El Día de la Libertad
El Deber, Santa Cruz
El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, marcando un hito que abriría los caminos del rencuentro y la libertad a millones de alemanes, pero también a millones de europeos que habían pasado décadas sufriendo el sometimiento de regímenes totalitarios. En conmemoración a estos hechos, muchas organizaciones pro democracia y pro derechos humanos festejan en esta fecha el Día Internacional de la Libertad. 23 años después, la ilusión, el optimismo que despertó la caída del muro, por el cual muchos auguraban de que la humanidad se encaminaba por fin a un mundo de naciones democráticas, no se ha vuelto realidad. Se ha logrado grandes avances, pero también se ha sufrido grandes retrocesos.
La libertad es una causa permanente en la historia mundial. Sin embargo, las sociedades democráticas y libres son algo muy reciente y aún existen miles de millones de personas que viven y sufren las consecuencias de tener gobiernos totalitarios y autoritarios. Paradójicamente, el Estado, que fue desarrollándose mediante un proceso de construcción social con la finalidad de brindar protección y seguridad a las personas, se ha convertido una y otra vez en el principal sojuzgador de la libertad.
No por ello hay que desconocer los grandes avances de las últimas décadas: la consolidación de naciones democráticas ha sido posible gracias al Estado de Derecho, que es la base del ejercicio de la autoridad pública y, por lo tanto, del respeto a los derechos humanos. Por primera vez en la historia, la mayoría de las naciones es democrática y la mayoría de la población mundial vive en libertad. El premio Nobel de la Paz concedido a la Unión Europea en 2012 es un reconocimiento a los trascendentales logros de unidad, democracia y convivencia pacífica, logrados por un conjunto de países que hasta hace muy poco vivieron enfrentados en guerras continuas cuyos inicios se remontan a varios siglos atrás.
A pesar de ello, falta mucho por hacer. China ha avanzado en la liberalización económica pero aún no cuenta con libertad política ni respeto a los derechos humanos. Otros países como Vietnam siguen este modelo, que combina un férreo control político sin democracia ni libertad de expresión con una extraña combinación de capitalismo y estatismo, que termina beneficiando principalmente a las élites del partido único.
Rusia no llegó a consolidar una democracia plena y vive, desde hace varios años, bajo un Gobierno autoritario que gana las elecciones, pero que no gobierna democráticamente, gracias a los fabulosos ingresos que le significan los altos precios del petróleo y de otras materias primas. En América Latina, todas las naciones son formalmente democráticas, excepto Cuba, que ve acercarse inexorablemente un proceso de transición política. No obstante, mientras muchos países alcanzan altos niveles de institucionalidad democrática, otros han caído en manos de populismos autoritarios que siguen un modelo parecido al de Putin en el ejercicio del poder concentrado y sin límites, aunque originado en los votos.
Conclusión: la libertad es una causa permanente que será atacada una y otra vez y por la cual siempre habrá motivos para luchar.
El autor fue presidente del Senado de Bolivia.
Twitter: @OscarOrtizA
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