Revolución Democrática ve la luz
El diputado Pablo Vidal de Revolución Democrática (RD) dijo hace unos días algo muy simple sobre la crisis que vive Venezuela y que muchos veníamos diciendo desde hace años: “Nicolás Maduro se convirtió en un dictador y la izquierda chilena no puede ser cómplice de él”. Los dichos de Vidal fueron una verdadera revelación para algunos militantes de RD, como cuando Jesús en Juan 8:12–58 le habló a los fariseos: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Uno de los primeros en ver la luz fue Giorgio Jackson quien, de la noche a la mañana, sostuvo, con un lenguaje enredado que delata su desgarramiento interno, que “lamentablemente, y más allá de las formalidades, las acciones de Maduro progresivamente han vuelto indistinguible lo que pasa en Venezuela con una dictadura”. Otra militante que también vio la luz fue Natalia Castillo, quien señaló que “ya no hay dudas, Maduro se convirtió en un dictador y nos duele”. Y la luz de Vidal fue tan potente que el jefe de la bancada RD, Miguel Crispi, dijo que “sin matices Pablo Vidal expone nuestra visión sobre Venezuela”.
Vamos por partes…
En octubre de 2015 en el II° Congreso Ideológico, Revolución Democrática se definió “como una fuerza política de la izquierda democrática chilena”, agregando que(…) En el contexto de globalización del siglo XXI, en Revolución Democrática nos sentimos parte de la identidad de la izquierda latinoamericana”. Es decir, para Revolución Democrática, las ideas que se vierten en el Foro de Sao Paulo son la inspiración de “la construcción de un nuevo ciclo para la izquierda en Chile y América Latina”. Se trata, ni más ni menos, del así llamado “socialismo del siglo XXI”, término que adquirió difusión mundial desde que fue mencionado por Hugo Chávez en un discurso pronunciado el 30 de enero de 2005 en el V Foro Mundial Social.
En la página web del Foro de Sao Paulo definen la creación de este foro como un “producto de la mente brillante y estratégica de Fidel”, quien en contacto directo con el expresidente brasileño y fundador del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva, “dieron vida a ese espacio de debate teórico para la acción, frente al empuje de la derecha mundial tras el derrumbe de la Unión Soviética”. En todos los congresos del Foro se le rinde homenaje al fallecido dictador cubano Fidel Castro y en el último encuentro (el XXIV, celebrado en La Habana en julio de 2018), pidieron que los movimientos progresistas latinoamericanos expresaran su solidaridad con el expresidente brasileño Lula da Silva y pidieran su liberación.
Y fue en La Habana, junto a reconocidos exponentes del socialismo revolucionario del siglo XXI (Dilma Rousseff, Nicolás Maduro, Evo Morales etc.) y representantes de sandinistas y tupamaros donde también, entre otros exponentes del chavismo chileno –del PC, el PS, el infaltable Alejandro Navarro etc. –, se encontraban presentes dos representantes de Revolución Democrática, Esteban Silva y Pablo Sepúlveda Allende (nieto del expresidente Salvador Allende), en búsqueda de inspiración para la revolución ”democrática” que pretenden hacer en Chile junto al Frente Amplio y Beatriz Sánchez.
Colmados de inspiración chavista, mientras Venezuela se caía a pedazos y la crisis humanitaria era un hecho, Revolución Democrática, hace menos de un año y medio, defendía una supuesta legitimidad institucional del gobierno de Chávez y, después de su muerte, del gobierno de Nicolás Maduro. Esto, a pesar de las reiteradas denuncias de los atentados del régimen chavista contra las libertadas básicas de los venezolanos y que, hace dos años, Maduro mandó a despojar el Parlamento de Venezuela de sus competencias, conformado una Asamblea Constituyente compuesta íntegramente por sus partidarios, encarcelado a multitud de líderes de oposición, reprimido brutalmente las protestas populares y luego reelegido en elecciones calificadas de fraudulentas por prácticamente todos los organismos internacionales.
