Venezuela: Las olvidadizas y alcahuetas izquierdas latinoamericanas
Prácticamente desde el inicio de su gobierno y con poquísimas excepciones, las izquierdas latinoamericanas idolatraron a Hugo Chávez y sus ideas del Socialismo del Siglo XXI. Su desbocada gestión, entre insultos a EE.UU., masivas expropiaciones y la creación de un eje “anti-imperialista” latinoamericano, junto con el trabajo de lobby que la dictadura cubana hizo a favor del chavismo, a cambio de petróleo, acrecentó aún más la admiración. Al hacerlo, esas izquierdas deshonraron su pasado y su tradición: Muchos, la mayoría de sus dirigentes vivieron las dictaduras latinoamericanas de los 70 y 80’s perseguidos, presos, exiliados, con familiares y amigos desaparecidos, habiendo sido víctimas de represión sistemática. Sólo lograron su reinserción política y su rehabilitación histórica de la mano del discurso de la democracia liberal, promovido desde Washington y con la activa participación de la OEA y su Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cuyo gran aporte fue la idea de que las personas tienen derechos humanos fundamentales, de jurisdicción universal, y que esos derechos están protegidos sólo si el uso del poder público está dividido y limitado por normas jurídicas estables.
Fue el discurso de la democracia liberal y su agenda de derechos humanos, el que les permitió a las izquierdas latinoamericanas reformar su discurso y procesar su regreso a la actividad política y, eventualmente, llegar al poder. Por desgracia, ya en el gobierno, muchas de esas izquierdas se dedicaron a deteriorar las instituciones republicanas y la legalidad democrática, y con ello, a violar los derechos de las mismas clases populares que dicen representar. En unos cuantos años olvidaron las enseñanzas de los 80’s y 90’s y regresaron a los modelos autoritarios de la “Guerra Fría”. Olvidos y regresos que se elaboraron a partir de fantasías y radicalismos, se construyeron con corrupción, y germinaron en la ignorancia y el clientelismo.
Por ello es que ningún gobierno latinoamericano, ni la OEA, ni Unasur ni la Celac, reprochan a Nicolás Maduro su proceder: Prácticamente todos ellos viven presos de la falsa creencia de que la victoria en las urnas da derechos incuestionables, que el que gana no tiene límites y tiene todo permitido, mientras la sociedad sólo es el obediente y uniforme teatro de operaciones del Estado. Y porque todos los congéneres del chavismo en la región (Cristina Fernández, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega…), se miran a sí mismos como presidentes acorralados, al haber repetido sin variación el mismo script de maltrato a sus opositores y a la sociedad en su conjunto, por lo que proteger a los estudiantes venezolanos es abrir la puerta, piensan, a la rebelión propia.
Hoy en Venezuela (y desde hace mucho) no existe ninguna de las cualidades que hacen que una democracia sea tal: división de poderes, balances y contrapesos; alternancia regular en el poder por medio de elecciones libres, limpias y competitivas; libertad de prensa que permita fiscalizar al poder; tribunales electorales, de justicia y cuerpos militares no politizados… Para todo efecto práctico, en Venezuela existe una dictadura, que fue construida disciplinadamente y ante los ojos de todos. Y tal es el prototipo real del socialismo del siglo XXI que las izquierdas, desde México hasta Argentina y Brasil, nos ofrecen a los latinoamericanos.
Es de esperar que el derrumbe del chavismo contribuya a sepultar a esas izquierdas reaccionarias. Izquierdas que nos venden los derechos humanos, y miran hipócritamente hacia otro lado cuando militares y paramilitares disparan a los estudiantes. Que nos venden la redistribución de la riqueza, mientras sus líderes viven en mansiones y con cuentas bancarias en paraísos fiscales. Que ensalzan la pluralidad de voces, y niegan papel a periódicos, cierran canales de TV y encierran periodistas. Que nos dicen que el amor vence al odio, mientras reprimen opositores, justificándose llamándolos “fascistas”, olvidando que el fascismo sólo es posible desde su amor irrestricto por el estado. Izquierdas que hoy toman partido por el statu quo armado en contra de la simple rebeldía joven de la calle. Y que apoyan la humorística tesis de que en Venezuela existe un golpe de Estado dirigido por estudiantes desarmados.
Para quienes desde la izquierda no se reconozcan en este retrato, sólo les queda una salida: condenar sin titubeos a un régimen que, de por sí dueño de poderes que violan cualquier prescripción democrática, se ha decidido enfáticamente por la represión, por el terrorismo de estado.
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