La cantinela del déficit comercial
(Puede vesr también La fútil fascinación latinoamericana con una balanza comercial favorable por Gabriel Gasave)
Se acerca el fin de año. Y como siempre ocurre, llega acompañado por los cantos de sirena de los mercantilistas criollos acerca del incorregible (¿!) "déficit comercial" de El Salvador. Que es la diferencia entre importaciones y exportaciones.
El problema no es dicho déficit, sino negarse a entender las razones de su existencia, que rara vez se analizan en contexto. Como si el déficit comercial no tuviera relación con lo que simultáneamente ocurre con otros flujos monetarios. Que necesariamente son "superavitarios".
Existe un grupo de flujos que forman la "balanza de pagos", que de ninguna manera es un estado contable de las "pérdidas o ganancias del país", sino un registro estadístico de las transacciones económicas entre residentes en el país y residentes en el resto del mundo. Sean personas o empresas.
La balanza de pagos tiene dos componentes principales: la "balanza de cuenta corriente" y la "balanza de capital". Que por definición se equilibran.
Es decir, la balanza de pagos debe cerrar conceptualmente en cero: si la balanza de cuenta corriente es negativa, la balanza de capital deberá ser positiva por un monto similar, porque todo déficit de cuenta corriente tenderá a estar acompañado de un superávit de capital de igual monto.
Tan es así, que si usted mira la página de balance de pagos del BCR, verá que la última línea, llamada "Errores y Omisiones", sirve justamente para que cierre en cero (bcr.gob.sv)
El principal componente de la balanza de cuenta corriente es el "comercio visible", representado por las importaciones y las exportaciones de mercaderías. Además está el "comercio invisible" (servicios bancarios internacionales), y ciertas "transferencias oficiales" (ayuda internacional).
Pero en El Salvador existe un cuarto componente de la balanza de cuenta corriente, de enorme peso relativo (más del 15% del PIB), que son las remesas familiares. Y que compensa en gran parte el déficit comercial. Haciendo mucho más pequeño el "desbalance negativo" de cuenta corriente.
Por su parte, la "balanza de capital" incluye inversión extranjera directa y endeudamiento externo del año. Y es relativamente pequeña: US$ 1,340.6 millones en 2011. Lógicamente, tan pequeña como el citado "desbalance negativo" de cuenta corriente. La matemática es implacable.
Cabe preguntarse por qué cuando existe un "déficit de cuenta corriente" no se hace referencia a su inevitable contraparte, el "superávit de capital". Existen dos razones.
La primera es que en todos los países del mundo existen presiones mercantilistas de sectores que producen bienes comercializables internacionalmente, siendo su recurrente reclamo pedir limitaciones a las importaciones. ¿Temor a la competencia externa?, ¿o a la incompetencia propia?
Y la segunda razón es la connotación negativa de la palabra "déficit": es amarillista. Y por lo tanto vende.
El Salvador no es realmente un caso de "déficits gemelos", donde un "déficit comercial" es consecuencia de un "déficit fiscal". Aquí los dos existen, pero no son uno consecuencia del otro.
Se habla de "déficit fiscal" cuando un gobierno gasta más de lo que recauda, y por lo tanto acumula deuda pública, emitiendo títulos de deuda para financiarse. Y como en una gran proporción esos títulos son comprados por residentes en el exterior, la entrada de dinero se registra como "ingreso de capital" (¿por qué?, buena pregunta…, ¿respuesta? ello prueba que la lógica de las cuentas nacionales no es contable sino estadística).
Dado que la balanza de pagos tiene que cerrar en cero, ese ingreso de capital, que en verdad es deuda…, originará inevitablemente un déficit comercial.
Está claro que en El Salvador la deuda pública externa aumenta más de lo que sería aconsejable, y que las inversiones extranjeras directas son menores de lo que sería deseable.
Pero ante semejante nivel de remesas (US$ 3,648.8 millones en 2011), es saludable que exista un déficit comercial. La alternativa sería tener el "mal holandés": una especie de "retención de líquidos" en el sistema monetario, altamente inflacionaria, por trabas artificiales a la salida de flujos.
Afortunadamente el riñón funciona.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero. Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
- 28 de diciembre, 2009
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- 8 de junio, 2012
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