Siete malos hábitos de un gobierno ineficiente
A Stephen Covey, el experto en administración que murió esta semana, le hubiese costado mucho trabajo vender sus libros en los EE.UU. de Benjamin Franklin o de Abraham Lincoln. Su libro de más venta “7 Hábitos de Gente muy Efectiva” hubiera sido considerado una verdad evidente, una verdad que se les enseñaba a los primeros estadounidenses en las escuelas, las iglesias y la ética puritana.
Hoy en día, las ideas de Covey sobre cómo tener éxito aplicando principios que hubiesen sido probados parecen innovadoras y efectivas. Su trabajo es un rechazo a la noción de que el gobierno puede hacerlo todo por nosotros.
Contrastemos la ética de Covey con lo que el Presidente Obama dijo durante una parada de campaña en Roanoke, Virginia, el viernes pasado: “Si usted tiene un negocio, usted no lo levantó. Otros lo hicieron posible”. El mencionó caminos y puentes como ejemplos. ¿Quiso decir él que debemos darle gracias al gobierno por las estructuras porque sin ellas quizás no pudiéramos movernos para ir a una entrevista de trabajo, o al trabajo? Lo que puede inferirse de las palabras del presidente parece ser que ninguno de nosotros puede lograr algo sin el gobierno. Así que ¿qué pasa con los que se las arreglan para tener éxito por sí mismos? ¿Hay que ponerles impuestos y regulaciones excesivas como una lección para otros que estén comenzando?
Cuando leí las palabras del presidente, recordé a personas que me han ayudado durante mi vida. Mis padres, claro está; ellos se mantuvieron casados y me enseñaron el ahorro, a pagar las cuentas a tiempo y la responsabilidad personal. También tuve profesores de secundaria y en la universidad que me inspiraron.
Mis mentores en el periodismo incluyeron a David Brinkley, Frank McGee y Sander Vanocur. Estos excelentes periodistas de radio y televisión comenzaron sin nada y parecieron tener éxito sin mucha ayuda, quizás ninguna, del gobierno. Muchos de su generación se beneficiaron de la ley conocida como el GI Bill, financiada por el gobierno para ayudar a pagar estudios superiores a los veteranos que regresaban de la Segunda Guerra Mundial. Pero a diferencia de la mayoría de los programas de ayuda del gobierno, el GI Bill ayudaba a la iniciativa, no la reemplazaba.
Después, un editor de periódico – Tom Johnson – me abrió las puertas como columnista. El no vendía el servicio. Yo lo vendí visitando a docenas de directores de periódicos en todo el país, diciéndoles a audiencias conservadoras que se suscribieran al periódico cuando empezaron a salir mis artículos. Esto encajaría dentro del primer principio de Stephen Covey: ser proactivo.
Un asesor financiero me ayudó a hacer buenas inversiones así que puedo atender las necesidades mías y de mi esposa si algún día decido retirarme (liberales, ni lo piensen). Era dinero que yo ganaba, no dinero que me diera el gobierno.
Un gobierno que es demasiado grande y controlador ahoga la ambición y la iniciativa castigando el éxito.
Cuando la campaña de Obama ataca el éxito comercial de Mitt Romney – y por asociación a todos los que han tenido éxito o que quieren tener éxito – Romney debería revertir la situación y atacar los siete principios que han hecho que el gobierno sea sumamente ineficaz.
Ellos son:
1. Altos impuestos. Los altos impuestos roban lo productivo y desalientan la innovación.
2. Demasiadas regulaciones. El exceso de regulaciones inhibe a la industria privada de funcionar a su total potencial.
3. Gastos excesivos. Cuando un individuo tiene deudas, él o ella trata de gastar menos hasta que el presupuesto familiar esté balanceado. Cuando el gobierno gasta más de lo que recibe, crea una adicción e impone una carga a los ciudadanos ahora y en el futuro. Los políticos no dicen “no” a nadie, y el gobierno sigue gastando.
4. Aventuras en el extranjero. No podemos darnos el lujo de ir a todas partes con la esperanza de promover la libertad. Sólo debemos enviar soldados donde nuestros intereses estén claramente definidos y donde sea probable un buen resultado. Los países que estén recibiendo ayuda militar deben ayudar a pagar los gastos.
5. Burocracia. Hay demasiada gente trabajando para el gobierno. Muchas agencias y programas son innecesarios.
6. Cuidado de salud. El gobierno no puede hacernos saludables. Obamacare no sólo costará más sino que reducirá la calidad y disponibilidad de buen cuidado de salud, como sucede en el Reino Unido. Es preferible una solución con el sector privado.
7. Ignorar la Constitución. El mejor hábito que pudiera practicar el gobierno estadounidense es un regreso a los principios de ese gran documento que fijó límites al gobierno y se los retiró a sus ciudadanos.
La inspiración y el sudor son hábitos que usualmente llevan al éxito. Los malos hábitos del gobierno producen una deuda interminable e impiden la creación de empleos por el sector privado. La primera frase es el argumento en contra de estos malos hábitos.
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