¿México, última oportunidad?
La histórica promulgación de leyes para implementar la reforma energética de México fue celebrada días atrás por el presidente Enrique Peña Nieto como el principio de una nueva era de prosperidad, pero —a menos de que logre producir resultados a corto plazo — podría producir una igualmente histórica victoria de la izquierda en las elecciones del 2018.
En otras palabras, esta puede ser la última oportunidad de México en mucho tiempo para convertirse en un modelo exitoso de democracia moderna con una economía de mercado.
Las reformas de Peña Nieto, que permiten a empresas privadas invertir en energía por primera vez desde la nacionalización del petróleo en 1938, tendrán que empezar a atraer grandes inversiones extranjeras muy pronto. De lo contrario, podríamos ver una reacción política que pondría fin a varias décadas de presidentes “tecnócratas” pro libre mercado.
Esto se debe a que en las últimas décadas, los presidentes mexicanos han prometido traer prosperidad gracias a reformas —tibias, es cierto— de libre mercado, pero no han logrado hacer subir los mediocres índices de crecimiento del país. Si México sigue creciendo a paso de tortuga, no sería nada extraño que los votantes se vuelquen a la izquierda, porque es la única opción que les resta probar.
A principios de esta semana, en su discurso anunciando las nuevas leyes, Peña Nieto dijo que la reforma energética “acelerará el crecimiento económico y el desarrollo de México durante los próximos años”. Y agregó que “superamos décadas de inmovilidad”.
Muchos economistas privados coinciden.
“El impacto económico de la reforma energética será espectacular”, me dijo esta semana Gabriel Casillas Olivera, director de análisis económico del grupo financiero Banorte. “Nunca hemos visto algo así. En México hemos tenido muchas reformas económicas, pero esta es LA reforma económica”.
Según las proyecciones de Banorte, la reforma energética atraerá $7,000 millones en nuevas inversiones en el 2015, $12,000 millones en el 2016, $20,000 millones en el 2017, $29,000 millones en el 2018, $40,000 millones en el 2019 y $50,000 millones en el 2020.
Esto ayudaría a que México tenga un crecimiento económico de un 2.7% este año, 5% en el 2015, de 4.5% en el 2016 y de 5.5% en el 2017, según las proyecciones del grupo. Casillas Olivera califica estas cifras de “conservadoras”.
El Fondo Monetario Internacional proyecta que la economía de México crecerá 2.4% este año y 3.5% en el 2015.
Sin embargo, existen varios riesgos. Primero, está el riesgo geológico de que las reservas de lutita bituminosa, “shale oil”, y petróleo líquido de México no sean tan fácil de explotar como se esperaba, algo que podría desalentar a algunos potenciales inversores.
Segundo, existe el riesgo de que la violencia del narcotráfico pueda ahuyentar a los inversores. Aunque las grandes compañías petroleras como Exxon o Chevron están habituadas a trabajar en zonas peligrosas del mundo, empresas más pequeñas como las compañías texanas que se dedican al “shale gas” no están acostumbradas a hacerlo.
Algunas de las mayores reservas mexicanas de “shale gas” están en Tamaulipas, San Luis Potosí y Veracruz, una de las regiones más violentas de México.
Tercero, existe el riesgo político de que los partidos de izquierda convoquen a un referéndum para revertir las reformas energéticas, algo que difícilmente lograrán, o —lo que podría ser más probable— que el gobierno de Peña Nieto diluya la implementación de sus reformas para evitar protestas callejeras (como ocurrió con la reforma educativa).
Por el momento, los mexicanos están a la expectativa. Aunque según una encuesta del 6 de agosto del diario Reforma, el partido gobernante, el Partido Revolucionario Institucional, ganaría las elecciones legislativas del 2015 con un 40% del voto si se celebraran hoy, y los partidos de izquierda solo obtendrían 23% del voto. Mientras que un considerable 40% de los mexicanos desaprueban las reformas energéticas y un 61% teme que encarecerán las facturas de electricidad y gasolina.
La oposición a las reformas energéticas se convertirá en el grito de batalla de la vieja izquierda en el 2018.
Ya lo es ahora. El senador izquierdista Alejandro Encinas escribió en el diario El Universal que las nuevas leyes energéticas aprobadas representan “uno de los momentos de mayor ignominia de nuestra historia” y “la mayor regresión política que haya enfrentado nuestro país en más de un siglo”.
Mi opinión: La reforma energética de México para sacar a flote a un monopolio estatal corrupto y decrépito era necesaria desde hace mucho tiempo. Y la oposición a la entrada de inversiones privadas, como desde hace tiempo lo permiten hasta países comunistas como China y Cuba, no hace más que mostrar cuan desfasados están algunos políticos. Sin embargo, si Peña Nieto no consigue los miles de millones en inversiones extranjeras que se esperan, y pronto, el viejo discurso nacionalista estatista se hará cada vez más atractivo para millones de mexicanos.
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