Radicalización del centro de cara a las elecciones en Argentina
Los radicales derrotados en Gualeguaychú coinciden con los cristinistas sorprendidos en una ilusión teórica. Creer que los radicales de Ernesto Sanz, La Eterna Esperanza Blanca, entregaron en bandeja al partido centenario -la UCR- a la “derecha conservadora”. A Mauricio Macri, El Niño Cincuentón. Del PRO, expresión institucional del macricaputismo.
Es el concepto que baja el Premier Aníbal Fernández, El Neo Corach, con su astucia locuaz. O por ejemplo el senador Nito Artaza, El Comediante Bartolero.
Para que les cierre el análisis, estos radicales y cristinistas de referencias necesitan que Macri sea un neoliberal de la derecha. Pero El Niño no les alcanza para blindarlos en las posiciones progresistas, políticamente correctas, que representan. La socialdemocracia, en primer lugar. O el peronismo con sarpullido revolucionario que se estrelló en 1974.
Pero hoy lo enarbola el Frente para la Victoria, aunque sin violencia. Pero se estrella también.
Desde la óptica antiguamente marxista, en la Argentina actual, se confirma que el concepto de reacción está en crisis. Falla la carencia del indispensable elemento reaccionario.
La vetusta derecha oligárquica, habituada al poder, generadora del arte de protesta y del compromiso militante. La que reaccionaba ante las insolencias transformadoras de la izquierda que, para colmo, dejó de asustar. Hoy persiste apenas como una jactancia elitista de minorías bullangueras.
Para Oximoron, lo que también está en crisis, desde el pragmatismo, es el elemento progresista. La metamorfoseada izquierda que se vuelve inofensiva, relativamente light.
Mantiene algún peso en Santa Fe, merced a los reconocidos mormones del socialismo que lidera Hermes Binner, el John Wayne de El Hombre Quieto. Hoy amagan en el plano nacional con la venerable señora Margarita Stolbizer, La Vecina Cordial.
Para ser ampliamente rigurosos, lo que se registra -siempre para Oximoron- es un corrimiento unánime hacia las tibias posiciones del centro. Sin la dramática adicción hacia las transformaciones de ningún tipo. Con una moderación gerencial que resulta apenas tolerable. Mantenimiento a reglamento.
Es el fenómeno ideológico que se percibe entre las fuerzas mixturadas de los tres candidatos más aventajados. Los protagonistas de la inagotable miniserie del portal. Daniel, Sergio y Mauricio”, cliquear.
Política swinger
Ocurre que los tres antihéroes se asemejan en demasía. Por lo tanto cuesta diferenciarlos. Son complementados por exponentes intercambiables que pueden pertenecer a cualquiera de las tres bandas. Circunstancia aquí tratada en “La política swinger” (cliquear).
Perfectamente Gustavo Posse, El Hijo del Cholo, sin perder su identidad radical puede saltar hacia Sergio, titular de la Franja de Massa, y desde ahí hacia Mauricio, El Niño Cincuentón.
Como el mini-gobernador Sandro Guzmán, de Escobar, que salta en garrocha desde Sergio hacia Daniel, el Líder de la Línea Aire y Sol.
O Martín Insaurralde, El Novio del Suburbio, capacitado para coquetear con Sergio y saltar hacia Sergio, pero para quedarse luego con Daniel.
Como Otacehe, El Vasco, que pudo pasar desde la dupla Daniel-Doctora hacia Sergio. O Eduardo Amadeo, El Conde Consorte, desde Sergio a Mauricio.
Pero quien aporta la trayectoria más expresiva de la política swinger para parejas intercambiables es Francisco De Narváez, El Caudillo Popular. Fue de Mauricio en 2011 y estuvo más que cerca de Daniel después de vencerlo. Lo combatió a Sergio, que lo venció en 2013, para convertirse hoy en el candidato más gravitante de la Franja de Massa en Buenos Aires, la Provincia Inviable. En desmedro del mutante Felipe Solá, Máximo Cuadro del Felipismo, y de Darío Giustozzi, a quien hay que venderlo por lo que cree valer. Y sobre todo en desmedro del matrimonio ejemplar. El del sindicalista petrolero Roberti con la Blonda Mónica López.
Curiosamente Los Roberti estaban con Narváez contra Sergio, pero saltaron en garrocha hacia Sergio para ganarle (con Sergio) a Narváez. Pero ahora es Narváez quien desaloja a Mónica de las ambiciones de convertirse en gobernadora por Sergio, quien en 2013 lo venció a Narváez y pareció expulsarlo de la política. Aunque para adoptarlo después y volver juntos.
