Por qué Borges culpaba al Martín Fierro de la existencia del peronismo
"Una curiosa convención ha resuelto que cada uno de los países en que la historia y sus azares ha dividido fugazmente la esfera tenga su libro clásico (…). En lo que se refiere a nosotros, pienso que nuestra historia sería otra, y sería mejor, si hubiéramos elegido, a partir de este siglo, el Facundo y no el Martín Fierro".
Esta es la contrafáctica afirmación planteada por Jorge Luis Borges en 1970 para su antología El matrero que es el puntapié para que Carlos Gamerro, uno de los escritores argentinos más prestigiosos de la actualidad, elabore en Facundo o Martín Fierro. Los libros que inventaron Argentina (Editorial Sudamericana) un fascinante y erudito ensayo sobre el impacto -real o imaginario- de la literatura nacional en los hechos y las personas que moldearon el país.
Gamerro, responsable de tal vez el último clásico contemporáneo de las letras nacionales (Las islas, o la Guerra de Malvinas contada en clave de thriller paranoico), estuvo recientemente en los estudios de InfobaeTV y habló sobre el verdadero sentido de las palabras de Borges, la dificultad de escribir sobre Sarmiento en la Argentina de "la grieta" y hasta sobre las inquietantes similitudes del caso Nisman con parte de su obra.
-En tu nuevo libro confrontás al Martín Fierro con el Facundo y tomás como base ese planteo que dice que la Argentina selló su destino al elegir como libro de cabecera una obra "salvajística" en lugar de otra más "refinada". ¿Pensás que tiene algo de veracidad esa premisa?
A mí lo que me interesa examinar es la premisa en sí: ¿son tan importantes los libros que crean nuestra realidad? La idea del sentido común, que viene del pensamiento literario desde Aristóteles hasta Marx, es que la literatura retrata o refleja la realidad, como si ésta siempre viniera primero, y la literatura fuese una suerte de pintura posterior en segundo grado. Yo pienso que muchos libros son poderosos no porque reflejan una realidad preexistente, sino porque crean una realidad que luego se da en los hechos. Por eso tomo un aforismo de Oscar Wilde, "no es el arte el que copia la vida, sino la vida la que copia el arte", como guía. Al mismo tiempo, tampoco lo podemos interpetar literalmente porque perdería un poco de seriedad. Yo planteo que Los siete locos y Los lanzallamas de Arlt anticipa muchas cuestiones que se dan después en los gobiernos de Perón, "Isabelita" y en la dictadura, pero decir que Arlt sería el responsable porque las puso en su literatura sería exagerado. Por eso propongo una especie de juego: hagamos como si la literatura tuviese este poder, pensemos en algunos libros y en cómo estos libros contribuyeron a formar la realidad nacional y también a nosotros como individuos.
-Reivindicar o criticar la figura de Sarmiento, incluso simplemente su legado como escritor y no como figura política, se ha convertido en una toma de posición ideológica en los últimos años. ¿Tuviste eso en cuenta a la hora de escribir sobre él?
Sí, y es muy complicado querer regular y hasta anticipar la manera en la que va a ser leído lo que uno escribe. Curiosamente, y eso lo planteo en el libro, creo que los que están en contra de Sarmiento, como djo Martínez Estrada, lo están en función de Sarmiento, entran en su esquema, se ponen en un lugar que él ya diseñó para ellos. Nadie cree más en Sarmiento que los revisionistas que supuestamente están en su contra. Yo, por principio, no me pongo ni a favor ni en contra. Hay algunas cosas suyas que realmente deploro, esto esquemático que hablamos, y cómo gradualmente todavía se va simplificando más hasta que termina en su última etapa, la del Conflicto y armonía de las razas en América, planteando un solo eje, blanco versus indio. Es un texto de un racismo bastante espeluznante. Lo curioso es que pasa en estos momentos donde sobre todo la política se recalienta, como sucedía en los tiempos de Sarmiento, y parece que indefectiblemente volvemos a esto. Borges, que tuvo toda una etapa criollista, de violencia popular, de los gauchos, de los cuchilleros, en los años 70 dice esta frase: "Nos equivocamos en promover la lectura del Martín Fierro, porque eso conduce a la barbarie", con lo que Borges quiere decir peronismo. Y lo que está diciendo es que si hubiésemos canonizado el Facundo, no tendríamos que soportar otro gobierno peronista. Y ahí hay algo de interesante en estos textos. Por ejemplo, nadie está en contra del Martín Fierro, pero todos se pelean por ver cuál es su enseñanza, la posición política, el sentido. Y el Martín Fierro podría ser utilizado para justificar tanto la civilización como la barbarie.
-¿Pensás que Facundo o Martín Fierro fueron libros bien interpretados o sus lecturas fueron siempre víctimas de las circunstancias políticas?
En realidad, creo que no hay buenas o malas lecturas en el sentido de lecturas correctas o lecturas incorrectas. Hay lecturas poderosas y lecturas débiles, y creo que las lecturas poderosas muchas veces son las que deforman el texto pero crean realidad. Yo lo que estoy mirando inevitablemente en este libro no es tanto cómo son los textos en sí, qué dicen o qué significan, sino qué efectos tuvieron o pudieron tener sobre nuestro pensamiento, nuestra manera de ver el mundo y no solo en la Argentina, y en ese sentido me interesan todas las lecturas. Y cuanto más malas o forzadas, de alguna manera las lecturas son mejores. Cuando Lugones quiere convertir el Martín Fierro en un poema épico en el cual fundar los valores de un país, pero de un país claramente purgado de sus elementos populares, de sus elementos racialmente diferentes, de la influencia inmigratoria, está torciendo totalmente lo que hizo José Hernández, pero esto que dice Borges, que hemos convertido el Martín Fierro en un libro casi sagrado, en modelo de la argentinidad, es la operacion que hace Lugones, y para hacerlo tiene que deformar al Martín Fierro. Tiene que negar ciertas partes y resaltar otras.
