La oposición ante el Socialismo del Siglo XXI
La oposición venezolana enfrenta un reto muy difícil, porque oponerse a un gobierno sin importar sus características es harto complicado, porque los que detentan el poder cuentan con los numerosos recursos del Estado para defenderse de los actos de quienes quieren sacarlos del gobierno.
Por otra parte, sin excluir la importancia de los electores que respaldan la autoridad vigente, siempre hay un núcleo duro que por su proximidad al gobierno está comprometido en su defensa, porque ese status quo representa sus valores o intereses, factores que con mucha frecuencia afectan negativamente a la nación y como secuela a la población, incluyendo los electores antes mencionados.
En consecuencia enfrentar un régimen despótico con respaldo popular y amparado en una seudolegalidad, es infinitamente más complicado, porque las acciones legales en contra de la autocracia pueden dejar de serlo y el opositor, por voluntad del gobierno, se convierte en un transgresor de la ley que termina en prisión, lo que a fin de cuentas favorece al gobierno.
Venezuela fue el primer país del hemisferio en el que se impuso a través del voto un régimen que usando recursos legales, modificó las leyes e instituciones del país para exclusivo beneficio del ejecutivo.
Las propuestas contaron con respaldo popular y con un notable apoyo en la clase dirigente, empresarios, intelectuales y profesionales, porque atacaban problemas reales del país que muchos ciudadanos deseaban resolver.
Hubo ciudadanos que disintieron, que se percataron de los objetivos reales del nuevo brujo, pero su prédica no fue escuchada y el país apoyó una nueva carta magna que daba oportunidad a una especie de refundación de la nación al tener que elegir nuevos poderes públicos sobre igualmente nuevos paradigmas legales.
La muerte de Hugo Chávez no afectó el fortalecimiento del régimen, porque aunque está enfrentando graves problemas, no es consecuencia de una labor efectiva de parte de la oposición, sino por la ineficiencia y la corrupción existente en la clase dirigente del gobierno.
El sucesor de Chávez , Nicolás Maduro, un hombre con menos talento que su predecesor y con mucho menos arraigo popular, ha logrado mantener la unidad de todas las facciones que sustentan su gobierno, y como colofón, los esfuerzos de la oposición de restarle legitimidad a su mandato han fracasado porque su imagen como gobernante legal de Venezuela se ha consolidado ante gobiernos extranjeros y entre sectores de la oposición que hasta hace muy poco lo acusaban de haber atropellado el estado de derecho al asumir la primera magistratura del país.
Por todo lo antes expuesto la oposición venezolana está a la vanguardia en la lucha contra el Socialismo del Siglo XXI, porque no hay experiencias previas, al menos en América Latina, de cómo combatir una dictadura de terciopelo que está ahogando a la ciudadanía.
El régimen cubano es una dictadura sin matices, pero el de Venezuela aparenta que los ciudadanos pueden disentir, protestar y manifestarse como lo estime conveniente en el marco legal existente, pero lo que sucede es que las posibilidades de protestar se reducen hasta desaparecer porque las fuerzas represivas amparadas en un poder judicial sometido al ejecutivo, actúan en base a lo que la autoridad superior les dicte sin violar la legitimidad que el gobierno se autoconcede.
Sin dudas son los venezolanos los que marcarán pautas en cómo enfrentar el despotismo electoral, por lo que de hecho el país se ha convertido en un campo experimental en la lucha legal y no violenta contra el Socialismo del Siglo XXI.
Los sectores de la oposición, entre los que subyacen diferentes puntos de vistas políticos y en consecuencia intereses distintos, están obligados a concertar proyectos y actuaciones que no permitan al gobierno su ilegalización, pero tampoco puede hacer concesiones que la desdibujen y los lleve a perder su identidad.
Lo peor que podría pasar con el tipo de oposición que se está practicando en Venezuela, transparente y legal, es que sus líderes pierdan la confianza de la población, que los electores que se oponen al régimen, pierdan las esperanzas y desistan de participar en la reivindicación de sus derechos conculcados.
La diversidad en la unidad es imprescindible. La lucha no violenta implica usar las leyes para la demanda de los derechos. Recurrir a los derechos que otorga la constitución nacional en lo que atañe a actuar contra el gobierno sin violentar el estado, es una prerrogativa que implica riesgos, que los líderes deben estar dispuestos a correr
Si la oposición venezolana logra instrumentar una estrategia exitosa contra el despotismo que reina en su país, será un precedente valido que puede servir con las variantes del caso, a los sectores que en otras naciones enfrenten dentro los márgenes legales el Socialismo del Siglo XXI.
El autor es periodista de Radio Martí.
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