El gran timo del siglo XXI
El pasado 8 de marzo fue el Día Internacional de la Mujer. Pero unas semanas antes, en la ceremonia de los Oscar, la actriz Patricia Arquette hizo más por la igualdad de las mujeres que todas las campañas del mundo. Es el gancho que tiene la fama en una noche en la que millones de televidentes se congregan para dejarse seducir por el glamour de Hollywood. Arquette, que se llevó a casa una merecida estatuilla por su actuación en Boyhood, aprovechó su momento de gloria para reivindicar que se igualen los salarios de las mujeres a los de los hombres. Una asignatura pendiente en gran parte del planeta.
Años después de los logros que alcanzaron las feministas en la era de la revolución sexual, el debate sigue vivo. Sin duda, queda mucho por recorrer en lo que concierne a la conciliación de la vida personal y la laboral. Muchas de las herederas del feminismo combativo de las Gloria Steinem de este mundo, son hoy mujeres que compaginan carreras exitosas con la maternidad y los quehaceres domésticos. No obstante, los estudios reflejan una realidad compleja: las mujeres profesionales apenas descansan, con largas jornadas entre el despacho y el hogar. Aunque hoy en día los hombres emplean más horas en las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, la carga más pesada la lleva la mujer, de ahí a que se hable tanto del llamado gran timo del siglo XXI: la esclavitud de la mujer trabajadora como una mala broma de su propia liberación.
Con este ominoso lema en mente, mi amiga y colega Sonsoles Ónega, corresponsal parlamentaria para Informativos Telecinco, acaba de publicar Nosotras que lo quisimos todo (Editorial Planeta), una novela audaz en la que no falta el humor. Beatriz, la protagonista, está casada, tiene dos hijos y es ejecutiva en una multinacional. Pero una tentadora oferta laboral en Hong Kong la pone en la disyuntiva de convencer a su marido, también empresario, de que secunde su aventura laboral. El personaje principal es una mujer agotada por las presiones de la oficina, el caudal de trabajo en la casa y una vida matrimonial cuya pasión se extingue entre las discusiones cotidianas y el agotamiento de una pareja estresada.
Sonsoles hace de su relato una reflexión sobre la viabilidad o no de balancear las obligaciones laborales con las del hogar. ¿Puede una mujer aspirar a quererlo todo sin dejar algo sustancial en el camino? El santo grial de Beatriz es hallar la respuesta a tantas dudas que surgen en el marasmo de una existencia llena de promesas, pero también de frustraciones en el plano profesional y personal.
La cuestión que lanza la autora es la misma que en Estados Unidos mujeres triunfadoras como Sheryl Sandberg, directora operativa de Facebook, agitan con libros que son best sellers. En Lean in: women, work and the will to lead, Sandberg se atreve a afirmar que las mujeres no tienen por qué renunciar a nada. Su mantra es que se puede llegar a lo más alto y compaginarlo con los deberes familiares; también considera imprescindible que los hombres se unan a esta cruzada porque, en última instancia, acaban por beneficiarse de la igualdad, a pesar de que muchos temen que la paridad empresarial de la mujer reduzca sus oportunidades en el mundo corporativo. Apoyada en estudios, Sanberg llega a la conclusión de que a los hombres les conviene una mayor equidad. Y de todos los datos que proporciona, el más convincente (para hombres y mujeres) es que aquellas parejas que se distribuyen el trabajo de la casa tienen más relaciones sexuales.
Por otra parte, Debora Spar, presidenta de Barnard College, opina que no se puede tener todo en esta carrera sin tregua. En su libro Sex, Power and the quest for perfection: why women can´t have it all, Spar concluye que si bien la mujer debe aspirar a escalar en el campo profesional, tiene un precio: anteponer la competitividad laboral a la maternidad o viceversa. En la línea de Nosotras que lo quisimos todo, se pregunta cómo, medio siglo después de que Betty Friedan publicara Mística de la feminidad, las mujeres continúan sintiéndose atrapadas.
Sheryl Sanberg, Debora Spar y Sonsoles Ónega están casadas, tienen hijos y han llegado lejos. Y las tres, cada una a su manera, nos invitan a reflexionar sobre el precio que se paga cuando una mujer aspira a tenerlo todo. Recientemente, con motivo de la conmemoración de la lucha por el derecho al voto de los afroamericanos, el presidente Obama habló ante una multitud que reunía a los más jóvenes y quienes hace 50 años marcharon en Selma, Alabama. En su discurso Obama resaltó que aunque el mal del racismo pervive, es indudable que el salto ha sido formidable y hoy vivimos en un mundo más justo. Lo mismo puede decirse de los derechos de la mujer. Se puede batallar por quererlo todo, pero en la pelea diaria es inevitable sentir el peso de siglos de opresión. Son los puentes que hay que cruzar si se quiere llegar a un destino mejor.
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