La internacionalización de la banca
Ecuador es un país dolarizado que desafortunadamente no ha explotado su atractivo de ser un país sin riesgo cambiario. Panamá es uno que sí lo ha hecho, convirtiéndose así en un centro financiero internacional. Esto ha derivado en un mayor acceso al crédito para los panameños dado que su sistema financiero se nutre del ahorro externo y logra ofrecer tasas muy inferiores. ¿Cómo podemos replicar esto?
La forma de bancarizar a la gente no es castigando el uso del efectivo o recompensando el uso de servicios digitales, como el gobierno pretende hacerlo estableciendo un IVA diferenciado entre transacciones en efectivo y las digitales. A simple vista esta propuesta luce difícil de implementar dado que en el país está muy difundida la costumbre del descuento por pagos en efectivo (“si me da en efectivo le descuento el IVA”). ¿Cómo va a competir un IVA rebajado con un IVA de cero? Y esto aplica para las transacciones de montos que realizan precisamente aquellos que se pretenden bancarizar.
Sí conviene darle más opciones a la gente. Una forma eficaz de hacerlo es inyectándole mayor libertad y confianza al sistema financiero del país desvinculándolo de las finanzas públicas e insertándolo al sistema financiero internacional. Esto nos permitiría estar conectados a un océano de liquidez, de tal manera que en momentos que empecemos a sufrir de una escasez sea posible transferir de forma automática fondos del exterior.
Desde que estamos dolarizados no había existido un conducto de contagio entre el sistema financiero y las finanzas públicas hasta que se promulgó el Código Orgánico Monetario y Financiero (COMF) en 2014. Cualquier reforma seria del Banco Central debe comprender la eliminación de su función de gestionar la liquidez y de la obligación para los bancos de repatriar fondos.
Esta es una de las razones por las que no llega la banca extranjera. Pero, además, necesitamos que exista una libertad total para los movimientos de capitales y una simplificación de las regulaciones financieras que incluye, por ejemplo, liberar las tasas de interés y la fijación de precios de los servicios. También necesitamos que nuestra carga tributaria esté por debajo del promedio regional y que los capitales que lleguen aquí no estén sujetos a una doble tributación.
Hay mucho trabajo por hacer, pero nada de esto tiene que ver con limitar la libertad de los ecuatorianos para elegir entre usar efectivo o medios digitales. Tiene que ver con, por lo menos, devolver al banco central al muy limitado papel que tenía en 2014, aunque quizás fuera mejor desaparecerlo para curarnos en sano y no se le ocurra a otro gobierno resucitarlo.
Actualmente no están contentos ni los banqueros ni sus clientes. Los primeros porque operan en uno de los sistemas financieros menos rentables de la región y los segundos porque reciben servicios de menor calidad. La integración financiera introduciría mayor competencia y eficiencia en el sistema, lo cual nos beneficiaría a todos. Para lograrlo, habría que derogar el COMF y sustituirlo con una ley que adopte como modelo aquella que implementó Panamá en 1970 y transitar hacia un marco tributario territorial cuya carga efectiva sea igual o más baja que la de ese país.
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