Niños migrantes: Ojos que no ven…
Una mujer y su hijo, quien es parte de un grupo de menores deportados de Estados Unidos, llegan el martes pasado a Ciudad de Guatemala.
WASHINGTON ̶ En otra señal de la disfuncionalidad en la capital política del país, ahora resulta que la única coincidencia migratoria entre la Casa Blanca y los republicanos del Congreso es deportar de forma expedita a los menores centroamericanos que buscan en Estados Unidos refugio de la rampante violencia que ahoga a sus países, zonas de guerra por mérito propio.
Un bando, el republicano, está sólidamente unificado al respecto; y el otro, el demócrata, está dividido entre centristas que abogan por las deportaciones exprés, y liberales que argumentan que Estados Unidos no debe enviar menores quizá a una muerte segura en sus países de origen.
La Casa Blanca navega entre dos aguas: por un lado busca apoyo republicano para los casi 4 mil millones que requiere para encarar la crisis y por otro “flexibilidad” con base en la ley antitráfico humano de 2008, la cual provee apoyo legal y humanitario para que menores de países sin frontera contigua con Estados Unidos presenten sus casos ante jueces de inmigración y no ante patrulleros fronterizos con cuestionable capacidad para determinar si un menor tiene un caso creíble de asilo, como ocurre al presente con los menores mexicanos que terminan optando por la repatriación voluntaria. El futuro de menores aterrados no debe depender de un patrullero fronterizo ni de querer utilizarlos como “ejemplo” para que otros desistan de la travesía.
La “flexibilidad” es un eufemismo para sacar a los menores centroamericanos con la misma rapidez e ineficiencia con la que procesan a menores mexicanos, quienes también huyen de la violencia del narcotráfico y la guerra que se ha suscitado en el vecino del sur, extendiendo sus tentáculos hacia países centroamericanos. Honduras es considerado el país más violento del mundo y El Salvador y Guatemala figuran entre las primeras cinco naciones más peligrosas del planeta.
El liderazgo demócrata del Congreso no pretendía bloquear la petición de fondos, pese a los potenciales cambios a la ley del 2008, pero desde la semana pasada eso cambió. Son más las voces demócratas que instan al gobierno de Barack Obama a evitar cambios a la ley de 2008 que despojen a los menores de las escasas protecciones que tienen.
A días de que el Congreso parta a su tradicional receso de agosto, no queda claro el panorama de la legislación para financiar la respuesta a la crisis ni el futuro de la ley de 2008.
Sí queda claro que los actores están siendo puestos a prueba y a meses de las elecciones intermedias están apelando a sus bases.
Los republicanos han seguido la ruta del cinismo y el oportunismo político, desde señalar las causas del éxodo hasta sus propuestas sobre qué hacer con los menores. A la extrema derecha que tanto se precia de valores religiosos y que no puede hablar sin insertar a Dios cada dos segundos o se da golpes de pecho cada domingo en sus respectivas iglesias, no le tiembla la mano para enviar a los niños de vuelta a los leones. Después de todo es “complicado” provenir del país equivocado o tener la tez equivocada o hablar el lenguaje inapropiado, porque si fueran niños rubios ojiazules o provenientes de alguna dictadura antipática a Estados Unidos, otro gallo les cantara. Que lo digan los haitianos o dominicanos lanzados en alguna costa o islote puertorriqueños que son repatriados ipso facto.
El senador republicano de Texas, Ted Cruz, quiere, por ejemplo, condicionar la partida de fondos a la eliminación de la Acción Diferida (DACA) que protege a los jóvenes indocumentados Soñadores de la deportación. Su plan no es sólo repatriar a los niños que huyen de la violencia de pandillas y narcos, de violaciones, de la corrupción e indiferencia de gobiernos disfuncionales, sino a otros jóvenes criados aquí.
La Casa Blanca y un sector demócrata también quieren repatriar a los menores de forma “humana”, quizá con un osito de peluche como premio de consolación para cuando retornen a la miseria humana y económica de los desgobiernos de sus países que sólo han reconocido su existencia porque no les ha quedado otro remedio y que reciben a los repatriados con la falsa promesa de que sus necesidades ahora sí serán atendidas.
Este viernes los insignes presidentes de Honduras, Guatemala y El Salvador se reúnen con Obama en Washington a fin de discutir planes para enfrentar la crisis inmediata y el desastre de violencia y corrupción que dicen gobernar. Sin duda habrá compromisos de cambio y comunicados dignos de un libreto de Cantinflas, hablando mucho y diciendo nada.
Y es que digan lo que digan, ¿quién cree que tengan la capacidad de solucionar a corto, mediano y largo plazos décadas de corrupción e indiferencia?
Eso supone que de no haber solución humanitaria, sin ser catalogados como refugiados y sin las protecciones adecuadas, estos menores centroamericanos, como sus contrapartes mexicanos, no podrán presentar sus casos con la representación legal, el tiempo y ante los funcionarios adecuados.
¿Qué será de ellos? La mayoría de los republicanos y un sector demócrata parecen aplicarse aquello de que ojos que no ven, corazón que no siente, aunque sus actos reflejen que no tienen corazón.
La autora es asesora ejecutiva de America’s Voice.
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