La negociación como el arte del engaño político
Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957)
En caso de conflicto político la solución que a priori parecería ser la más adecuada es la negociada (frente a la opción de la vía coercitiva, o soluciones judiciales cuando estas sean factibles). Pero esto no quiere decir que la negociación sea la única solución posible a las causas de la crisis en cuestión. Más cuando un conflicto es el producto de una situación estructural de índole política, económica y social, el fin último de una de las partes enfrentada en el mismo con los grupos detentadores del poder, debería de ser el cambio estructural de tal situación, y no la mitigación o cohabitación con los entes que sustenta el esquema cuestionado, a través de la negociación. Pues lo que se estaría haciendo es oxigenar al estatus quo imperante y legitimarlo. Haciendo esto de la negociación una estrategia de manipulación y engaño político ante los detractores del régimen en cuestión. Más cuando la negociación tiene poco que hacer, al tener las partes un margen nulo de maniobra, es decir prácticamente no pueden ceder nada, es lo que se produce, en el caso de las negociaciones sobre principios, en este escenario la solución al conflicto debe buscarse de otra manera, quizás redefiniendo el conflicto en sí, o utilizar la negociación como incentivo sólo para disuadir al adversario que es su última oportunidad de dejar el poder por medios pacífico y así salvar algunos de sus privilegios como los logrados a través de actos de corrupción.
Otro escenario que justificaría inicialmente el uso de la negociación como medio de solución es la utilización estratégica de la misma, de cara a terceras partes. Más cuando estas demandan, el uso de la negociación como un mecanismo alterno de la solución de un conflicto planteado, sea por razones políticas, económicas o de tradición histórica, y siempre y cuando estas terceras partes tengan una influencia importante en el juego de poder intrínseco, se debe de agotar la citada vía, sólo como un ejercicio exploratorio o de fase, antes de pasar a escenarios decisivos como el uso de la fuerza, cuando esta sea la única opción real para resolver la crisis planteada, más cuando la misma se ha convertido en un factor de desestabilización, no solo dentro de la organización o país en cuestión, sino para el resto de sus sociedades vecinas.
De lo contrario, la negociación sólo se convertirá en un mecanismo de manipulación y artificio político, con el único fin de ganar tiempo, y debilitar la posición del adversario en cuestión, sea nacional o internacional, más cuando estos no han demostrado una determinación real y creíble en el uso de la fuerza, limitándose sólo como ejercicio de intimidación psicológica, al mencionarla como una alternativa, pero siendo percibida por la parte amenazada como un simple estratagema de disuasión no creíble y por ende ineficiente. Que sólo conlleva, no sólo a la perdida de credibilidad de la parte amenazante, sino paradójicamente a la ineficiencia de la negociación como un mecanismo de solución del conflicto planteado, pues la parte cuestionada y deslegitimada de la cual se demanda su salida no tiene los incentivos para abandonar el poder, sino para utilizar la negociación misma, como un mecanismo de engaño con el fin de mantener la estructura política y económica en cuestión como ya lo hemos planteado. Más cuando los principales interlocutores que supuestamente adversan el estatus quo político cuestionado, carecen de la sinceridad y seriedad política en cuanto a sus verdaderos objetivos e intereses políticos subyacentes, al ser penetrados y manipulados por diversas vías por la élite detentadora del poder.
Por ende, el uso de la negociación como mecanismo de solución de un conflicto sólo puede ser planteado como una alternativa inicial, y no como un fin en sí mismo, pues no sólo no conllevaría a la solución de la crisis planteada, sino a la deslegitimación de los factores de poder formales y fácticos que adversan el status quo imperante, y a la perdida de prestigio y credibilidad de los terceros actores, sean nacionales o internacionales presentes en el mismo. Más cuando uno de ellos demanda un cambio radical de la situación.
El no uso de la fuerza mencionada como último recurso, termina siendo un elemento no creíble, de desprestigio y de debilidad a la hora de actuar. Lo que conlleva a la perdida de capacidad disuasoria, no sólo regional sino global, según sea el caso, frente a sus actuales adversarios, estimulando a los mismos a seguir actuando como lo han hecho hasta ahora de cara, no sólo a perpetuarse en el poder con sus estructuras nefastas, sino en seguir expandiéndose a lo largo y ancho de sus zonas de influencia más cercanas. Es allí cuando la negociación es eficiente y maquiavélicamente utilizada, solo por una de las partes, con el fin de perpetuarse en el poder y mantener el statu quo, a través, de cambios gatopardianos.
El autor es Abogado y Politólogo Especialista en Negociaciones Económicas Internacionales.
- 28 de diciembre, 2009
- 23 de julio, 2015
- 16 de junio, 2012
- 25 de noviembre, 2013
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