Inmigración (III): cinco fuerzas irresistibles
Un principio fundamental en economía es que las diferencias crean oportunidades de intercambio.
Lant Pritchett.
Las barreras migratorias enervan la tendencia a la igualación de los salarios que prevalece cuando el trabajo disfruta de plena movilidad internacional.
Ludwig von Mises.
Toda la seguridad del mundo no podrá separar a los trabajadores migrantes con determinación de llegar adonde están las oportunidades económicas.
Alex Nowrasteh.
De modo semejante a como rige en el principio de los vasos comunicantes, hay grandes impulsos en las sociedades humanas que tienden a un cierto equilibrio entre la oferta y demanda laboral entre los diferentes países.
Siguiendo el interesante estudio del economista del desarrollo, Lant Pritchett, podemos decir que existen cinco fuerzas irresistibles en la economía global de nuestros días que crean (y crearán en el futuro) cada vez mayores presiones para un aumento en el flujo migratorio de trabajadores a través de las fronteras nacionales, especialmente desde los países pobres hacia los ricos. A saber:
1. Diferencias en los salarios de los empleos no cualificados.
Es la fuerza más intensa de todas. Las acusadas discrepancias entre salarios de trabajos no cualificados crean una presión muy fuerte para migrar fundamentalmente porque las diferencias no se explican por características o habilidades especiales de las personas sino por razones meramente espaciales (diferencias salariales acusadas según el lugar donde se produce la oportunidad laboral). La existencia de ayudas y transferencias sociales del Estado de bienestar, pese a ser algo añadido, no son ni mucho menos la razón principal de los desplazamientos migratorios. El economista Michael Clemens comentó en cierta ocasión que es muy difícil que un móvil o unos pantalones vaqueros puedan ser vendidos por una diferencia en precio de mil por ciento en dos países diferentes pero que, por el contrario, sí se dan esos diferenciales en salarios de trabajos de cajeros en un McDonald’s, de cuidador de niños o de peón de construcción entre Haití y los EE UU, por ejemplo. Las disparidades en los niveles salariales son enormes. Demasiado tentadoras, por tanto.
2. Futuros demográficos crecientemente discrepantes.
Es una realidad constatada el que las sociedades desarrolladas tengan una población cada vez más envejecida. Por su parte, las poblaciones de los países en vías de desarrollo van en aumento, gracias al capitalismo y a los avances de la medicina y la alimentación a nivel mundial. El desfase entre demografías irá incrementándose y, por tanto, será cada vez más complicado contener la movilidad internacional de la fuerza laboral entre países.
3. Todo está globalizado menos el trabajo.
A diferencia de la primera globalización del siglo XIX, la era posterior a la Segunda Guerra Mundial ha sido un experimento global de todo menos de la fuerza de trabajo. A pesar de que cada vez son más los que viajan de un país a otro como turistas o de negocios, el incremento de la movilidad internacional del trabajo ha sido exigua si lo comparamos con el aumento de los flujos de mercancías, capitales, ideas y comunicaciones a través de las fronteras nacionales. La expansión de la globalización hará cada vez más difícil el mantener inmóvil la fuerza laboral en el mundo.
4. Fuerte demanda de empleo no cualificado de difícil deslocalización.
El resultado de una mayor productividad, salarios que se van progresivamente elevando, una creciente población envejecida y una más intensa globalización implica que habrá una inexorable y cada vez mayor demanda por trabajos de poca cualificación y que, además, son de difícil deslocalización o automatización en los países desarrollados. Las economías modernas precisarán de cada vez más ingenieros, médicos o informáticos pero también de más auxiliares de enfermería o geriatría, conserjes, cajeros, empleados domésticos, jardineros, camareros, empleados de limpieza o de comida rápida, por poner solo unos pocos ejemplos. Las economías avanzadas crean puestos para personal altamente cualificado pero, al mismo tiempo, también crean puestos para personas poco cualificadas. Échense fuera a los inmigrantes y dichos trabajos simplemente se esfumarán en su gran mayoría, sufriendo la economía de acogida una merma en la división del trabajo y en la especialización y, por tanto, en su eficiencia en su conjunto.