-¿Considerás que hay algún autor o libro cuya influencia pudo haber sido negativa para el país, ya sea del propio texto o de la lectura que se hizo?
Bueno, de Sarmiento en general, y del Facundo en particular, se tomó mucho el esquema de civilización versus barbarie, y eso se podría pensar que hoy en día se ha convertido, no sé si en una influencia negativa, pero en una especie de lastre, porque esa dicotomía insalvable es algo que arrastramos hasta el presente, y siempre el otro es alguien que tiene que ser derrotado o eliminado. La manera que Sarmiento entiende la política y la cultura es a la manera de la guerra: se tienen que constituir dos bandos, no ideas o principios y uno tiene que aniquilar al otro.
-El libro es además un repaso por lo que según tu opinión son los textos más importantes de las últimas décadas en la literatura argentina. ¿La intención es reparar algunas injusticias del canon argentino?
Yo traté en este libro de no armar un canon, en realidad, mucho menos al escribir sobre autores vivientes, no era mi objetivo. Pero a la vez si yo planteo que los libros tuvieron cierto efecto sobre la realidad, tienen que ser textos que hayan sido leídos, que hayan sido trabajados, no puedo plantear que un libro secreto que nadie leyó haya inventado la Argentina.
-Pero existen libros muy leídos en su momento que han caído en el olvido, ya sea por los vaivenes de las modas o porque los argentinos quisieron olvidarlos.
Sí, eso es cierto, y por eso lo que hago no es decir tanto qué libros fueron importantes, sino qué aspectos de nuestra realidad tal autor creó. Por eso digo que para ver La Pampa, no como concepto, sino en su carácter más puntual, qué flores hay, qué pájaros hay, tenemos que recurrir a Hudson, ningún otro autor nos entrena la mirada para observar el paisaje y la naturaleza de La Pampa como él.
-Pese a no querer conformar un canon, lo cierto es que rescatás a varios autores que no pasan por el mejor momento de apreciación crítica.
Sí. Con un autor que hago un rescate muy decidido es con Manuel Mujica Láinez, que fue criticado y hostigado en los 70, hasta aparece en La hora de los hornos mostrado de una manera muy denigrante, como un ejemplar de la aristocracia decadente que la revolución se va a llevar puesto. Muchos lectores formados en la literatura y la crítica lo habían dejado de lado, pero los libros se siguen publicando y vendiendo, a diferencia de lo que pasa con, por ejemplo, Eduardo Mallea. Los lectores le tienen mucho cariño a Mujica Láinez. Y después, en el espectro opuesto, hago un rescate de la figura del "Che" Guevara como escritor. Todos hablamos del "Che" revolucionario, pero si él no hubiese escrito, ¿tendría el mismo peso su figura? Pareciera que se deja de lado el hecho que en gran medida el que construye su mito es el mismo "Che", en una serie de obras que además tienen valor literario. Por eso digo que el escritor más famoso de la Argentina no es considerado un escritor en su país.
-Su novela debut es Las islas, que se ha convertido en un clásico moderno y es junto a Los pichiciegos de Fogwill la novela más emblemática sobre la Guerra de Malvinas. ¿Por qué esos dos libros tuvieron el impacto que otras obras no han podido reproducir?
Bueno, yo creo que Los Pichiciegos y Las islas, además del valor intrínseco, que en el caso de Las islas no lo voy a juzgar yo, tuvieron otro mérito que es el de haber llegado antes. Fogwill desde el vamos plantea que no se puede narrar la Guerra de Malvinas en clave épica, ni como gran victoria militar, entonces va por el lado de la picaresca y pone en duda todos los grandes mitos nacionales que confluyeron allí. La novela de Fogwill define una serie de cuestiones y de hecho yo cuando escribía Las islas, si bien le dedico algunos capítulos a la situación de los ex combatientes, a las trincheras, podía haber escrito más si no hubiese estado Los pichiciegos. Lo que quiero decir es que a cada nueva obra le va quedando un territorio más restringido porque tiene que trabajar una zona nueva.
-Por último, en las semanas posteriores a la muerte del fiscal Nisman se viralizó en las redes tu decálogo del relato policial argentino, que contiene muchas afirmaciones que ayudaban a corroborar las conjeturas conspirativas sobre el fallecimiento. ¿Tenés una opinión formada del tema?
A mí el caso me interesó, y es cierto que se parece en algo a mi literatura, a la trama de Las islas precisamente, con un especial en informática, incluso eso de la torre en Puerto Madero… En el decálogo yo planteaba, por ejemplo, que una de las reglas era que el crimen en los policiales argentinos siempre lo comete la policía, y que la función de la investigación no es descubrir la verdad sino ocultarla. Esto es algo que se vio en parte confirmado en una etapa anterior de todo este caso, que es la investigacion sobre la AMIA, cuando se decide fabricar la responsabilidad de unos policías, y yo pensaba ¿en qué pais si una parte del gobierno quiere inventar un culpable elige a su propia Policía? Solo acá. En países como Estados Unidos o Alemania, si vas a buscar acusar a alguien de un acto terrorista, buscás grupos marginales, grupos islámicos, no acusás a tu Policía, porque nadie lo va a creer. Pero acá si señalás a la Policía todo el mundo lo va a creer.
- 23 de enero, 2009
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