Fútbol: ¿religión de nuestros días?
(Puede verse también en este blog Copa América: lecciones latinoamericanas por Álvaro Vargas Llosa y "El fútbol es una religión laica" por Mario Vargas Llosa)
Acaba de finalizar el campeonato de fútbol de la Copa América en Chile. Y una vez más, el continente se ha paralizado debido a ese evento: los negocios se enlentecen, la gente no habla de otra cosa y los nacionalismos —con su gran cuota de fanatismo— afloran hacia la superficie.
Toda la irracionalidad que envuelve al fútbol a nivel mundial se ha vuelto tan habitual que daría la impresión que la gente no ha advertido la metamorfosis que ha sufrido ese deporte. Fue un proceso paulatino, pero en modo alguno espontáneo. Por el contrario, creemos que la desnaturalización de la que ha sido objeto esa actividad fue algo muy meditado y planificado desde las más altas esferas de su institucionalidad.
Hace ya mucho tiempo que intelectuales de los más diversos campos han reparado en la fuerza que tienen las religiones para captar la adhesión de las masas populares y simultáneamente, otorgarles un poder exorbitante a sus líderes. Analizando el fenómeno de las religiones organizadas, se dieron cuenta de que ellas descansan en dogmas de fe, ritos, liturgias, creencias, libro sagrado, institucionalidad y actos públicos multitudinarios.
Carlos Marx fue de los primeros en percatarse de la útil que podía ser “envolver” a su ideología con la cubierta de las prácticas religiosas. Luego le siguieron Benito Mussolini, Adolfo Hitler y Juan Domingo Perón, por nombrar a algunos de los que utilizaron con mayor habilidad esa estrategia. Mediante ella lograron concentrar en sus manos un poder colosal y, paralelamente, manipularon a la gente, incluso para hacerle hacer cosas irracionales o inmorales.
El tema de las “religiones políticas” ha sido muy estudiado. Sin embargo, nos parece que escasean las investigaciones con respecto al modo en que esa dinámica ha sido transferida a otras áreas de la vida humana, concretamente al fútbol.
Esta idea de que el fútbol está tomando el lugar de la religión en las sociedades modernas —a medida que una cantidad cada vez mayor de la población mundial engrosa las filas del ateísmo— la escuché hace varios años de una persona a la cual considero muy inteligente. Desde entonces le he estado prestando atención al fenómeno, y he llegado a la conclusión de que no le falta razón.
Analicemos la forma en que se desarrolla el campeonato mundial de fútbol, por tomar un ejemplo paradigmático. Empieza con una procesión que en nada se diferencia de las religiosas, aunque la temática difiera. Es dable constatar el mismo fervor con que cada delegación e hinchada entonan su himno patrio. Hay un libro “sagrado” y dogmas de fe, que son aquellos que establece la FIFA.
El sumo pontífice durante los últimos 17 años fue Joseph Blatter; hay una jerarquía eclesiástica dividida en “alto” y “bajo” clero; se rigen por un derecho y tribunales propios que van por fuera de los nacionales. Si alguien considera que sus derechos fueron afectados por ese “sistema legal futbolístico” y dice acudir a los tribunales ordinarios, es “excomulgado”.
En ancas de ese fervor cuasi religioso por el fútbol que experimenta la gente, es que las autoridades de la FIFA han logrado que hasta los Estados nacionales les rindan pleitesía y se sometan a su voluntad. Lo que ellas han logrado es algo que hasta ahora no ha podido obtener ninguna ideología política: instalar una tiranía mundial a la cual se someten la inmensa mayoría de los Gobiernos.
Una muestra de eso es lo que ocurrió recientemente en el último mundial llevado a cabo en Brasil. Entre los varios ejemplos que podríamos mencionar, descuella por lo inaudito de la arbitrariedad lo ocurrido con el jugador uruguayo Luis Suárez. Este deportista fue sancionado por una falta cometida en un partido. Eso está dentro de las facultades de la FIFA, y es bueno resaltar que a su autoridad se someten voluntariamente tanto los jugadores como los diferentes equipos.
No obstante, fue realmente increíble que las jerarquías del fútbol mundial hicieran que el Gobierno brasileño utilizara la Policía Nacional y lo expulsara del país como a un delincuente a raíz de una falta deportiva. Sanción que obviamente no fue establecida por ningún estrado judicial de ese país latinoamericano, sino por uno de la FIFA.
Como si eso fuera poco, también se hizo alarde de ese poder impúdico frente a la hinchada del equipo uruguayo. En lo que se supone que era una fiesta deportiva –donde usar caretas con las caras de los jugadores preferidos era una práctica común- un grupo de uruguayos quiso entrar al estadio portando unas con el rostro de Suárez, como manifestación de su repudio a la sanción impuesta. La libertad de expresión es uno de los derechos humanos fundamentales; la crítica hacia el actuar de las autoridades también.
Pero parecería que a los funcionarios de la FIFA eso les tiene sin cuidado: prohibieron a esas personas ingresar, a menos que dejaran fuera las caretas. Da la impresión de que los jerarcas del fútbol sólo admiten aquellas expresiones populares que van en la dirección que ellos indican.
Ahora están saltando escándalos de una corrupción galopante dentro de esa institución. Algo de esperar si nos atenemos a la sentencia de Lord Acton: “El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
El comunismo y el fascismo desnaturalizaron a la política, y crearon monstruos. ¿No estará ocurriendo lo mismo en el ámbito futbolero?
Hana Fischer es uruguaya. Es escritora, investigadora y columnista de temas internacionales en distintos medios de prensa. Especializada en filosofía, política y economía, es autora de varios libros y ha recibido menciones honoríficas.
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