5. Crecimiento renqueante en países "fantasmas" o "zombies".
Tal y como aducía Albert Otto Hirschman (1977), la emigración se produce indefectiblemente cuando se desconfía en las posibilidades que ofrece el país de origen de uno. Es un termómetro fiable que nos indica que un país está en situación de desgobierno, de fragilidad institucional, de desarticulación social o desconfianza colectiva. En estos casos la emigración se conforma como una válvula de escape de las crisis sociales y, al mismo tiempo, como una denuncia silenciosa de la endeble capacidad institucional de respuesta colectiva en los países de origen afectados.
Según Pritchett, si se da un persistente y largo declive en la demanda de trabajo en un determinado país o en un territorio dado por estallar un conflicto bélico, por inhibir su gobierno y sus instituciones extractivas de forma sistemática la iniciativa productiva de sus ciudadanos que les condene a vegetar sin esperanza de mejorar su situación o, simplemente, por haber un cambio brusco de tecnología que afecte directamente a su economía, se pueden crear dos escenarios:
A) Si la fuerza del trabajo puede ser móvil y, por tanto, existe una oferta de trabajo elástica, se crearán territorios "fantasma" al despoblarse rápidamente (i.e. ciertas ciudades deshabitadas en la historia de los EE UU por falta de oportunidades de trabajo).
B) Por el contrario, si a la fuerza laboral de un país o enclave que está en declive económico no se le permite la movilidad y, por tanto, su oferta de trabajo es inelástica, la única salida a dicha situación es la caída generalizada de salarios. Una región que no puede volverse "fantasma" (por pérdida de población) se convierte en una economía "zombie" (i.e. toda la isla de Cuba o Corea del Norte), es decir, la economía está muerta pero la gente es forzada a vivir allí.
Solo cuando la emigración es consentida o no se puede contener eficazmente se produce en estos casos masivos y contundentes flujos migratorios. Se les podrá poner trabas, pero su curso es imparable.
Estas cinco fuerzas se dan cada vez con mayor intensidad en nuestro mundo, por lo que es previsible una mayor presión para que se produzcan mayores flujos migratorios a los presentes. Según estimaciones actuales, la migración internacional alcanza los 190 millones de personas, es decir, aproximadamente el 3% de la población mundial. Si bien esta cifra es el doble que la de 1975, sigue siendo aún un porcentaje francamente pequeño en comparación con el movimiento de capitales o el comercio internacional de mercancías. Ahora que viajar es más barato que nunca y que las oportunidades económicas se multiplican más allá de las fronteras nacionales, parece que se prepara una nueva era de globalización en los movimientos de las personas. Los turistas, los hombres de negocio y los trabajadores cualificados ya lo están viviendo. Queda pendiente liberar la enorme fuerza laboral de trabajadores poco cualificados por el mundo. Impedirlo mediante estrictos controles migratorios servirá para complicar las cosas mucho más, pero no para frenarlo.
Actualmente no quedan países aislados de los flujos humanos transnacionales (incluidos los desplazamientos de trabajadores entre países menos desarrollados). Todos ellos se han acelerado en las dos últimas décadas y parece que en el futuro la tendencia irá inevitablemente en aumento. No es aventurado afirmar que las grandes corrientes migratorias aún no se han iniciado.
Sin embargo, otras fuerzas se oponen a las aquí descritas y hacen que la sola idea de un aumento de la inmigración sea algo repugnante o amenazante hoy para muchas personas. No son otras que los temores fuertemente arraigados en el imaginario de los nativistas o autóctonos del país de acogida. En un siguiente comentario trataré de analizar dichas contrafuerzas o estados de opinión dominantes en las sociedades desarrolladas y su falta de consistencia desde el punto de vista teórico y empírico.
Este comentario es parte de una serie acerca de los beneficios de la libertad de inmigración. Para una lectura completa de la serie, ver también I y II.
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