El verdugo tras el mito
Ernesto Guevara posiblemente sea la última figura pública defensora a ultranza de la violencia extrema que se ha convertido en mito, lo que lleva a ser escéptico con muchos contares de la historia, porque “El Che”, como le califican sus partidarios, se destacó por intentos bélicos en los que solo cosechó fracasos.
La rentabilidad política o monetaria de la imagen de Guevara, es el resultado de un entramado político de intereses en ocasiones contrapuestos que solo coinciden en compartir una propuesta antidemocrática, y también de sectores que solo tienen el objetivo de promover el consumo, aunque sea de la soga con la que van a ser colgados, parafraseando a otro victimario de la historia, Vladimir Ilich Lenin.
El mito de Guevara tal vez se habría extinguido si no fuera por la conjunción de intereses y porque la casa matriz de esa marca, el régimen de los hermanos Castro, necesita seguir explotando una imagen sobredimensionada que la memoria colectiva erróneamente asocia con la justicia social y la voluntad del individuo que pone sus conveniencias y convicciones, por encima de los intereses y la voluntad de los poderosos.
Ernesto Guevara no pasó de ser un aventurero con suerte, porque su primera incursión de rebeldía armada resultó triunfadora en un contexto en el que mito y las medias verdades, bajo la hábil conducción de un manipulador sin escrúpulos fue convertida en epopeya.
Gracias a una falsa historia aquellos que requieren de ídolos para sostener una ideología, propuesta o fantasía, cuentan con un icono multipropósito, porque la imagen del “Che”, sirve por igual para la pancarta que exhorta a la violencia extrema, para la maleta de un escolar inocente y de padre ignorante, como para la camiseta de un joven inconforme que confunde la imagen con un par suyo de los 60, los mismo inconformes que Guevara persiguió con saña porque pensaba y actuaban de manera contraria al hombre nuevo que él procuró incubar en Cuba.
Guevara nunca fue una víctima, siempre fue un victimario mas allá de todas las especulaciones que se puedan hacer en torno al final de su existencia.
El individuo que algunos escogen como ejemplo de la defensa de las convicciones hasta las últimas consecuencias fue quien escribió a su madre “No soy Cristo ni un filántropo, soy todo lo contrario de un Cristo. Lucho por las cosas en las que creo con todas las armas de que dispongo y trato de dejar muerto al otro para que no me claven en ninguna cruz o en ninguna otra cosa”.
Fue el mismo que le dirigió una misiva a su esposa Hilda Gadea, desde la Sierra Maestra el 28 de enero de 1957: “Querida vieja: Aquí en la selva cubana, vivo y sediento de sangre, escribo estas ardientes líneas inspiradas en Martí. Como un soldado de verdad, al menos estoy sucio y harapiento, escribo esta carta sobre un plato de hojalata, con un arma a mi lado y algo nuevo, un cigarro en la boca”.
Negar que Guevara era un sujeto audaz, disciplinado, inteligente y culto es absurdo, pero también lo es refutar su sectarismo, intolerancia, crueldad y su convicción de que era poseedor de las fórmulas que resolverían los problemas sociales.
Guevara era un sádico en la absoluta dimensión que implica esa palabra, condición que mostró con particularidad al triunfo de la revolución cuando dijo a la madre de un policía ejecutado que su hijo merecía ser fusilado por el simple hecho de usar ese uniforme.
El victimario Guevara fue quien dijo en una Asamblea General de Naciones Unidas: “Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba.”
¿Este es el sacrificado de Fidel Castro?
Read more here: https://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article38203407.html#storylink=cpy
Ernesto Guevara posiblemente sea la última figura pública defensora a ultranza de la violencia extrema que se ha convertido en mito, lo que lleva a ser escéptico con muchos contares de la historia, porque “El Che”, como le califican sus partidarios, se destacó por intentos bélicos en los que solo cosechó fracasos.
La rentabilidad política o monetaria de la imagen de Guevara, es el resultado de un entramado político de intereses en ocasiones contrapuestos que solo coinciden en compartir una propuesta antidemocrática, y también de sectores que solo tienen el objetivo de promover el consumo, aunque sea de la soga con la que van a ser colgados, parafraseando a otro victimario de la historia, Vladimir Ilich Lenin.
El mito de Guevara tal vez se habría extinguido si no fuera por la conjunción de intereses y porque la casa matriz de esa marca, el régimen de los hermanos Castro, necesita seguir explotando una imagen sobredimensionada que la memoria colectiva erróneamente asocia con la justicia social y la voluntad del individuo que pone sus conveniencias y convicciones, por encima de los intereses y la voluntad de los poderosos.
Ernesto Guevara no pasó de ser un aventurero con suerte, porque su primera incursión de rebeldía armada resultó triunfadora en un contexto en el que mito y las medias verdades, bajo la hábil conducción de un manipulador sin escrúpulos fue convertida en epopeya.
Gracias a una falsa historia aquellos que requieren de ídolos para sostener una ideología, propuesta o fantasía, cuentan con un icono multipropósito, porque la imagen del “Che”, sirve por igual para la pancarta que exhorta a la violencia extrema, para la maleta de un escolar inocente y de padre ignorante, como para la camiseta de un joven inconforme que confunde la imagen con un par suyo de los 60, los mismo inconformes que Guevara persiguió con saña porque pensaba y actuaban de manera contraria al hombre nuevo que él procuró incubar en Cuba.
Guevara nunca fue una víctima, siempre fue un victimario mas allá de todas las especulaciones que se puedan hacer en torno al final de su existencia.
