Desigualdad: el chivo expiatorio
La semana pasada fue la presentación del décimo primer Informe Nacional de Desarrollo Humano –INDH- para Guatemala 2015-2016. En dicho informe se reportó que el crecimiento en el desarrollo humano casi se ha detenido desde 2006, también hace alusión que el gobierno sólo destina el 6% del producto interno bruto –PIB- en “gasto social”, que seis de cada diez guatemaltecos vive en pobreza, entre otros resultados.
Según la visión plasmada en el INDH, el principal culpable del estancamiento en el desarrollo humano es la “disminución del gasto social por parte del gobierno debido al sistema económico adoptado”.
Después de los escándalos de corrupción denunciados y en proceso judicial, surge la pregunta si ¿realmente es beneficioso darles más dinero a los burócratas? ¿Es el gasto público lo que ayudará a salir de la pobreza a nuestros países? ¿Es función del gobierno sacarnos de la pobreza o limitarse a proteger nuestros derechos individuales, en pocas palabras, proteger y no estorbar? Si es función del gobierno sacar de la pobreza a los ciudadanos ¿con cuáles empieza? ¿Con los allegados, léase familiares, financistas y grupos de presión? ¿O con los electoralmente más valiosos?
Dudo mucho que la disminución del “gasto social” sea la causa de la pobreza, recordemos que el gobierno para poder “gastar” primero necesita “recaudar”, a través de cobrarnos impuestos, lo que se va a gastar. Es decir, quitarles a unos para darles a otros y en el camino quedarse con una parte. Por lo que aceptar que la causa de la pobreza es porque el gobierno no gasta más, lo cual tampoco es cierto ya que cada año aumenta el presupuesto, implica conceder que el gobierno es eficiente en el uso de recursos, que lo destina a los lugares más necesitados y no con fines electoreros.
Los países que se han desarrollado no lo han hecho porque su gobierno gasta más sino por el contrario es porque sus gobiernos no son una carga pesada para los tributarios. Así que, aumentar el gasto del gobierno es el mejor camino para disminuir “la desigualdad”, y terminar casi todos iguales en la pobreza, excepto los políticos de turno y sus allegados.
La desigualdad económica, en una sociedad libre, es el resultado de utilizar eficientemente los talentos y recursos para generar bienes o servicios que son intercambiados libremente. Por lo que, para eliminar la desigualdad económica se debe redistribuir la riqueza que se ha distribuido libremente, es decir, utilizar la fuerza a través de las leyes e impuestos.
Redistribuir implica que la riqueza es estática, que con cada intercambio alguien pierde y bajo ningún punto de vista se concibe que ambos ganen, por consiguiente, hay que expoliarla a través de privilegios.
Mientras no entendamos que es a través de la igualdad ante la ley y la certeza jurídica como lograremos atraer inversionistas que busquen generar riqueza, seguiremos utilizando la desigualdad económica como el chivo expiatorio.
No es la desigualdad material la que nos condena a la pobreza, es la desigualdad ante la ley, la falta de certeza en las reglas del juego la que aleja a quienes invierten, crean empleos y pagan impuestos. Es la falta certeza jurídica y protección a los derechos individuales la que les impide a, cientos si no es que miles de, emprendedores a reinvertir sus ganancias y crecer por miedo a ser extorsionados.
Si realmente queremos mejorar la calidad de vida de los más pobres, exijamos al gobierno que elimine las barreras a las empresas para competir, limitemos el poder discrecional de los burócratas al simplificar y reducir los trámites para invertir, trabajar y competir en nuestro país.
Si nos traguemos el cuento que debemos redistribuir la riqueza que otros generan en lugar de crearla, seguiremos utilizando la desigualdad económica como el chivo expiatorio.
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