Chile: Sin brotes verdes
La semana pasada el INE dio a conocer los resultados de la actividad económica sectorial y la tasa de desempleo. En vista del panorama presentado es muy probable que el primer trimestre de este año sea tanto o más débil que el anterior. Esto se explicaría por una contracción a lo largo del año pasado de parte de la actividad no minera -manufactura y construcción- y minera.
Al panorama anterior se suma que el dinamismo del año pasado en las ventas del comercio se verán ralentizadas por una escasa o nula creación de empleos, el mayor endeudamiento de las familias y el menor crecimiento de los salarios.
Asimismo, y en vista de que las presiones inflacionarias han cedido, algunos se preguntan si hay espacios para un mayor estímulo monetario que incentive el crecimiento de corto plazo. El mandato del Banco Central es muy claro, debe controlar la inflación y cualquier falta de foco implicaría poner en riesgo su credibilidad y la meta inflacionaria.
En vista de que no se ven brotes verdes al menos en el mediano plazo, el principal desafío sigue siendo el crecimiento de largo plazo. El actual gobierno se convenció que implementando un nuevo modelo de desarrollo basado en políticas redistributivas con un mayor gasto público y mayores impuestos, las familias más vulnerables obtendrían un mayor bienestar. Esta nueva estructura de incentivos junto a la incertidumbre regulatoria y las desconfianzas ha propiciado un ambiente en contra del sector empresarial, con una consecuente caída en la inversión, un menor crecimiento en el largo plazo y una menor capacidad de generación de empleos.
En este contexto, el desafío del próximo gobierno es colosal. No solo deberá intentar cambiar las expectativas, ya muy deterioradas, sino también deberá modificar gradualmente las leyes tributaria y laboral.
El mayor peso relativo de los impuestos directos a los ingresos personales y corporativos generó un retroceso en términos de eficiencia económica y productividad. Esto se explica porque los impuestos al ingreso son los que generan mayores costos por menor ahorro, inversión, empleo, salarios y crecimiento, mientras que el aumento del impuesto a las empresas afecta negativamente la inversión y el stock de capital. Más aún, todo indica que su efecto es asimétrico, perjudicando en mayor medida a aquellas empresas de menor tamaño, más endeudadas y con menor acceso al crédito.
Por otro lado, los últimos cambios al Código del Trabajo han favorecido a los trabajadores más calificados y productivos en desmedro de aquellos que tienen menos experiencia y baja productividad. Una reforma laboral moderna debería enfrentar no solo los mayores costos asociados a la mayor conflictividad laboral, sino también aumentar la participación laboral de las mujeres, jóvenes y adultos mayores.
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