Ecuador: Lecciones del terremoto
Merecen resaltarse ciertas características del terremoto, sus efectos y reacciones:
-La gran solidaridad de los ecuatorianos. Los ciudadanos se volcaron a auxiliar a nuestros hermanos manabitas. Sin distingo de clases; ricos, pobres y clase media por igual, aportaron con lo que tuvieron: recopilaron vituallas, viajaron como voluntarios a las zonas afectadas. Somos una familia. Quedó borrado el brote de conflicto de clases que estimuló el discurso oficial de la última década.
-Advertencia: quizá se exageró en el envío de víveres y agua en la primera semana. El cuello de botella en el proceso es el de distribución en los lugares afectados, y debe haber habido desperdicio. El peligro es que pasada la primera semana el flujo de víveres disminuya demasiado. Es importante mantener un flujo constante durante un prolongado periodo.
-La generosidad de la comunidad internacional que envió no solo ayuda material para atender a los afectados, sino equipos de expertos especializados en rescates.
-El enorme costo humano del terremoto: tenemos más víctimas mortales que en el terremoto/maremoto que devastó Chile en 2010, siendo en Chile mayores tanto el área afectada como las pérdidas materiales. Hay que señalar con dedo acusador a la mala calidad de las construcciones. Un experto declaró que se utilizaba agua de mar para la mezcla con cemento. Un conocido constructor explica que las edificaciones se cayeron como castillo de naipes porque se ahorró en el amarre de columnas y vigas. Ecuador ya no es un país pobre como Haití, sino de clase media, y debe hacer respetar normas de construcción antisísmicas en zonas propensas a los terremotos, prácticamente todo el territorio nacional.
-El grueso del costo de reconstrucción recae sobre los privados, y no tanto sobre el Estado. El norte de Manabí debe ser el sector de la Costa donde hay menos inversión pública, y hay relativamente poco que reconstruir. El Estado no va a correr con el costo de reponer negocios y viviendas privadas. Por lo que el desafío es abrir líneas de crédito, construir proyectos de inversión y conceder incentivos tributarios para apoyar el esfuerzo de los damnificados a recuperar lo perdido.
-La importancia de los fondos de emergencia. El presidente recalca que ya ha recibido $ 600 millones para atender la emergencia, y la existencia de ese apoyo demuestra que era innecesario tener dinero guardado en lugar de invertirlo.
Si el Gobierno hubiera guardado la renta petrolera generada por un precio del petróleo superior al presupuestado, no hubiera necesitado subir los impuestos. Si bien todos estamos dispuestos a aportar puesto que no queda más porque no se ahorró, cabe recalcar que tenemos que pagar más impuestos en un año en que nuestros ingresos estarán mermados por la profunda crisis económica que vivimos.
-Si la sociedad tiene que sacrificarse pagando más impuestos, el Gobierno tiene que ser recíproco y adelgazar al Estado. Es inaudito que invierta $ 200 millones en un gigantesco complejo administrativo en la capital porque los edificios que albergan a los empleados de los ministerios económicos están al reventar.
Mantener tanta burocracia sin ingresos petroleros es lo que nos sumerge en la crisis.
- 28 de diciembre, 2009
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