El giro a la izquierda en Costa Rica
Cuando entrevisté al presidente electo de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, pocos días atrás y le pregunté qué impacto tendrá su elección como el primer presidente de izquierda, o centro-izquierda, de la historia reciente de su país, me dijo que no se unirá al bloque bolivariano del ALBA, y que será un presidente “moderado”, y “no muy distinto” a varios líderes progresistas de Europa y Estados Unidos.
Pero Solís —que asume el cargo el 8 de mayo, y que presidirá la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe) durante lo que queda de este año— dijo al mismo tiempo que diversificará la política exterior de su país, que según sugiere ha estado demasiado enfocada hacia Estados Unidos, y que Costa Rica “va a tener muy buenas relaciones, como las ha tenido hasta ahora, con países miembros del ALBA”.
Agregó que “Costa Rica no se ha fijado en otros momentos de su política exterior hacia el sur, y yo quisiera hacerlo”, refiriéndose a su intención de “intensificar” las relaciones con Brasil, Uruguay y Chile.
Solís, un ex diplomático y profesor de relaciones internacionales que en 1999 fue investigador en la Universidad Internacional de la Florida (FIU) en Miami, asumirá la presidencia en medio de una creciente incertidumbre económica y política.
Poco después de su elección, la empresa de computación estadounidense Intel —cuya planta de microchips en Costa Rica era el principal escaparate de Costa Rica para atraer inversiones de alta tecnología—anunció que cerrará parcialmente sus operaciones en el país, despidiendo a 1,500 empleados. Horas más tarde, el Bank of America anunció que cerrará su “call center” de Costa Rica, despidiendo a 1,400 personas.
Para empeorar las cosas, la inversión extranjera en las zonas de libre comercio de Costa Rica ha caído en los últimos tres años.
Cuando le pregunté a Solís sobre estos golpes a la economía del país, me dijo que Intel y Bank of America “han dicho que su salida parcial de Costa Rica obedece a razones globales, y nada tiene que ver (en sus decisiones) ni mis declaraciones, ni mi elección, ni las condiciones internas del mercado interno costarricense”.
Agregó que las dos empresas esperaron hasta después de las elecciones para hacer sus anuncios “para no contaminar el proceso electoral”, y que ya tiene “noticias de nuevas inversiones que vienen, en un monto que probablemente se aproxime en términos de empleo a los empleos que se han perdido”.
Solís también tendrá que hacer frente a un complejo panorama político, ya que su partido solo controlará 13 de las 57 bancas de la Asamblea Legislativa de Costa Rica. Pero el presidente electo aseguró que ningún partido político tendrá una mayoría legislativa, y eso obligará a todos a suscribir acuerdos negociados.
Preguntado sobre la crisis política de Venezuela, y sobre si Costa Rica mantendrá su tradición de liderazgo en la defensa de la democracia y los derechos humanos en todas partes, Solís dijo que Costa Rica “cometería un gran error” si se alejara de esa postura, pero agregó que como presidente de la CELAC deberá ser muy “mesurado” en su función de vocero de esa organización.
En cuanto a si Cuba es una dictadura, tal como la definió —correctamente a mi juicio— el ex presidente y Premio Nobel de la Paz costarricense Oscar Arias, Solís dijo que el gobierno de Cuba “ha sido criticado, justificadamente en otros momentos, por las violaciones que se cometieron a los derechos humanos, pero creo que es un gobierno que se desarrolla hoy en condiciones de mucha mayor normalidad”.
Al final de la entrevista, le pregunté a Solís quiénes son los líderes latinoamericanos que más respeta. Su respuesta fue: el presidente uruguayo José Mujica, y la presidenta de Chile Michelle Bachelet.
Manuel Orozco, un experto en Centroamérica del instituto de investigación Inter-American Dialogue, con sede en Washington, me dijo que “no creo que veamos cambios dramáticos en Costa Rica, ni en la política económica ni en la exterior, porque Solís no tendrá mucho margen de maniobra”. El país ha estado creciendo a tasas de casi 4 por ciento por varios años, y “Solís no hará nada que pueda poner en riesgo esa estabilidad”, agregó.
Mi opinión: Solís traerá una brisa de aire fresco a la política costarricense, que ha estado dominada por el Partido de Liberación Nacional —con pocas interrupciones— durante más de seis décadas. Había en el país una profunda exigencia de cambio, que la clase gobernante ya no podía satisfacer.
Solo espero que Solís cumpla su palabra y mantenga la tradición costarricense de liderazgo en defensa de la democracia y los derechos humanos, denunciando abusos vengan de donde vengan.
Algunos de los gobiernos izquierdistas moderados que admira, como el de Brasil, han reemplazado la defensa colectiva de la democracia por la defensa selectiva de la democracia: denuncian los abusos de gobiernos de derecha, pero no los de gobiernos de izquierda. Sería triste que Solís hiciera lo mismo.
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