Perfectamente Los Roberti pueden quedarse desairados entre los arrabales de la Franja de Massa. O pedirle pista a Mauricio, con justo derecho, ya que para colmo El Niño los necesita. O volver, como si nada hubiera pasado, al tronco original, con Daniel y La Doctora (que quiere pulverizar a Daniel, del que dependen recíprocamente).
Cabe consignar que para Oximoron esta política swinger es la regla. Y no transcurre triunfalmente por falta de convicciones. Ni por fallas en la producción de identidad. O por la suma de las identidades laxas, reversibles. Pasa que ninguno de los tres protagonistas se diferencia en demasía, ni contiene ideas innovadoras o categóricas. Representan, en definitiva, el mismo centro. Una política de centro, sin mayores altibajos. Con marcas de gran gestionador por haber impuesto bici sendas y una vía rápida. Mauricio. Por sacar chapa de combatiente contra la inseguridad por haber sembrado Tigre con las camaritas. Sergio. O por la popularidad alarmante ganada a través de magníficos recitales anaranjados, y por haber colmado el territorio de patrulleros en emergencia. Daniel.
Un Nuevo Desarrollismo
Que hoy Mauricio Macri exprese los intereses de “la derecha conservadora” es -diría Sebrelli- el deseo imaginario del cristinismo que comparten los radicales vencidos en Gualeguaychú.
Los que no atienden el clásico Teorema de Vernet (indica que “”perder no es grave, el problema es la cara de b… que te queda”).
Es La Doctora quien por su acné anti-imperialista necesita imperiosamente que Macri sea conservador y de derecha represiva. Para confrontarlo. Y permitir así el equívoco de suponer que el populismo autoritario que comparte con Maduro de Venezuela es de izquierda. Cuando sus dos candidatos principales, Scioli y Randazzo, El Loco, son peronistas que representan también los intereses del centro. Sin los atributos -siquiera orales- para creerse revolucionarios, como La Doctora o Maduro. Como pretende verse a sí misma nuestra Madura mejor articulada. Junto al conjunto de buscapinas que le sirven de complemento coral.
Para Oximoron Macri aspira, a lo sumo, a ser clasificado como un nuevo Desarrollista. El techo ideológico El Niño lo encuentra en el extinto Rogelio Frigerio, El Tapir. Y su modelo de exaltación frívola es don Arturo Frondizi, que murió en el asilamiento. Es un Desarrollismo que se rescata y que sirve para escaparle a la tentación vacante de la derecha que nada tiene que ver con don Alvaro Alsogaray. Ni con el legendario Francisco Manrique. Esa derecha parece haberse fundido para siempre en la Argentina con el desprestigio del Proceso de Reorganización Nacional, conocido hoy como “la Dictadura”. O esa, la derecha se extinguió con el quiebre de la transformación económica que impulsó en los noventa la dupla Menem-Cavallo, que se rescatará dentro de treinta años como Frondizi-Frigerio y que hoy recibe la estampilla insultante del neo liberalismo.
Junto con el extinto Bernardo Neustadt, desapareció completamente del escenario el concepto movilizador de la privatización. Y apenas algún economista independiente y suelto se atreve a la provocación de rescatar la necesidad de plantear una economía abierta. O peor, de un mercado -digamos- libre.
Hegemonía unánime
A pesar de La Doctora, hoy Sergio, Mauricio y Daniel (con Florencio en el banco de suplentes) representan la hegemonía unánime del centro. Condenan a la intrascendencia a la “derecha reaccionaria”. Y reduce emotivamente a la tibieza testimonial al progresismo que sigue, sin alternativas, a Margarita Stolbizer. Y con un envidiable aparato digestivo sigue también a Humberto Tumini, el Natalio Pescia Cordobés, y hasta a Fernando Solanas, El Dirigente Universitario.
Mientras tanto la izquierda de verdad, la que carece de complejos y de tergiversaciones, queda también relegada al plano marginal. Nada tiene que ver con La (Agencia de Colocaciones) Cámpora, ni con los sustos irracionales que produce La Milagritos a las damas de bien. Ni siquiera resiste la comparación con los buscapinas de Unidos y Organizados. Ni con las ensoñaciones auto-referenciales de La Doctora Madura.
Es el Partido Obrero, a la cabeza de una multiplicidad de estampillas menores. Aspiran a un justo 5 o 7 por ciento, bajo la estratégica conducción del promisorio dirigente juvenil José Saul Wermus, alias Jorge Altamira, El Trotskista Enciclopédico.
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