Nada de esto alertó a Revolución Democrática, que seguía firme a los mandatos del Foro de Sao Paulo, es decir, de apoyar a Maduro. Ni la violencia ni la hambruna llegaron a los oídos de sus dirigentes y militantes. Ni el hecho de que cientos de miles de venezolanos huyesen del país, con muchos de los cuales podían hablar, para tener un testimonio directo de la brutalidad del régimen, en cualquier calle de Santiago u otras de nuestras ciudades. Era demasiado obvio de que en Venezuela ya no había democracia, sin embargo, Revolución Democrática se contorsionaba entero antes de llegar a reconocer que el régimen de Nicolás Maduro era una dictadura.
Aquí un ejemplo. El 23 de abril de 2018, en Mesa Central de T13, el diputado Giorgio Jackson enfrentó un duro debate con el periodista Cristián Bofill. Todo se inició cuando Bofill le preguntó a Jackson si consideraba que Venezuela era una democracia:
Bofill: ¿Tú crees que Venezuela es una democracia?
Jackson: Yo creo que está en crisis Venezuela y yo creo que…
Bofill: ¿Pero es una dictadura o una democracia?
Jackson: ¿Por qué esa binominalidad binaria?…
El diputado intentó argumentar por qué consideraba Venezuela un “país en crisis”, mientras el director de prensa solo buscaba que reconociera, entregándole ejemplos, por qué lo que se vive actualmente allí es claramente una dictadura. Jackson, que aún no había visto la luz, nunca mencionó la palabra dictadura.
En mayo de 2018, en las votaciones en la Cámara de Diputados sobre Venezuela, Cuba y Tratados de Libre Comercio con Uruguay y Canadá, quedaron en evidencia los puntos conflictivos dentro del bloque de izquierda. En ese escenario, Revolución Democrática, que aún deambulaba en las tinieblas, decidió no cuestionar la legalidad de los comicios del gobierno de Nicolás Maduro. Ese mismo día RD dio a conocer, a través de un correo electrónico dirigido a sus militantes, que se opta por no calificar al gobierno de Nicolás Maduro ni como una dictadura ni como una democracia. Definen que pondrán el foco en la crisis “humanitaria y política” de Venezuela y que harán un llamado al diálogo entre la oposición y el ejecutivo venezolanos, además de criticar –sobre ello sí que habían visto la luz– el eventual intervencionismo de otras naciones.
Entonces, ¿a qué se debe tanta indulgencia de Revolución Democrática para con las tropelías de Hugo Chávez y Nicolás Maduro y luego el vuelco de fariseo al llamado de Pablo Vidal “a ver la luz”?Lisa y llanamente porque NO son hijos de la democracia, son hijos de Chávez. Nacieron de su impulso mesiánico y su retórica sobre una nueva democracia, revolucionaria, participativa, popular y tantos otros calificativos para no decir autoritaria y destructora de las libertades y derechos propios de la tan despreciada “democracia liberal” o “burguesa”. Esta fue la retórica que contribuyó a destruir la democracia chilena en los años 60 y 70, y ahora la repetía el chavismo y sus vástagos latinoamericanos.
Por ello Revolución Democrática se demoró tanto en ver la luz (aunque parece que todavía hay una cantidad de sus militantes vagando en las tinieblas). Condenar al chavismo es condenarse a sí mismos y mirar autocríticamente su retórica fundacional que atenta de manera subrepticia contra nuestra democracia al devaluarla y despreciarla. Mientras no sean capaces de ir al fondo de las cosas y, además, condenar públicamente todos los totalitarismos de izquierda, como Cuba y Nicaragua, y dejar de ser miembros del Foro de Sao Paulo, seguirán siendo un partido de seudodemócratas que no han comprendido adonde conducen sus rimbombantes declaraciones y su desprecio por la democracia liberal, aquella que limita el poder y pone las libertades y los derechos de los ciudadanos en primer lugar.
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