Vehículos para los pobres

El capitalismo es un sistema que en su naturaleza y esencia busca la producción en masa de las innovaciones tecnológicas. La aparición de una innovación pasa de ser un lujo a ser una necesidad que alcanza a grandes segmentos de personas pobres.

Podemos mencionar innumerables ejemplos, tanto el tenedor como el jabón en un principio fueron innovaciones que solo podían estar en manos de nobles señoritos, artículos de lujo que llegaron a todas partes, otro claro ejemplo de producción en masa, lo observamos en la fabricación en serie de los vehículos Ford, el modelo T revolucionó la concepción de los automóviles como máquinas que parecía estaban destinadas solo para los ricos, pasaron a ser herramientas y medios de transporte cuyos propietarios eran choferes de clase media.

El viejo Marx se sorprendía, más que nadie, de los grandes avances industriales dentro del capitalismo y su acelerado crecimiento. De la misma forma, el sociólogo Gabriel Tarde observaba la forma en que se popularizaban las comodidades y lujos, que se convierten en necesidades, como paso a paso llegan a manos de todos, el capitalismo acorta la distancia lujo-necesidad.

El automóvil pasó, dice Ludwig Von Mises, de juguete de ricos ociosos a medio de transporte universal en un lapso de 20 años; las medias nylon en casi tres años pasaron de estar en las piernas de una elite de mujercitas a ser usadas por la masa: “El océano que separa al hombre que viajaba en un vagón de lujo y el hombre que se quedaba en casa porque no tenía dinero para el billete se ha reducido a la diferencia entre viajar en Pullman, o primera clase, y en tercera”.

Lo que podría popularizarse se limita por intervención del Estado, tener un vehículo se convierte en un lujo por la “mano visible” estatal, los precios se encarecen por altos aranceles aduaneros e impuestos de propiedad, complicados registros de propiedad, numerosas regulaciones como inspecciones vehiculares y controles de hidrocarburos que son fijados inútilmente por el Estado, al final, cualquier consigue lo que buscan aumentando una coima al funcionario público corrupto, pero todos estos elementos encarecen los vehículos, los hacen inaccesibles al bolsillo del trabajador ¿Cómo podemos explicar que en Bolivia, un Volkswagen – Fusca modelo 1984 valga 2.800 dólares americanos y un Ford Explorer 1998, puede valer lo mismo en Estados Unidos? El Estado cubano ha conseguido que modelos más antiguos sigan circulando amarrados con ingenio y alambres como si fueran eternos.

En Bolivia no existe trabajo, industria, ni empresa privada que ofrezca empleo digno para los profesionales jóvenes, estos, tienen que idearse para ser choferes o en el mejor de los casos adquirir un vehículo con un préstamo y dedicarse a ser transportistas, tenemos profesionales que no encontraron otra forma de trabajar que el transporte de pasajeros, lo que significa que el automóvil se convierte en una importante herramienta de trabajo.

Gracias a la importación más o menos libre de vehículos en el pasado, muchas personas pobres han podido acceder a esta herramienta, que les permite subsistir, transportando pasajeros a lugares antes inaccesibles. Este comercio de vehículos que es denominado contrabando, un pseudodelito inventado por los Estados para privilegiar algunos empresarios que se hacen ricos cuando las fronteras están cerradas y la mayoría de la gente no puede acceder a productos baratos.

El opositor Arturo Murillo, ha denunciado los nexos entre Toyota y el gobierno, cuestionó la designación como embajador boliviano en el Japón del hijo del dueño de esta importadora, la compra sin licitación de vehículos Toyota y los beneficios que tiene el hermano del vicepresidente, el señor Raúl García Linera en esta empresa, con estos antecedentes, podemos imaginarnos la preocupación del Estado sobre la importación de vehículos.

El capitalismo avanza beneficiando a los pobres, mientras el Estado se propone frenar este rumbo, criminalizando comerciantes y penalizando a los necesitados como si fueran delincuentes para beneficiar a sus socios y clientes electorales.