¿Por qué es difícil desdolarizar?
Nuevamente, muchos están preocupados acerca de la posibilidad de que ante la crisis fiscal que hereda el Gobierno entrante, este opte por desdolarizar la economía. Pero una salida de la dolarización además de ser catastrófica es altamente improbable.
El Gobierno ha renovado su esfuerzo por promover el dinero electrónico. Esta unidad monetaria es irrelevante siempre y cuando siga siendo de uso voluntario. Si el Gobierno decidiera hacerla de curso forzoso, esto es, de aceptación obligatoria, lo único que lograría es generar mayor incertidumbre, detonando una serie de consecuencias gravísimas.
Consideremos lo que sucedió en Grecia cuando el entonces ministro de Finanzas Yanis Varoufakis propuso circular el dracma como moneda paralela. Grecia atravesaba una profunda crisis fiscal y esta propuesta lo único que logró fue desatar corridas, que condujeron a un feriado bancario y a elevar considerablemente la deuda externa de Grecia, debido a que los mismos bancos tuvieron que ser rescatados. Todo esto fue innecesario.
Muchos economistas decían que la solución estaba en salir del euro. El economista Nikos Tsafos estima que de haberse salido del euro, Grecia fácilmente hubiese vuelto a experimentar la inflación de dos dígitos que tenía en la década de los ochenta. Tsafos explica que el ajuste vía devaluación, tan añorado por muchos economistas, no es una estrategia libre de costos. Durante la década de los ochenta, el dracma se depreció marcadamente con relación al dólar, en más de un 300%. No obstante, las exportaciones griegas experimentaron un declive.
A pesar del costoso daño que le infligió a Grecia en su breve paso por el Ministerio de Finanzas, el Gobierno saliente considera a Varoufakis como un buen consejero y en su visita a Quito sugirió pagar a proveedores del Estado con dinero electrónico. Pero si el nuevo Gobierno decidiera implementar esa propuesta, desataría un caos similar al sufrido por Grecia en 2015.
Otros sostienen que las travesuras del Banco Central con la Reserva Internacional (RI) estarían cocinando una crisis financiera que acabaría con la dolarización. Pero sucede que una de las principales fortalezas de este sistema es que no depende de la RI del Banco Central Ecuador (BCE), sino de la confianza que los ciudadanos tengan en el dólar frente a las alternativas disponibles. La única forma de desdolarizar, al final del día, pasa por incautar los dólares de los ecuatorianos. Esta incautación iría de la mano de un feriado bancario y en el contexto ecuatoriano equivaldría a un suicidio político.
Es sumamente improbable que quienes han demostrado un extremo apego al poder cometan este suicidio. Sin embargo, si el nuevo Gobierno continúa agravando la crisis fiscal y si continúa el comportamiento irresponsable del BCE, sí estará atentando contra la estabilidad del sistema financiero.
Pero, sobre todo, una desdolarización es altamente inconveniente considerando que el BCE es una dependencia del Ejecutivo y probablemente sería una herramienta abusada para acomodar la política monetaria a las necesidades de financiamiento del Gobierno. En pocas palabras, una receta para volver a una inflación alta.
Para sanear la situación, el Gobierno entrante debería reducir el gasto público a los niveles pre-2008; al menos minimizar las intervenciones del BCE, aunque idealmente debería eliminarlo por ser innecesario y peligroso en dolarización; y emprender una reforma que integre el sistema financiero ecuatoriano al del resto del mundo.
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