Los imperios como proceso competitivo entre instituciones
En el comentario del mes pasado propuse una repuesta a la pregunta de por qué unos Estados crean imperios y otros no, que formula doña María Elvira Roca Barea en su Imperiofobia y Leyenda Negra [1].
Mi hipótesis se basaba en una perspectiva institucional del problema, y venía a decir que solo pueden crear imperios aquellos Estados que tengan unas instituciones adecuadas para la generación de riqueza y emprendimiento. Esta es una condición necesaria, pero no suficiente, pues también es necesario que los emprendedores identifiquen la oportunidad de negocio asociada, vinculada a partir de cierto estadio a las economías de red que se pueden suscitar al extender las instituciones del Estado matriz.
Aceptada esta hipótesis, podemos tratar de responder a dos nuevas preguntas: ¿por qué colapsan los Imperios? ¿Son buenos los Imperios para la humanidad?
Vamos con la primera, que únicamente abordaré en términos teóricos, consciente de que los acontecimientos concretos en cada caso pueden ser completamente distintos. Si el Imperio se ha construido sobre un marco institucional comparativamente superior al de otros Estados locales, como estoy postulando, es claro que su caída tendrá que ver con la corrupción de dicho marco, o, alternativamente, con la aparición en otros Estados de un marco institucional más eficiente.
Recuérdese que si valoramos el marco institucional en términos de eficiencia cataláctica, la clave es el respeto a la propiedad privada. En la medida en que las instituciones originales se vayan apartando de este ideal, se hará menos sostenible el Imperio.
¿Y por qué podría verse disminuido tal respeto? Por supuesto, puede haber presión social y revoluciones, pero históricamente parece que la principal causa sería la potenciación del Gobierno. A medida que el Imperio se hace más rico, es difícil que el Estado-Gobierno no coja poder a su vez, aunque solo sea en términos absolutos y no relativos. Conforme el Estado va tomando más poder, la amenaza sobre la propiedad privada se acrecienta, y la eficiencia de las instituciones comienza a disminuir. Creo que esto puede explicar con relativa facilidad el ocaso de los Imperios romano y español, y posiblemente con el tiempo veremos que también explica la caída del “Imperio” de los EEUU en la actualidad.
Así pues, el colapso de los imperios se podría asociar, paradójicamente, al crecimiento de poder que experimentan sus Gobiernos conforme el imperio se extiende. Ello hace que el marco institucional originalmente mejor, empeore hasta hacerse indeseable y llevar al colapso al régimen. La mayor o menor duración del imperio tendría que ver con la robustez de las instituciones originales, y ello explicaría la corta duración (relativa) de imperios como el inca (que, por ejemplo, carecía de moneda) o del napoleónico (que no se extiende por superioridad de sus instituciones, sino por un genio bélico que no realiza análisis coste-beneficio para su emprendimiento).
Entonces, ¿podemos decir algo sobre el papel que los imperios han tenido en el bienestar de la humanidad? Creo que la respuesta carece de ambigüedad y es positiva[2].
En efecto, como se ha visto, el imperio tiene su punto de partida en un marco institucional objetivamente superior al de sus vecinos, un marco que le permite generar más riqueza y emprendimiento. Así pues, conforme se va extendiendo, son más y más los individuos que se pueden beneficiar de esas mejores instituciones, y generar a su vez más riqueza (amplificada exponencialmente si tenemos en cuenta los efectos de red aludidos en el anterior comentario). La sociedad de los países conquistados mejora en bienestar al adoptar un marco institucional más eficiente, marco que difícilmente hubiera sido aceptado de forma pacífica por la clase dirigente, ya que le hubiera supuesto la pérdida de privilegios.
Por otro lado, si el imperio no se soporta en instituciones superiores, lo normal es que colapse rápidamente (al menos, eso parece mostrar la evidencia empírica), por lo que el daño está acotado, al menos en el tiempo.
Además, si las instituciones imperiales se corrompen y pierden su eficiencia, también colapsará el imperio, tanto más rápidamente cuando haya marcos institucionales mejores en Estados cercanos. Una vez más, ganarían los individuos por la extensión del nuevo imperio en detrimento del preexistente. Aunque es un tema sensible, podríamos comparar el devenir de las áreas geográficas del antiguo Imperio español, según hayan quedado o no bajo las instituciones del “Imperio” americano (obviamente, me estoy refiriendo solo a los territorios incorporados como Estados en los EEUU).
Por último, parece claro que el análisis anterior también podría aplicarse a organizaciones transnacionales, tipo la Unión Europa. Una vez más, la cuestión desde el punto de vista del individuo sería de marco institucional: ¿qué marco es más eficiente, esto es, respeta mejor la propiedad privada, el que me propone la UE o el que me proponen los políticos locales? Me da la impresión que responder a esta pregunta en el caso del Reino Unido podría explicar el brexit, y, en cambio, nos haría a los españoles más reacios a un spa-exit[3].
[1] Roca Barea, M.E. (2017). Imperiofobia y Leyenda Negra. Biblioteca de Ensayo 87. Madrid: Editorial Siruela.
[2] Al parecer, coincido en visión con Deepak Lal (In praise of Empires) a quien aún no he tenido oportunidad de leer. Gracias a José Carlos Rodríguez por poner en mi radar al autor.
[3] Obsérvese que esto último es coherente con la defensa que hace Huerta de Soto del euro como especie de patrón oro para disciplinar a los políticos de países como España.
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