Deuda y déficit: peligroso enigma boliviano
Evidentemente, el sector fiscal tampoco permite tener un horizonte económico muy halagüeño. Ya antes los niveles del déficit fiscal alrededor del 8% acumulados durante 6 años consecutivos al ritmo de entre $2.000 millones y $3.000 millones anuales, parecían ser, si no insostenibles, muy peligrosos. Sin embargo, en las pocas semanas del gobierno transitorio de Jeanine Áñez se ha tenido conocimiento de una serie de irregularidades alarmantes respecto de las condiciones reales de, por ejemplo, las empresas públicas, que constituían a una fuente de pérdida de recursos alarmante y mayor a la reportada oficialmente.
Por ejemplo, el caso de Boliviana de Aviación parece convertirse en un caso emblemático del problema del déficit crónico, profundo y estructural.
Ya en agosto se anunció que BoA recibiría una inyección de capital de $us 17 millones y que podría hacer compras directas, lo que no podía considerarse otra cosa más que un serio problema estructural en las finanzas de la empresa, pero además ya se tuvo conocimiento también sobre al menos 36 incidentes en 10 años de operación, que ilustraban el elevado riesgo de volar en la aerolínea nacional, además de las quejas permanentes de sus usuarios por constante impuntualidad y falta de higiene en su aeronaves.
Empero, el pasado de noviembre, luego de la crisis provocada por el fraude, se supo que BoA Regional registraba pérdidas por $us 16 millones, y que, peor aún, el 3 de diciembre se tuvo conocimiento de un informe que el gobierno de Evo Morales había tenido bajo reserva, que reportaba irregularidades en BoA, entre ellas, que la aerolínea estaba financiaba sus gastos no recuperables con reservas internacionales del Banco Central de Bolivia, que por cada boliviano que recaudaba, BoA gastaba el doble.
En las gestiones 2017 y 2018 los costos de la empresa aérea estatal se incrementaron considerablemente: sus ingresos fueron de Bs. 28 millones más que sus gastos (Bs. 1.593 millones de costos de operación, frente a Bs. 1.621 millones de ingresos de operación), provocando que sus utilidades cayeran de Bs. 50 millones a Bs. 4 millones en sólo dos años, presentando un superávit de apenas el 1.7%. Además, se comprobó irregularidades también en los contratos de provisión de catering.
Entonces, si apenas a un mes de la renuncia de Evo Morales se tiene conocimiento de problemas tan graves solamente sobre una de las empresas públicas más importantes del país, ¿a cuánto ascendía realmente la cifra del gasto público del gobierno de Morales? ¿De qué tamaño es realmente la cifra del déficit fiscal?
De hecho, también se supo, al menos por el momento, que, de 28 empresas del Estado, 16 presentan déficit operacional, o que presentan superávits verdaderamente incipientes.
Por el momento, a lo único que ha apuntado a advertir José Luis Parada respecto del gasto totalmente desorbitado, el nuevo Ministro de Economía, es a decir que el gasto de 13 años del gobierno de Evo Morales corresponde al gasto de 70 años de otros gobiernos.
Ahora bien, respecto de la deuda pública las cifras tampoco están claras. Hay algo ciertamente inquietante respecto de la deuda pública, particularmente la contraída con China, que se ha convertido de la noche a la mañana en el principal acreedor de Bolivia con alrededor de $1.000 millones. Sin embargo, lo que más llama la atención es la manera en que esta se dispara: si las declaraciones del Embajador de China de 2018 son ciertas, sobre el hecho de que la deuda de Bolivia con aquel país no es de aproximadamente $800 millones, sino de $7.500 millones, entonces la deuda pública total de Bolivia sería superior al 64% del PIB, al menos hasta mediados de 2019.
Más aún, el panorama queda todavía menos claro cuando Diálogo Interamericano sostiene que la deuda de Bolivia con China es de $2.500 millones, añadiendo el hecho de que se trata del quinto país de América Latina con mayor deuda con el gigante asiático.
Además, también sería muy útil destacar la estrategia detrás de China como uno de los mayores acreedores del mundo:
[E]l programa global de inversión y préstamos (de China) equivale a una trampa de deuda para los países vulnerables de todo el mundo, alimentando la corrupción y el comportamiento autocrático en las democracias en apuros.
Entonces, si por casualidad se disparase una típica crisis financiera por exceso de deuda que derivara en recesión, ya se verá, pero, eso sí, lo que verdaderamente importa de la deuda no es necesariamente su acumulación respecto del PIB, sino su flujo, donde el análisis de la coyuntura internacional es determinante, mirando variables fundamentales como los precios del petróleo, los flujos internacionales de capitales entre las primeras economías y las emergentes, y las tasas de interés fundamentalmente de la Reserva Federal de los EEUU, y en lo doméstico, la capacidad de exportación del país para honrar sus deudas. En este sentido, el cuadro podría ser todavía más complicado.
Y finalmente, si bien la deuda pública externa, de aproximadamente $10.670 millones, sería relativamente manejable, cuando se toma en cuenta que la deuda pública del Banco Central de Bolivia con las empresas pública es de alrededor de $7.000 millones de dólares, además de la deuda pública interna del TGN que se encuentra entre $4.500 millones, el panorama cambia: la deuda pública total asciende a $22.000 millones, es decir, del 52% del PIB.
Ya habrá momento de hablar de la deuda privada también. En el entretanto, ¿el Movimiento al Socialismo cooperará desde el Parlamento para evitar que la economía deje de caer?
- 23 de julio, 2015
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