Chile: Elusión constitucional y movilización social
La historia reciente de Latinoamérica nos dice que cuando la izquierda está gobernando y pierde las elecciones, desconoce los resultados y se eterniza en el poder. Así lo hizo Maduro en Venezuela y dos veces Evo Morales en Bolivia. Primero, el 21 de febrero de 2016 cuando perdió el plebiscito convocado para que la ciudadanía se pronunciara sobre un cambio a la Constitución y desconoció el veredicto popular apelando al Tribunal Constitucional una violación a su “derecho humano” a presentarse a la elección presidencial. La segunda vez fue hace una semana, cuando, computados un 90% de los votos de la elección que nunca debió realizarse, interrumpió el escrutinio porque no obtenía la ventaja de 10 puntos necesaria para ganar en primera vuelta. Al día siguiente apareció ganador por un margen ligeramente superior al 10%, evitando así ir a la segunda vuelta que, según todas las encuestas, perdía contra Carlos Mesa. Ni un pudor para robarse las elecciones.
Pero esta mala práctica de la izquierda se está llevando a estadios superiores en Chile. La izquierda, amparada en las protestas y desórdenes en la ciudad, cuyo origen aún no ha sido aclarado, pero tiene un evidente componente insurreccional, pretende derribar al Presidente Sebastián Piñera antes que termine su mandato. Este movimiento insurgente tiene dos vertientes: la primera es la dura, representada por el Partido Comunista y el Frente Amplio, que quieren sacar de todos modos a Piñera antes que termine su mandato constitucional, ya sea con la presión de la calle, lo que es un golpe de estado, o por una acusación constitucional que presentarían en su contra, que al menos es una alternativa constitucional, pero que tienen baja probabilidad de ganar.
La segunda vertiente, que es derrotar a Piñera haciéndolo claudicar de su potestad presidencial, es la que está iniciando la mayoría de los parlamentarios de oposición. Puede resumirse en un tuit de Jaime Bassa, uno de sus autores intelectuales. Bassa, que intentó objetar las facultades del Presidente para decretar Estado de Emergencia, con amplia cobertura del periodismo de izquierda pero sin mucha atención en la clase política, ha encontrado esta vez más atención a su estrategia insurreccional. ¿Qué dice su tuit? «Propuesta de proceso constituyente en tres pasos: movilización social, plebiscito y asamblea constituyente».
Examinemos ahora qué es exactamente lo que pretende esta estrategia ya revelada por Bassa. El Capítulo 15 de la Constitución establece los mecanismos para reformarla, que, en lo sustancial, requieren dos tercios de los parlamentarios. Esta regla mayoritaria no es excepcional en materia constitucional a nivel mundial; la Constitución chilena, de acuerdo a estudios comparados realizados por Libertad y Desarrollo, no es de las consideradas pétreas, sino que admite un razonable grado de cambio. La prueba de ello es que ha tenido más de 200 modificaciones desde 1980.
Pues bien, lo que Bassa plantea y los senadores de oposición han tomado, es un camino para eludir el capítulo 15 de la constitución. La forma de hacerlo, como dice el tuit, es “movilización social”, que en este contexto es un eufemismo para decir: violencia política hasta obligar al Presidente a enviar al Congreso un proyecto de ley que autorice un plebiscito que haga posible una Asamblea Constituyente. No les importa a los autores de esta tesis si en el camino hay violencia y muertes, consideran que es un precio a pagar para lograr su ansiada Asamblea Constituyente.
Recordemos que Venezuela, y Bolivia han tenido Asambleas Constituyentes. Ese es el camino que al que nos quieren forzar, e impedirlo depende de la fortaleza que tenga el Presidente de la República. Para terminar, les cuento que el senador Óscar Ortiz, candidato a la presidencia de Bolivia que obtuvo el tercer lugar en las últimas elecciones, me contó cómo fue que Evo Morales logró torcer la mano al Congreso boliviano pasando por sobre los quórums requeridos para aprobar una reforma. Convocó a una masiva concentración en las afueras del Congreso, cerró por fuera con candados las puertas del Congreso y a través de alto parlantes un locutar iba narrando a la multitud cómo votaban los parlamentarios. Éstos escuchaban los griteríos de la multitud y también disparos. Óscar Ortiz no cambió su voto contrario a la iniciativa de Evo, pero otros senadores lo hicieron y el dictador boliviano logró su objetivo. Ese es el significado concreto de la frase “movilización popular” en el tuit del abogado Bassa. A eso ha llegado la izquierda parlamentaria en Chile.
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