El individuo que algunos escogen como ejemplo de la defensa de las convicciones hasta las últimas consecuencias fue quien escribió a su madre “No soy Cristo ni un filántropo, soy todo lo contrario de un Cristo. Lucho por las cosas en las que creo con todas las armas de que dispongo y trato de dejar muerto al otro para que no me claven en ninguna cruz o en ninguna otra cosa”.
Fue el mismo que le dirigió una misiva a su esposa Hilda Gadea, desde la Sierra Maestra el 28 de enero de 1957: “Querida vieja: Aquí en la selva cubana, vivo y sediento de sangre, escribo estas ardientes líneas inspiradas en Martí. Como un soldado de verdad, al menos estoy sucio y harapiento, escribo esta carta sobre un plato de hojalata, con un arma a mi lado y algo nuevo, un cigarro en la boca”.
Negar que Guevara era un sujeto audaz, disciplinado, inteligente y culto es absurdo, pero también lo es refutar su sectarismo, intolerancia, crueldad y su convicción de que era poseedor de las fórmulas que resolverían los problemas sociales.
Guevara era un sádico en la absoluta dimensión que implica esa palabra, condición que mostró con particularidad al triunfo de la revolución cuando dijo a la madre de un policía ejecutado que su hijo merecía ser fusilado por el simple hecho de usar ese uniforme.
El victimario Guevara fue quien dijo en una Asamblea General de Naciones Unidas: “Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba.”
Ernesto Guevara posiblemente sea la última figura pública defensora a ultranza de la violencia extrema que se ha convertido en mito, lo que lleva a ser escéptico con muchos contares de la historia, porque “El Che”, como le califican sus partidarios, se destacó por intentos bélicos en los que solo cosechó fracasos.
La rentabilidad política o monetaria de la imagen de Guevara, es el resultado de un entramado político de intereses en ocasiones contrapuestos que solo coinciden en compartir una propuesta antidemocrática, y también de sectores que solo tienen el objetivo de promover el consumo, aunque sea de la soga con la que van a ser colgados, parafraseando a otro victimario de la historia, Vladimir Ilich Lenin.
El mito de Guevara tal vez se habría extinguido si no fuera por la conjunción de intereses y porque la casa matriz de esa marca, el régimen de los hermanos Castro, necesita seguir explotando una imagen sobredimensionada que la memoria colectiva erróneamente asocia con la justicia social y la voluntad del individuo que pone sus conveniencias y convicciones, por encima de los intereses y la voluntad de los poderosos.
Ernesto Guevara no pasó de ser un aventurero con suerte, porque su primera incursión de rebeldía armada resultó triunfadora en un contexto en el que mito y las medias verdades, bajo la hábil conducción de un manipulador sin escrúpulos fue convertida en epopeya.
Gracias a una falsa historia aquellos que requieren de ídolos para sostener una ideología, propuesta o fantasía, cuentan con un icono multipropósito, porque la imagen del “Che”, sirve por igual para la pancarta que exhorta a la violencia extrema, para la maleta de un escolar inocente y de padre ignorante, como para la camiseta de un joven inconforme que confunde la imagen con un par suyo de los 60, los mismo inconformes que Guevara persiguió con saña porque pensaba y actuaban de manera contraria al hombre nuevo que él procuró incubar en Cuba.
Guevara nunca fue una víctima, siempre fue un victimario mas allá de todas las especulaciones que se puedan hacer en torno al final de su existencia.
El individuo que algunos escogen como ejemplo de la defensa de las convicciones hasta las últimas consecuencias fue quien escribió a su madre “No soy Cristo ni un filántropo, soy todo lo contrario de un Cristo. Lucho por las cosas en las que creo con todas las armas de que dispongo y trato de dejar muerto al otro para que no me claven en ninguna cruz o en ninguna otra cosa”.
Fue el mismo que le dirigió una misiva a su esposa Hilda Gadea, desde la Sierra Maestra el 28 de enero de 1957: “Querida vieja: Aquí en la selva cubana, vivo y sediento de sangre, escribo estas ardientes líneas inspiradas en Martí. Como un soldado de verdad, al menos estoy sucio y harapiento, escribo esta carta sobre un plato de hojalata, con un arma a mi lado y algo nuevo, un cigarro en la boca”.
Negar que Guevara era un sujeto audaz, disciplinado, inteligente y culto es absurdo, pero también lo es refutar su sectarismo, intolerancia, crueldad y su convicción de que era poseedor de las fórmulas que resolverían los problemas sociales.
Guevara era un sádico en la absoluta dimensión que implica esa palabra, condición que mostró con particularidad al triunfo de la revolución cuando dijo a la madre de un policía ejecutado que su hijo merecía ser fusilado por el simple hecho de usar ese uniforme.
El victimario Guevara fue quien dijo en una Asamblea General de Naciones Unidas: “Nosotros tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, que la hemos expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba.”
¿Este es el sacrificado de Fidel Castro?
- 28 de diciembre, 2009
- 23 de julio, 2015
- 16 de junio, 2012
- 25 de noviembre, 2013
Artículo de blog relacionados
Clarín La batalla por el Presupuesto ha sido la primera gran confrontación en...
14 de noviembre, 2010Prensa Libre Aumentar el salario mínimo en una época tan económicamente difícil no...
30 de diciembre, 2008Perspectivas Políticas Desde hace más de doce años, quienes se han ocupado de...
24 de junio, 2015- 18 de agosto, 2020