, será cuestión de tiempo antes de que vuelvan a reprimir cualquier manifestación de la disidencia.
Human Right Watch (HRW) ha condenado la “indiferencia” de Zoom y otras empresas ante quienes pretenden ejercer su derecho a la libertad de expresión. Estas compañías suelen escudarse en que se ajustan al “cumplimiento de leyes locales”.
En su informe HRW señala que, si todas estas grandes empresas se unieran frente a las presiones del gobierno chino, se lograría cambiar el equilibrio de una balanza que hasta ahora juega a favor de la censura oficialista.
Pero, ¿qué puede esperarse del mundo empresarial cuando el propio presidente de Estados Unidos (con más alma de negociante que de hombre de Estado) no puede ocultar su simpatía por los hombres fuertes que gobiernan con mano dura?
En víspera de que salga a la venta el tan esperado y también polémico libro de John Bolton, se han divulgado fragmentos en los que el ex Consejero de Seguridad Nacional relata, entre otras alegaciones explosivas, que Trump llegó a pedirle a Xi Jingping que lo ayudara a ganar la reelección en noviembre a cambio de acuerdos comerciales beneficiosos.
Se habla mucho de la pandemia del virus, pero la epidemia de la falta de moral y principios también tiene efectos devastadores. Los muertos de la Plaza de Tiananmen ya no pueden contarlo y hay quienes están dispuestos a impedir que los vivos tampoco puedan conmemorarlos.
©FIRMAS PRESS
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