Constructivismo ciego
Cuando leí en la prensa que la Presidenta Bachelet había expresado en una entrevista: “Hemos hecho mucho más que Piñera en cada una de las áreas”, recordé el típico voluntarismo del constructivismo social que busca, porfiadamente, crear e imponer desde el Estado políticas y soluciones sin conexión con la realidad ciudadana.
John Locke habría retratado irónicamente la actitud dogmática de los gobernantes despóticos con la famosa frase: “Si la realidad no coincide con mis palabras, peor para la realidad”. Ante la falta de coincidencias entre un mapa y la geografía que describe, la rigidez del constructivista queda en evidencia. Mientras el realista corrige el mapa adaptándolo a la geografía, el constructivista corrige la geografía de acuerdo a lo que señala el mapa.
El ejemplo del mapa del constructivista sirve para comprender las razones del fracaso del actual gobierno. La rigidez dogmática que hace prevalecer el mapa por sobre la geografía, es la misma que lleva a imponer y someterse al programa de gobierno por encima de la realidad. Ello explica los errores garrafales en el diagnóstico de la Nueva Mayoría y en el diseño e implementación de sus políticas públicas, especialmente en sus reformas.
Así, mientras las últimas encuestas del CEP indican que los chilenos priorizan la solución de los problemas de seguridad, salud, educación, sueldos, empleo, corrupción, pobreza y otros, el gobierno dedica sus esfuerzos a impulsar la aprobación de proyectos ideológicos como la gratuidad universal de la educación superior, postergando la educación de la mayoría de los niños y jóvenes, haciendo que el país retroceda en sus deseos de mayor igualdad de oportunidades, tal como lo advertimos a mediados de 2015 en nuestro libro La educación en la encrucijada: ¿Estado docente o sociedad docente?.
Si buscamos en la historia republicana un símil del gobierno de Bachelet, lo encontramos en el gobierno de Allende cuyo fracaso obedeció en parte a la inflexibilidad y voluntarismo con que llevó adelante su programa. Ambos gobiernos contrastan paradojalmente con la administración del expresidente Ricardo Lagos, que aunque también es socialista, se caracterizó por su realismo.
No solo los más importantes índices económicos y sociales demuestran la indiscutible superioridad del pasado gobierno del expresidente Sebastián Piñera frente a la actual administración. También confirman esa realidad la sabiduría de la ciudadanía que desaprueba la gestión de la Presidenta Bachelet, el hecho de que durante más de dos años la mayoría de los chilenos piensa que el país va por mal camino (Cadem), mientras que el 71% piensa que el próximo presidente será Sebastián Piñera.
Lo más lamentable de todo, es que el referido constructivismo está teniendo un alto costo social que pagan todos los chilenos, pero especialmente los más vulnerables.
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