Tsunamis democráticos
ABC, Madrid
Más respeto por la Historia y el lenguaje político. Para que un tsunami democrático sea digno de esa abundante metáfora, son precisas ciertas condiciones.
Tsunami democrático, el del 9 de noviembre de 1989, cuando, desbordados los comunistas de la RDA por el tumulto popular, el funcionario Gunter Shabowski anunció el fin de las restricciones a la salida de germanoorientales y, equivocándose en la fecha a partir de la cual regía la nueva disposición, propició la inmediata caída del Muro.
Tsunami democrático, el del 25 de febrero de 1990, cuando Violeta Chamorro, una señora con la pierna enyesada por la que nadie daba un centavo a pesar de haber sido esposa de un ilustre líder civil contra el dictador Somoza, derrotó al todopoderoso Daniel Ortega y su Frente Sandinista en una Nicaragua que tardó semanas en creerse semejante hazaña.
Tsunami democrático, el del 5 de octubre de 1988, cuando, por doce puntos, el «No», que reunía a democristianos, socialistas y liberales, venció a Pinochet en un Chile ansioso de libertades a pesar de los éxitos económicos del tirano y el respaldo del «establishment» a su permanencia en el poder.
Tsunami democrático, el de «Cory» Aquino en febrero de 1986, cuando esta señora aparentemente desvalida, viuda de un senador asesinado por Ferdinand Marcos, hizo huir del país al sátrapa filipino tras las masivas protestas por el fraude que poco antes había cometido contra ella.
Tsunami democrático, el del 2 de julio de 2000, cuando Vicente Fox, al derrotar por seis puntos al PRI, ese «juggernaut» estatal, obligó a Ernesto Zedillo a reconocer, por primera vez en setenta y un años, la victoria de un candidato presidencial opositor y el fin de la dictadura más larga del siglo XX.
Tsunami democrático, el del 4 de septiembre de 2019, cuando las multitudes libertarias de Hong Kong forzaron a Carrie Lam, jefa del Gobierno regional y títere de Pekín, a retirar una ley de extradición que era parte del designio de acabar con el principio de «un país, dos sistemas».
¿En qué cosas se diferencian estos tsunamis democráticos de la parodia catalana? Al menos en cuatro: todos los Gobiernos contra los cuales se rebelaron aquellas multitudes tenían (o tienen) un origen espúreo; no es el caso del Gobierno español. En esos lugares, defender, con ideas y militancia, posturas contrarias al poder prevalente acarreaba o acarrea persecución política; en Cataluña nadie es perseguido por profesar el separatismo o militar en una organización independentista, es decir por pensar diferente y decirlo. En los casos mencionados, el tsunami no era hijo del presupuesto público, como lo es en parte el separatismo catalán de dos generaciones a las que la educación y la televisión públicas han moldeado a expensas del contribuyente. Los tsunamis verdaderos buscaban liberar a las víctimas de una fuerza hegemónica enemiga del pluralismo; el de Cataluña aspira a eliminar el pluralismo y ser hegemónico.
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