¿Qué ha pasado con la derecha española?
Ayer, domingo 28 de abril, tuvieron lugar unas elecciones generales anticipadas convocadas (estratégicamente) por Pedro Sánchez el pasado 15 de febrero. Los resultados de las elecciones, con una participación de más del 74% (una de las cifras más altas en la historia de la democracia española), legitiman a una izquierda que sale más reforzada ahora que con la moción de censura, gracias al gran crecimiento del PSOE. Una izquierda que, de haberse producido las elecciones justo después de dicha moción, tenía pocas posibilidades de gobernar, y que tras los “viernes sociales”, el aumento del salario mínimo Interprofesional o el auge de Vox, ha obtenido la victoria. Sin embargo, los tres principales partidos de derecha (pese a la debacle del PP) siguen sumando más votos que la izquierda, pero, sin embargo, se llevan menos escaños. Una distorsión generada por nuestra magnífica ley electoral.
Sin embargo, hace unas semanas las encuestas no pronosticaban este resultado: no preveían una caída tan severa del PP, aunque sí iba a perder de forma clara la hegemonía del centro-derecha; apuntaban hacia la entrada de un Vox más fuerte, con un porcentaje de voto y escaños superiores a los obtenidos; así como a la pausada y silenciosa caída de la formación naranja. Pero, como saben, las elecciones en muchos aspectos son una incógnita, y factores como la participación, la polarización de los discursos, la coyuntura política, el voto ilusionante o el voto del miedo suelen ser determinantes.
Esta campaña electoral en concreto ha estado marcada por la cuestión territorial y sobre todo por el procés catalán, pero también por la lucha entre PSOE y Ciudadanos por el centro (con el PSOE y sus socios podemitas e independentistas como enemigos comunes de la derecha) y el intento de Vox de aprovechar la debilidad del PP para hacerse un hueco por la derecha. Y el mensaje de la ciudadanía ha sido bastante claro. En primer lugar, gran parte de los españoles han ejercido un voto del miedo contra Vox. Después de las elecciones andaluzas, las encuestas cada vez más apuntaban a un gran resultado de la formación verde. Sin embargo, el voto del miedo ha sido movilizado en las últimas semanas por la izquierda y lo ha capitalizado el PSOE, con lo que ha conseguido así una indiscutible victoria. En segundo lugar, la ciudadanía ha refrendado un modelo territorial descentralizado y plural representado por la izquierda y los diferentes movimientos regionalistas y nacionalistas; nada que ver con la España que se dibujó en la manifestación de Colón del pasado mes de febrero. En tercer lugar, la ciudadanía ha dado la espalda a un PP herido por la corrupción y por el legado tecnocrático de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría. Esa fragmentación de la derecha ha sido también en gran medida uno de los factores que han contribuido a su derrota. Y en último lugar, la ciudadanía ha mandado también un mensaje de moderación. Cabe recordar que los escaños de PSOE y Cs (180) sobrepasan la mayoría absoluta, lo cual podría haber sido una opción de gobierno "moderada" de no ser por las nefastas declaraciones que han protagonizado los líderes naranjas durante la campaña.
En definitiva, ante estos resultados resulta curioso asistir, una vez más, a valoraciones optimistas e incluso ganadoras de la mano de alguno de los líderes de los partidos perdedores; otros que echan la culpa al enemigo exterior, ya sea la fragmentación, la campaña en contra o el ninguneo de los medios de comunicación, la cercanía con otras contiendas electorales, o cualquier otra excusa para justificar la falta de humildad y la autocrítica ante unos resultados que dejan mucho que desear.
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