Francisco, la pobreza de los pobres y la riqueza de los ricos
El Papa Francisco, en su condición de Jefe de la Iglesia Católica, acaba de publicar una nueva y controvertida encíclica –"Laudato Si"– sobre asuntos en los que la ciencia juega un papel mayor que la religión: La preservación del Medio Ambiente. Como que la Iglesia "somos todos los bautizados" –y en esa condición me siento parte de la Iglesia que actualmente dirige el Papa Francisco– quiero dar mis puntos de vista respecto a formas y contenidos de la encíclica.
En primer lugar un asunto de forma: independientemente de la reconocida "infalibilidad del Papa" –y como la misma sólo se aplica a asuntos de corte religioso– esta encíclica sólo debe entenderse como un punto de vista más, y no como un asunto doctrinal que haya que abrazar. Es una verdadera lástima, porque una encíclica debe (como mínimo) tener un sentido moral a seguir por los católicos y esta encíclica no es precisamente ese caso.
En segundo lugar un asunto de contenido: el Papa en su encíclica aborda los problemas del Medio Ambiente relacionándolos con aspectos de corte social y asociándolos a causas económicas. El razonamiento general de "Laudato Si" –en la especialidad medioambiental– nos lleva de la mano a la conocida "Teoría de la Dependencia", formulada a mediados del Siglo XX por intelectuales agrupados en la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, como un diagnóstico de los problemas socio-económicos de los "países pobres". En síntesis, esa teoría expresaba que "la pobreza de los países pobres era causada por la riqueza de los países ricos".
El expresidente brasileño Fernando Henrique Cardoso fue uno de los más destacados formuladores de semejante teoría, que posteriormente fue difundida en el conocido libro "Las venas abiertas de América Latina", de Eduardo Galeano. Tanto Cardoso, como posteriormente Galeano, se autocriticaron y reconocieron la falsedad de semejante teoría, enterrándola.
En tercer lugar, la peligrosa incursión de la iglesia Católica en el terreno científico-tecnológico mediante una encíclica papal, pudiera re-editar la histórica discusión de Galileo Galillei ante falsos dogmas establecidos voluntaristamente por autoridades religiosas, sobre temas que no le competen. Sobre estos temas las Iglesias, como otras Instituciones, tienen la opción de opinar, pero nunca desde posiciones tan altas como una encíclica papal, que para todos los católicos son entendidas como fuentes de sabiduría moral y fe, no siendo este el caso de "Laudato Si".
Fernando Henrique Cardoso y Eduardo Galeano reconocieron que "la pobreza de los países pobres no se debe a la riqueza de los países ricos". Ahora surge en "Laudato Si" un postulado similar: "los problemas ambientales de los países pobres son causados por los países ricos" en un juego de similitudes de dudosa aceptación hoy en día para los entendidos en problemas socio económicos, como también para una buena parte de los especialistas medioambientales.
El Papa Francisco disfruta de un merecido prestigio ganado en su lucha por modernizar una Iglesia anclada en la antigüedad y que resiste la modernización que imponen los tiempos, sin perder su esencia de fe. Es por esto la sorpresa al constatar cómo "de un plumazo", Francisco nos retrotrae al período medieval de tomar partido sobre postulados científicos todavía en debate, corriendo otra vez el riesgo de la Iglesia escuchar la frase libertadora "pero se mueve".
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